miércoles, 19 de septiembre de 2007

NOSTALGIA DEL ACERO (SECCIÓN II)

LA ÚLTIMA CONDENA

Necesito darme reposo,

Acallar los alaridos

Que salen de las bocas incendiadas

De mi cerebro.

No quiero ver más niños muertos.

No más cuerpos languideciendo entre mis brazos.

Ni un solo suspiro más

para decir adiós

Y dejar la puerta entornada.

Jamás seré una buena madre.

Por mucho que busque al hijo

que se me ha perdido.

Desconozco el pecado.

Estará descalzo y solo,

Caminando por la orilla trágica

de algún río.

Arráncame de una vez esta piel de virgen mutilada.

Haz crecer latidos en la carne abierta.

Absuélveme de este cuerpo inútil

Que no engendra más que muerte.

Desnuda,

Comiendo la sal del mar a puñados,

Con la ceguera de la carcajada histérica,

Mastico tierra, barro y cadáver que tanto amé

Para devolver al niño a su primera cuna.

Desafío a Dios y a todos los Infiernos,

Alzo mi mano ensangrentada contra todos

Con la promesa firme de daros muerte,

Aunque ésta sea mi última condena.


NIÑAS ROTAS

Yo he visto miserias que tú ni siquiera adivinarías,

La tragedia de las niñas rotas

Que juegan en silencio

A ser pequeñas madres.

Niñas que cierran los brazos

Para que nadie vea sus heridas

Ni descubra que la muñeca tiene un cuerpo debajo del trapo.

Son las múltiples madres silenciosas

Que rondan mi cama cada noche

Para que sus gritos no me dejen dormir.


LA CEGUERA DE TU MANO

De vez en cuando, hago que estoy ciega.

Mis dedos se convierten

en buscadores de relieves familiares

y escucho la voz de mi padre

que me llama por mi nombre,

sin confundirme con mis hermanas.

Y Mi cuerpo es un trozo de barro

Que modela tu boca.

Pero la oscuridad de mi noche oculta un abrazo perverso que me tapa los ojos

Y también me deja sorda y sin voz

Para que no te oiga,

para que no me oigas.

Y el cuerpo se deshace, se va perdiendo

Y la ceguera es la costumbre de tu mano

Para no vernos más.


APOSTAR UN LATIDO

Si tuviera que apostar un latido,

Sería porque el tiempo se vuelve alimento de polillas.

Pero adoro el encanto suicida

De las jugadas con pérdida segura.

Cortar la baraja con mi mano de cuervo

Es esconder el secreto de mármoles aún vacíos.

Así me distraigo con tu ojo,

Clavo roto que quiere atravesarme,

Monóculo herido por una garra invisible.

Y nada sabes:

Destino del cuerpo,

Huesos que entrechocan,

Canciones lujuriosas de la aurora negra.

Me gusta la inocencia del que apuesta la vida

-sin saber que ya ha perdido todo de antemano-

y pide como un niño un préstamo a los amigos.

Para qué apostar la entraña,

Si puedo hacer la carne hermosa

llamándola “latido”


SUICIDIOS MATINALES

Hay mañanas en las que levantarse de la cama es un suicidio.

Yo he tenido un patio de armas dentro del cuarto de baño.

Abandoné muy pronto los peines y cambié los cepillos

por cuchillas que me acariciaban el estómago.

Nadie sabe que yo he amado mi cadáver con devoción.

Aquellas tardes de castigo me vuelven a la cabeza

con un fuerte olor a pintura.

El cuerpo anunciaba las carencias de la carne

y teñía mis ojeras con misticismo teresiano.

El bolígrafo describía la órbita espacial sobre un campo de venas azules.

Nunca el desprecio fue mejor aliado del arte de amar.

Cuando el silencio es luz blanca,

la boca que besa es la boca que devora.

El tiempo deja de ser contención de latidos y minutos,

Porque da paso a la era de la muerte analgésica.

Dios tiene la extraña cualidad de hacerse desear,

alguna que otra noche que el cielo rompe en llamas.


DESNUDA FRENTE AL ESPEJO

Contemplo entre sombras

a la mujer de los ojos inyectados en sangre.

Su cuerpo emerge de las ruinas

de un paraíso Que huele a hospital.

Me sonríe obscena,

Sujetándose las caderas.

Me muestra el blanco histérico de su sonrisa

Y me reclama con las manos,

Porque me quiere tocar.

Intenta perforar mi vientre,

escarba con las uñas,

mientras me parte una sacudida

que es náusea del alma.

He visto vacas descuartizadas en el mercado

Y mujeres desnudas en el cine,

Lo que mi cerebro no se atreve a mirar

Es el cuerpo dolorido de una niña que todavía grita.


CARNE DE MI CARNE

La luz es tan blanca que me deja sin ojos.

Me adormezco

Entre la lujuria aséptica de las batas

Y el olor a alcohol

Que emborracha mi pituitaria.

Pero la boca me sabe a sangre

Y todo mi cadáver

es el miembro fantasma

de un mutilado.

Lloro a gritos,

sin lágrimas,

sin voces.

Con la cara deformada entre las manos.

Huyendo de espejos que me retratan.

Pero esa criatura

que tus ojos repudian

es la carne de mi carne.

Esa carne soy yo.


6 comentarios:

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  3. Tres veces he tenido que modificar el contenido de mi comment es la primera vez que me pasa, algún motivo tiene que haber.

    Tus poesías este día son amargas, son reales, y te dejan una resabia más bien agria.

    Pero es muy buena, yo diría que excelente.

    Tu imaginación es desbordante, las ideas se van plasmando en su sitio justo.

    Un abrazo.

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  4. Atención:no he eliminado ningún comentario.

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  5. Viento sobre mi rostro, cabello sobre el cae…
    Cuanto llanto de aquellas madres que sus hijos han perdido por la suerte de otros,
    Desolación, caos

    Hambruna se siembra en medio de la bulimia y la anorexia
    Despabile pareciese no haber, si egoísmo
    Personas sin rostro que ojos para verlas tuertos somos

    Miro al cielo y respuesta no hay, lluvia se aproxima
    Doblan las campanas y recuerdo una cita de John Donne:
    “Nadie es una isla, completo en si mismo; cada hombre es un pedazo de continente,
    Una parte de la tierra.
    La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad.
    Por eso, nunca hagas preguntar por quien doblan las campanas: doblan por ti”.
    Lo entendí, lo sentí y lo sigo haciendo…

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  6. desgarrador y muy bello.... igual que el cuadro de Goya.

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