domingo, 14 de diciembre de 2008

UNA COPA DE VINO

Hoy ha sido un día nefasto. Necesito una copa de Terras Gauda. La chica delgaducha no cumple su cometido. No me concentro. No sé qué me pasa. Necesito un Terras Gauda y sofá. "Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas". e.e.cummings resuena en mi cabeza. Que ya se acabó. Que esa historia ya "es Historia". Por mucho que suene Chelsea Hotel nº2 en mi reproductor. Paladeo el último café del día, mientras tú sueñas con bellas Beatrices. Ya sé que ya no soy ninguna nínfula nabokovkiana, que estoy a punto de cumplir la treintena y que todavía no me comporto como una mujer. No me dejaron ser niña ni quiero ser mujer. Estoy de año sabático en Nunca Jamás. Es peligroso ese mundo de "hombres y mujeres". Me consuela mi adorada asexualidad angélica que me confiere la delgadez. Pero todavía no me siento con las armas cargadas para salir al mundo real. Nunca seré una mujer fatal que cuente hombres como carreras en las medias. Una vez quise ser una mujer y le dieron el papel a otra. Ahora, me asustan los hombres de zapatos brillantes. Con una copa, el mundo desaparece. Y desaparecen los hombres de zapatos brillantes. Yo no sé bailar. Por eso siempre me quedo en un rincón sosteniendo la copa. Soy la adolescente a la que nunca nadie quiso besar. Y ahora, de pronto, florecen bocas por las puertas. Pero yo sigo con los cordones desatados preguntando "¿Cuándo llegamos?". Los ojos se vuelven conspiradores y sensibles con su luz al tacto. Donde hubo un mapa de carreteras azules, hoy cercenas tu pecho, amazona. La gente se pone a jugar al escondite inglés y paran de contar enseguida. Hay que librarse uno mismo, no vale "por mí y por todos mis compañeros". El instinto es algo más que supervivencia. Un botón abierto puede entenderse como una invitación al balcón de tu intimidad. Nadie sabe cuál es el código exacto o las reglas del juego. De nada sirve lo que te enseñaron de niña, de nada sirve ya.

domingo, 7 de diciembre de 2008

FILOSOFÍAS DE UN ÚTERO CANSADO

(o que te maljodan, Sócrates)

1. La ciudad te perseguirá. (Cavafis).
No huyas de tu sombra alargada sobre los adoquines mal colocados. El asfalto te engulle como una Saturna Hambrienta que hunde tus pies en unas sibilinas arenas movedizas y convierte tu paso en trampa de ratones. Juraste huir y tan sólo alcanzaste tu jaula para pájaros muertos.
Tu viaje invita a la vuelta del derrotado, del que nunca partió, porque no desató las amarras y solamente chapoteó en una ciénaga conocida que las vueltas y revueltas querían teñir con el color de otros soles. Ella se te instaló en el esqueleto como un parásito agotador, como un insecto vampírico que hizo de tu sangre licor agrio de lo cotidiano. Por eso, cada sorbo tiene el sabor familiar del miedo que dan los calendarios y las mantas frías y húmedas en la noche. Tu lengua viaja más que tú detro dde mi boca , enredándose hasta lalcuha en quimeras que lamen rocas de sal, tejas teñidas con sangre de ballena, piedras calientes y saladas como extraños tesoros de una huída inútil. Mas no puedes combatir contra la bilis que te aprieta el estómago, la ceguera de las farolas a media noche ni los gatos negros que te hieren con ojos amarillos. Careciste de la fuerza de Atlas y en vez de con quistar el mundo, se te cayó encima.


CINZAS DA CIDADE.
Non fuxas da túa sombra alongada sobre os lastros mal empedrados. O asfalto engúlete coma unha Saturna esfameada que afoga os tues pés nunhas sibilinas areas movedizas e convirte a túa pegada nunha trampa de ratos. Xuraches fuxir e tan só acadaches a túa gaiola de paxaros mortos.
A túa viaxe errada convida á volta do derrotado, do que nunca partiu, porque non desatou as amarras e soamente chapuzou nas coñecidas augas suxas que voltas e reviravoltas esgorentaban por tinguir coa cor doutros soles.
Ela coallou no teu esquelete coma un parásito esgotador, coma un insecto vampírico que fixo do teu sangue licor agre do cotián. Cada grolo ten o gusto familiar do medo que dan os calendarios e as mantas frías e húmidas á noite.

A túa lingua viaxa máis cá ti dentro da miña boca, enleándose até a loita en quimeiras que lamben cons de sal, tellas tinguidas con sangue de balea,pedras quentes e salgadas como estraños tesouros dunha fuxida inútil.
Mais non podes combater coa bile que te esmola o estómago, a cegueira dos farois á media noite, nin os gatos negros que te firen con ollos amarelos.
Carecihes da forza de Atlas e, en troques de conquistar o mundo, caéuseche enriba.

lunes, 1 de diciembre de 2008

BODAS DE ORO EN RICK'S

Y ahora me encuentro aquí,
con los restos de sangre en las piernas
con la jodida noticia de que has vuelto.

¿Qué te trae de muerto
lo que no te trajo de vivo?
Yo sigo aquí,
con la misma gabardina.
Soy la chica de “El loro Azul”,
pero no me preguntes por nadie, ¿vale, muchacho?
Dijimos sin preguntas,
como le habrías dicho
a tantas “nenas impresionables”
necesitadas de un héroe.
A las que seducías con tu cara larga
y tu aspecto de tipo misterioso.

Yo he sobrevivido sin tí,
sin un visado para Lisboa,
sin viajar al país de Los Inoportunos.

Borracha, jugadora, contrabandista...
Nada que no hicieras tú en tu café americain
Te vendiste al paseo de las estrellas
y preferiste una vida “tranquila”,
con una chica mona
que no les escupía a los tahúres. (Una Guerra hace daño, mein lieber)
Claudicaste, perdedor.

Renau murió en extrañas condiciones...
¿Extrañas? ¡Ja! Un marido cabreado.
Tú hubieras muerto también
de manera extraña,
pero sin ese romanticismo,
que te atribuía el capitán.

Ya sabíamos todos que Sam
no sabía tocar al piano
más que aquella maldita canción.
Por eso se desacompasaba
de la orquesta y la moviola;

Como tú,
que dejaste dos vidas
y una viuda no reconocida
en
compás
de espera. Lucía Fraga.

martes, 25 de noviembre de 2008

SIN PIES NI CABEZA

Me marcho y esta vez lo hago sin dejar la puerta abierta. Ya no queda nada en el armario, ni siquiera una pastilla de jabón reseca encima del lavabo.
El miedo sabe a piedra pómez, tiene el tacto de las agujas y la distancia del agujero.
El gato no estaba en celo, tenía pulgas. Las mismas que se te pegaron a ti al cuerpo el día que nos conocimos. Por eso cuando me ves, todavía te rascas.
Sería hermoso llamarse Medusa y, en vez de peinar serpientes, peinar resacas.
Por mucho que me sostenga la frente con la mano y deje que los ojos me los queme una bombilla, vendrá como cada noche la angustia envuelta en sábanas. Me he resignado a vivir con la boca seca, buscando espejismos por todas las paredes y adicta a ese olor a amoníaco con el que se empeña en limpiar el cuarto de baño.
Me parece que veo tu cara en todas partes. Me agota esta servidumbre. A veces te presiento a mis espaldas con tu paso largo y silencioso, yo me apresuro e incluso entro en alguna tienda y pido un artículo que no me interesa: medias de cristal, grapadoras, pilas alcalinas, revistas del motor, horquillas de moño... creo que hasta un viaje a París.
A ti París te parecía irreal. Vaya cara de idiota ponías cuando hacías citas en francés y te pasabas la mano por el pelo con aquel aire de bohemio y la templanza que dan los años. Hacías de la mesa un plano de la ciudad e ibas marcando con el dedo, cada una de las calles por las que habías pasado. Frente a esta casa, me encontré por primera vez a Olveira, nos hicimos una foto delante de aquel puesto de flores, aquí compré una boina ... era como volver a ser unos reciéncasados. Y sólo eráis unos turistas horteras paseando por París. Mientras tú hacías tu ruta de Gran Conquistador, yo me conformaba con tirarle piedras a los patos, con libros de segunda mano y comer pipas delante de la tele. Nunca he tenido unas caderas rumbosas. Pocos zapatos de tacón y muchas corbatas. Lo de los tirantes fue una manía que vino después. Aquellos duelos estúpidos hombre / mujer que se te antojaban los lunes por la mañana olían demasiado a Novokob y, francamente, ninguno de los dos dábamos ya la edad. Llamarte cabrón era pura coquetería, esa camaradería absurda que se les ocurre a los que se conocen desde hace poco. Pero ahora estamos lejos. Hemos dejado nuestro reinado. Yo me columpio en los alambres electrizados de un campo de concentración y tú vendes Biblias a domicilio. Ahora me he hecho mayor, porque he tomado el hongo crece-niñas de Alicia. Y ya no me queda más que este café y un solo euro para pagar,

viernes, 7 de noviembre de 2008

EN LAS SIETE

Esta tarde se ha hecho de noche muy pronto. La gente ya va toda con abrigos de invierno. Yo llevo mi sombrero años 20 y mis guantes bicolores. Fue espantoso que coincidiésemos en la calle con Horacio y la Maga. Horacio no dejaba de mirar la bolsa de las botas como el cuerpo del delito. Me hizo sentir como una puta. Y luego su manía de invitarnos a un jerez en la cafetería de Las Siete. Ya sé que a tí no te gusta el jerez. Pudiste pedir cualquier otra cosa. Menos mal que la Maga se atiborró a hacerte preguntas sobre tu trabajo sin entender nada, mientras Horacio me clavaba los ojos. Sólo le faltó decir "así que éste es el pibe que lee a Juan Luis Panero y que se acuesta contigo". Cierto que yo me deshice de la conversación y me puse a mirar a los clientes. Me fijé en una vieja señorita que bebía "Pipermín" sentada en la barra. Tenía aspecto de maestra de escuela y una carrera en las medias. Además, le hacían falta tapas a sus zapatos y el bolso se notaba que era heredado. Los ojos llorosos y ese continuo mover el pañuelito sobre la nariz, parecían la inminente llegada de un chaparrón de lágrimas. Pero más fuerte llovía fuera y no podíamos salir de Las Siete. La gente entraba con los paraguas desmayados y desenvarillados. Qué triste es ver la muerte de un paraguas. Aunque Horacio opine que es poético, yo creo que es triste como un sombrero en el suelo que se lleva el viento. Menos mal que habían quedado con Etienne y los otros para ver un filme extranjero en el aparato cinematográfico de Verschó. Si no, aún estaríamos con ellos y con Horacio y su lista de preguntas para saber si eres apto para el club. Me pregunto quién cuida de Rocamodour cuando salen juntos. Me molestó la risa cínica de él, cuando vio mis Ducados Rubio. Ya no tengo para Gauloises. Aunque no sea tan sofisticado y tenga, como dice él, que cortar el cordón umbilical. Está obsesionado con el cordón umbilical. Parece que él no depende de los giros que llegan de Argentina. Está en París como si ésta fuera su gran madre. Lo que fue asqueroso fue tener que soportar la tos de la Maga y ver cómo expectoraba en un pañuelo de caballero. Aparte de sus preguntas. Conmigo ya no se atreve. Enseguida se le antojaron mis botas. Como era de esperar. Se le antoja cuanto tengo o cualquier nimiedad sin valor. Como cuando se empeñó en comprarse unas medias iguales a las mías porque tenían el dibujo de una espiga en negro. Después de beber cuatro copitas de jerez ya estaba como para ponerse flores de aire en el pelo. Hoy jugueteaba con un trozo de monóculo que encontró en el patio de butacas de El Imperial. Es increíble que pase más tiempo buscando por el suelo que contemplando la representación. A Horacio también se le antojó que estoy muy delgaducha y que mis piernas parecen dos alambres.¡ Al demonio con todo!

viernes, 31 de octubre de 2008

EL PISO NÚMERO DIECISEIS

Llevo toda la tarde metida en la cama. Tengo una abulia brutal. Ni siquiera me he preparado un café, aunque ahora mismo me voy a tomar uno. No concluí mi charla con Alfonso, porque tenía sueño y me aburrían sus chistes gastados como las páginas amarillas de un bar de mala muerte. Acabo de mirar para el ordenador-que había dejado encedido- y he visto tu comentario.Siempre me anima ver tus comentarios. Así que he resuelto escribir esta entrada. Hoy es uno de esos días que una necesitaría un hombro en el que llorar. Lluvia, 8 grados. Parezco un puercoespín comunista. No sé muy bien qué hago aquí. Pero una fuerza más poderosa que yo me impele a escribir.
No sé nada de "Cielo", quizá haya decido desaparecer también, aunque no encuentro el motivo y Cuchi no contesta a mis correos. Estoy sola. Qué le vamos a hacer. Sólo tengo unos guantes, mi sombrero y un paraguas muerto. "La mer", canta Trenet. Nada tiene importancia. Mi gel te gustaría. Es de cedro, pomelo y naranja. Aunque apenas me verías, porque estoy adelgazando a grandes pasos. Tendríamos un problema con el vino; a mí me gusta el albariño, Terras Gauda. Aunque después de unas copas de Bayleis, puedo tomar cualquier cosa, pero me gustaría empezar por un buen vino blanco y terminar por aguardiente de hierbas. Espero que no te moleste que fume. Te hablaría de tantas cosas que aquí no puedo... Veríamos caer la lluvia contra los cristales bien amantados. Dicen los chinos que cada gota de agua que cae contra un cristal es un alma que se suicida. Sonaría "Autum leaves" de Miles Davis en el tocadiscos y, cómo no, guardaríamos una botella de Moët & Chandon en la nevera. Eso sí, no sé si entre tanta penumbra no acabaría dándome una leche, porque el alcohol se me sube enseguida y me pone "tonta". Ya sabes. Eso sí para no cogernos una moña, tendrías que cocinar algo, porque yo no tengo ni idea. Aunque seguramente acabáramos borrachos y tirados en el sofá. Sería un buen momento para "rayuelear", hablar de libros y discos y olvidarnos de que existe un mundo amenazante ahí fuera. Donde las madres llevan arrastras a sus hijos y les dan bocadillos de Jamón York como pequeñas aves sin pelo recién nacidas en trocitos arrancados como a una carroña. Te presentaría a mis otrod yoes: la ladrona de libros de El Corte Inglés, la bohemia de boina y jersey de rayas azul marino, la sofisticada chica de gafas Gucci -parecen-, la dejada que bebe champagne y deja que se le caiga el hombro del vestido, la de los tacones machaca-"machos-icónicos", la intelectual despistada que nunca sabe donde tiene el reloj y las otras gafas...etc.
Eso sí, podríamos ver "Espartaco", mientras nos ponemos finos. Adoro a Laurence Olivier. Pero la veríamos con una mantita encima, desde el sofá. No me pidas que baile que no sé. Bueno, sólo bailo delante del espejo.
Ya ves, hoy estoy abúlica, deprimida, ni un atisbo de hiperrealidad poética, como diría Carlos Bousoño.
Pensaré en tí todo el fin de semana, no sé por qué, pero lo haré. No me suelo hacer muchas preguntas acerca del porqué de mis actos y sí, en cambio, de mis pensamientos. Dejaré un reguero de miguitas de pan para que vuelvas...tranquilo, ya he matado a todos los pájaros.

jueves, 30 de octubre de 2008

PALABRAS PARA MANUEL II

Acabo de llegar a casa. Me han obligado a cenar y, por fin, me he sacado las botas y el chaleco. Alguien debió de secar todos los charcos, porque, al final, no me encontré ni uno. Así que ahora, descalza, paseo por la habitación como por "Park Áveniu"-disculpa la grafo-fonetica analogizada- en busca de una clochard que me venda un paquete de Kleenex, porque hoy ha sido una jornada que mejor dejar en un pañuelo de papel. Me tomé un café histérico a las 15.30 h., tres cuartos de hora antes de la clase. El tipo de la cafetería tiene la cualidad de exasperarme. No se entera nada. Estuvo jugando con mi paciencia y el mando de la televisión unos veinte minutos, mientras yo apuraba mis cigarrillos hasta el final. Ahora todo me parece muy lejano. Como algo sucedido hace años.
Se quedó sobre mi mesa la postal del museo d'Orsay con el puente de Monet. Ahora mismo no sé en qué lado estoy, porque la voz de Charles trenet me lleva en el carrousel de las fieras. Casi puedo sentir el taconear de mis zapatos de charol sobre las tablas del puente. Alguna vez me dispararon al borde de un puente, una vez que viví. Ahora no soy más que una estudiante paliducha con dolor de café y con ganas de tomarse una copa. En clase estuve ausente. Me torturaba el recuerdo de Horacio besándose con la Maga cerca de Notre-Damme. Estarían en pleno rescate de charcos, mientras yo estaba encerrada escuchando cómo lo hacía Lope con Marta de Nevares, amores sacrílegos, nada menos. Pero yo prefería escuchar al diablo con su navaja y su vals en tres movimientos. De dos a cuatro. De dos a cuatro. Los espectadores no habían llegado todavía. Yo me tocaba la herida de la frente e imaginaba "La mer" de Debussy. Te hablaba al oído y tú ni te enterabas. Otro al que le tiro piedras a la ventana y me baja las persianas. Horacio tiene la coartada de Cortázar y de que sus besos sólo se reactualizan cuando pienso en ellos, como ahora. Ahora mismo, la Maga y él están tremendamente enredados...Hoy no saldré a cazar dedales que se cambian por un beso, ni a buscar el camino dorado de vuelta a casa. No, hoy estoy celosa, porque Horacio se ha ido con la Maga. Me daré un baño de sales y pondré mis pensamientos a remojo. Nunca seré una mujer de moño italiano ni una Anita de la Dolce Vita. ¿Recuerdas a la niña y al bicho de la playa? Yo soy el segundo.

PALABRAS PARA MANUEL

Hoy llueve y hace frío. Nada anormal en esta época del año. Yo estoy aquí con mi echarpe rosa y mi taza de café escuchando a Yann Tiersen. He vuelto a adelgazar. Dentro de poco sólo seré una filmina de mí misma. Apenas toco ya el piano. Aunque siempre paso la mano con esmero por encima del teclas. Fui una niña terrible. Tocaba el piano y hablaba con un corrección pasmosa siendo un bebé. El niño que no me dará la Fortuna.
Hoy me he levantado entre las mantas como un gato enfurecido. No me apetece ir a clase. No me apetece nada más que estar en la cama en posición fetal. He ido a la biblioteca de casa y no he encontrado nada interesante. Tan sólo el deseo de ser la Hermosa Olimpia desnuda en su cama. A veces caigo de cuadros o me metro dentro de ellos. La hermosa Olimpia era prostituta y yo una meapilas. Pero eso no tiene que ver para que nos parezcamos físicamente en la blancura de la piel.
Hoy presiento un día pesaroso. Mejor sería ir a tomar una copa al "Jazz-Filloa" y dejar que el olor a hierba me embriagara. Pero no, yo debo ser una mujer de moño italiano y gafas oscuras de identidad secreta. El moño italiano da una majestad especial a la mujer que lo lleva. Por eso yo tengo el pelo tan corto. Nunca seré una mujer de moño italiano.
Quisiera perderme para siempre en el puente de Claude Monet: "Le bassin aux nymphéas, harmonie rose". Ese puente que ya he cruzado tantas veces y en el que tantas veces he descubierto mi verdadera carne humana.
Las gotas caen lacrimosamente por el cristal de mi ventana, mientras fumo mi Ducados Rubio y me pregunto qué hubiera sido de mí de haber nacido en la Roma Imperial. Hoy no tengo ganas de ser coherente. Ya ves. Me voy adonde mi mente me lleva. Y yo estoy sobre el puente de Monet pintado y repintado mirando el fondo del estanque. Casí no hay peces, sino una muchacha pálida y cubierta de flores. Triste Ofelia, que navegas sin descanso.
El café se habrá enfriado. Me veo en la taza de café con la cara mal lavada y restos de rímmel. Tengo ansias de mujer doble; por un lado, quiero ser la perfecta señorita, por otra, la perfecta dejada, que diría Sebas. Hoy estoy más por la dejadez que por el señorío. Me aburre. Me deshago. Como una magdalena en el café con leche. Tendré que buscar a Horacio Oliveira para ir a matar charcos esta tarde a la salida de clase. Quizá nos la pasemos con nuestras gabardinas empapadas buscando hilos que conduzcan a casa. A esa Casa donde están Etienne y los otros. Entraremos en un café a fumarnos los últimos puchos y pediremos jerez. Después de haber asesinado un retrato de tizas en el suelo. ¿Cuándo volveré a casa? a mí casa

viernes, 24 de octubre de 2008

"MADRUGADAS DE OTOÑO"

Me he despertado de madrugada, como si alguien en secreto me llamara por mi nombre. He dado media vuelta e intentado dormir, pero ya estaba desvelada. Además, apenas quedaban cinco horas con mi cita con Alfonso. Me levanté de la cama como quien levanta a un muerto y me puse a mirar el montón de libros que me queda por leer. El libro tiene una apariencia física amable, dulce, de hierba recién cortada. Y mis manos se deslizan sibilinas por las páginas como un ave sedienta. Releía a Pessoa. Y me preguntaba que andaría haciendo hace cincuenta años Bernardo Soares una noche de desvelo. Encendí un cigarrillo en la cocina y me senté frente al televisor apagado. Sólo veían mi imagen desaliñada reflejada en el negro de la pantalla. Soares soñaría en vida. Desconozco la capacidad de soñar que no sea a través del ensueño o la ensoñación, obviamente, pero algo me dice que Bernardo poseía una facultad de ensoñación que se escapa a cualquier intelección. Puse la cafetera italiana y esperé a que el negro brebaje subiera. Me daba la impresión de que Pessoa se hallaba sentado al otro lado de la mesa con su impertérrito vaso de vino. Me asustaron las campanadas del reloj del pasillo, mientras se iba por fuera el café. Me había quedado mirando a una esquina en donde estaría mi admirado lisboeta. Me serví el café en una taza de porcelana rota y eché una gota de leche fría. Luego removí el abundante azúcar. Sin duda, Soares soñaría o se entregaría a la melancolía desde su ventana que daba a la Baxa. Vería a las primeras lecheras y a los primeros vendedores traquetear con carretillas sus productos, en ese amanecer que aún se nos antoja un nocturno de Chopin y que en su azul oscuro deja el ambiente impregnado del frío de las primeras luces. Yo me acerqué a mi ventana y vi el patio de hormigón. Inmóvil, monstruoso, callado. En otro tiempo se hubiera podido jurar que perteneció a un campo de concentración, ahora es el "parque" de una urbanización. El suelo está gastado de balonazos y lleno de colillas y escupitajos. En más de una ocasión, los arañazos del suelo se me han aparecido como estigmas de mi propia piel que aún no han cicatrizado. Algún coche merodeaba la zona y, sin darme yo cuenta, el café se enfriaba de nuevo en la mesa. No me gusta la palabra "urbanización", para definir civilización en pleno salvajismo. Estaba aterida de frío, así que cogí mi chaqueta de Kiel y un echarpe rosa en el que me envolví. El café tenía cierto regusto amargo, porque se había quemado. Cogí el "Libro del desasosiego" y me tumbé en la cama, esperando que Pessoa dijera algo. Pero siempre calla, cuando se aparece.

miércoles, 22 de octubre de 2008

"APENAS QUEDA NADA"

Tengo frío. Apenas queda nada de mí. Me estoy diluyendo como una acuarela malpintada. Estoy abrigada con chaqueta militar y mi shary de la India al cuello. Tengo un aspecto entre pintoresco y de bohemia trasnochada. Sólo queda la petulancia, el sombrero beige y las gafas. Ya no queda ningún Humbert-Humbert al que seducir. Mi inteligencia no me sirve nada más que para cavar fosas en el cementerio de la memoria. Yo era feliz como una nínfula navokobkiana que iba dejando sus píldoras venenosas por corazones de cincuentones. Ahora el juego acabó. Ya casi voy a cumplir treinta años y estoy preparando unas oposiciones a secundaria, por las que moriré. En fin, entraré a tomar un café. Huele a fritura y a humo de tabaco negro. Parece una tasca de fin de siglo. En menos de un minuto me encuentro en la alegre White-Chapel con un cuaderno y un bolígrafo. Apenas queda ya nada sobre qué escribir. Pido al camarero grasiento un café largo de café y se me antoja que me darán achicoria o cascarilla. ¿Por qué te hizo el destino pecadora?- me dicen Los Panchos. Me hizo Dios pecadora, como hizo los cielos o los ríos. Lo importante es que ahora estoy tan alejada del pecado que apenas queda nada de mí. Las manos heladas con sus dedos largos, como los de Nosferatu, aterrizan en una taza de humeante café. Es extraño tomar café sin notar la presencia analgésica de Pessoa. Pero igual que ya no sueño, ya no siento aquella común melancolía que nos unía en tardes de cafés. Quizá deba de pasarme al vino y cometer pecados nuevos a la luz del filamento de una bombilla. Abro mi paquete de Ducados Rubio, que es de lo más barato que hay, y extraigo un cigarrillo que me dispongo a fumar. Fumo sin ganas, lentamente, porque ya no queda nada que merezca la pena. Quizá me esté matando en este mismo matando. Lo que sé es que este momento ya no lo volveré a vivir, porque no podemos repetir una sensación y lo que yo siento es una especie de nada que se expande como una araña inmensa que me va devorando. Dejo el cigarrillo en el cenicero, consumiéndose. Realmente, al contemplar cómo la ceniza se quema, me doy cuenta de que mi vida se ha consumido sin glorias mayores. No conozco la alegría y soy maestra en tristezas. Mis amigos me abandonaron o se cansaron de mí. No les culpo. Es difícil contemporizar con un espíritu esquivo y violento como el mío, aunque a veces sea tierna y fiel como una perra. Apenas queda nada que salvar de la quema. En la televisión ponen un magazín insoportable. Apenas tengo ya nada qué decir. Me paso la mano por la cabeza y descubro mi pelo corto. Nunca seré una chica guapa. Nunca seré una Srta. de "La" Coruña. Definitivamente, mis padres han fracasado en eso. Aunque me pongan gomas en la ortodoncia y parezca una muñeca mecánica que come poco. Ya casi no sueño. He perdido mi capacidad para soñar. Soy una asesina de Bernardo Soares. No me rijo ni por emociones ni por sensaciones, los sentimientos los tengo anquilosados. Vivo por inercia. Y más que por inercia, "a tientas". Voy por un largo pasillo serpenteando los obstáculos. He dejado enfriar el café. Magnífico brebaje adorado por Balzac. Qué me queda: tres pares de gafas, unos cuantos fulares y un montón de ropa que me queda enorme. Parece que he perdido parte del cerebro con los kilos. Lo cierto es que me complace contemplar mi delgadez frente al espejo con ese andrógino aspecto del pelo corto. He de reconocer que soy un ser extraño en mi género. El otro día Manuel me recordó en el mercado. Y yo recordé el gran mercado de fruta de San Leopoldo en Rio Grande do Sul. Qué hijas de puta!!! Cómo se portaron de mal las españolas. Pero a lo que iba, el mercado era tan impresionante y colorista como lo definía Manuel. Yo me movería por la zona de frutas exóticas, buscando papaya y mango,o, tal vez, si estuviera en Alemania me encontraría entre el melón y la sandía. Ahora, prácticamente no como fruta. Espero que esta noche duerma tan profundamente que no despierte, ya, de una puta vez.

viernes, 17 de octubre de 2008

UNO DE TANTOS DE 2004

Domingo, día de la madre a eso de las 20.00h.
Estreno piso, estreno independencia y, hasta cierto punto, estreno vida. Ya no tengo que darle los Buenos Días a nadie, ni dar las gracias ni nada de nada. El piso es genial. Está en el peor barrio de Kiel -en la parte menos mala del barrio turco, donde ya no hay turcos. Curioso gentilicio para una zona apátrida-. Tiene: a) recibidor en el que no pienso recibir ni a mi puta madre, b) cuarto de baño con ducha y azulejos –algo increíble aquí-, c) salón grande con un fregadero y dos fuegos en una esquina y d) un balcón inmenso por el que me ve en pelotas todo el vecindario cada mañana. Hay dos puertas de cristal gigantescas que dan a la calle, bueno, al balcón que a su vez da a una especie de patio de vecinos que tampoco es un patio de vecinos. Ayer de noche me cagué de miedo, pensando que Norman Beits –disculpa la grafo-fonética analogizada- iba a aparecer con un cuchillo de cocina ensangrentado, ensuciándome las ventanas, o haciéndome muecas vestido de madre castradora.. En fin, que como me roben el portátil me cago hasta en mi vida.
Me han prestado platos, vasos, cubiertos, un banco de parque robado, un colchón y un par de lámparas. Yo he comprado un póster de Winnie, The Poo y una plantita con flores blancas..
La temperatura es fantástica y todo eso. Lo malo es que me tengo que vestir en el cuarto de baño y yo ODIO secarme y vestirme en el cuarto de baño, porque la condensación y el vaho no me permiten un correcto secado corporal. No tengo nada que contarte. Nada que no sea un estado de ánimo y así que te voy a contar las pocas tonterías que hice hoy:
Me levanté a las 12, porque me iba a explotar la vejiga. Estuve dos horas intentando no mearme, pero al final tuve que levantarme. No me duché, porque no me dio la gana. Me fumé un par de pitillos en bata desde mi balcón y pensé durante unos segundos qué ropa limpia me quedaba...Esos segundos me bastaron. Tomé mi café soluble infantil y pensé en que no tenía ganas de hacer nada. Salí a coger el bus con las “novelas ejemplares” en la mano, esperando que le explicaran de una vez a Berganza, por qué había adquirido la facultad de habla. Llegué a la estación de tren y miré lo más barato para comer. Como ayer fue festivo, no tengo nada digerible en la nevera, a menos que nombre un par de congelados que, a la vista de no tener aceite, dan lo mismo. Comí en un restaurante Chino una cosa de 3 euros que me supo a Dios y me quemé la lengua porque siempre que como es resultado de horas y horas de ayuno, con lo cual, la ansiedad ante el plato me traiciona. Llamé a casa a cobro “pervertido” y felicité a mi madre en su día. Articulé palabras amables, mientras revolvía el café que acababa de pedir. Tuve sentimientos extraños por un momento. Miré las vías del tren, miré las tienduchas que estaban abiertas y preferí gastar 2.80 en postales de ositos. Después de escatimar céntimo a céntimo, no pude resistir la tentación de entrar en la floristería. Compré la planta menos fea y la más barata y me sentí increíblemente adulta. Como me envolvieron la planta en papel, me fui mojando las manos todo el camino hasta llegar a casa. Tomé un par de cafés, racioné el tabaco y me puse a estudiar alemán tres horas. No tengo habilidad para los idiomas, qué se le va a hacer. Cuando terminé hasta los huevos de tanto “Wer ist Das? Das ist Pepe”, me duché placenteramente. Me picaban las piernas de órdago, porque ayer de noche me las afeité como quien esquila a una oveja y me hice una irritación estupenda que no me dejó dormir. Hubiera sido mejor dejarme los pelos largos y, así, al tocarme las piernas, tener la ilusión de que estoy con un macho icónico al lado, pero lo hubiera llamado Cipión o Berganza por lo de las melenas y seguro que se habría enfadado el muy inculto. Y ahora te escribo todas estas tonterías a ti para eludir tediosos estado de ánimo y pasar el rato, que luego me toca seguir con Cervantes.
Y mira que me aburre la descripción de acciones insustanciales, pero quiero satisfacer al mesiánico señor X que se pone muy chulito, porque lo llamo el “Salvador”.
Pues ahora, estaba jugando a ser Josephine Baker y a autoseducirme, pero la mierda esa de crema para las piernas me ha puesto la batita de estrellas hecha una basura. Voy a dejar de escribir ,porque , como que estoy muy mundana, y así no me gusto.
Acepto todo tipo de sugerencias sobre lectura, desde manuales hasta novelas. pasando por tebeos de Tintín. Si te parece que debo hacer algo que no estoy haciendo del tipo que sea, dímelo, no vaya a ser que tengas razón. Lo que se te ocurra excepto volver a casa. Que se mueran Dorita y los chapines colorados.

domingo, 12 de octubre de 2008

LOS HOMBRES DE SOBACO ILUSTRADO (Texto de 2005, Alemania)

Escribo desde la cocina. Las ventanas están abiertas y veo el patio iluminado por el rayo fino del sol en los últimas días del invierno. Practico recetas de escritura. Tomo un café muy malo, suave, como para niños. Mi compañera toma el sol con su madre. Yo siempre tengo frío. No me gusta el sol. Ni la playa. Ni la desnudez gratuita del verano.
Tengo las manos estropeadas, porque aquí el agua es muy dura. No tengo ganas de cumplir. Pero hay que justificar el destierro.
El carnaval es sórdido y me recuerda a Larra antes de suicidarse... A veces me pregunto cómo sería la vida sin citas ni personajes. Es pura gimnasia. Ésta que hago yo para contentarte. Soy experta en malversar emociones... Escribir sin ganas es como empeñarse en seguir en la cama cuando ya no tienes sueño. Como dejar el cuerpo muerto cuando te abraza el gran fornicador. Es divertido hacerlos sentir inútiles, eunucos, tristes Farinellis (y?). Tengo frío y las bragas que llevo hoy me molestan. Se me clavan en el culo.
No hay mañana que no me caiga de sueño. Siempre quiero estar cinco minutos más en la cama. Me levanto con calma. Miro al techo. Maldigo. Me retuerzo y me estiro. El gran cuadro me da los Buenos Días y yo le contesto con una reverencia. Huelo a calorcito y parezco, de nuevo, una niña recién levantada.
Hay un espejo apoyado en la pared. Ahí interpreta mi cuerpo sus posturas de bailarina de Degàs. Me veo con una extraña perspectiva de enana que mira al gigante. Encantada, señorita. Luego me desnudo y atisbo las nuevas venas que me han florecido. Despuntan nuevos arcos de calamitoso desgaste. Tengo las manos afiladas y un hueco profundo a la altura del estómago, donde se unen las costillas. Recojo el sofá y poso como Olimpia, pero sin criada negra. Me repugna el desnudo con los pies tapados, por eso, sólo en ese momento, me permito estar descalza. La revieja sueña en su diván freudiano como las niñas de Carrol en angelical postura fotográfica. Parezco buena, parezco santa. Y de repente, soy la Sra. Eluard en la cámara de Man Ray y estoy colgada en la gran sala del tonto de Luis.
Me ducho. Intento ducharme. No, no consigo entender este grifo de Anette. El agua me sale fría y toda la piel parece papel charol brillante de gotitas. El agua cae, pero yo no me mojo. Ventajas de ser la niña-sapo. Es el momento de la segunda fantasía del día: mi marido va a entrar en el cuarto de baño y yo no soporto que entre sin llamar. Viene canturreando, con el pijama mal colocado. Mete la cabeza entre las cortinas de la ducha para darme un beso de buenos días. De un golpe, le saco la cabeza con la mano mojada. Él lo toma como una alegre gracieta de mujercita joven. Pero a mi me irrita. Él sigue inconsciente el curso de la maquinilla de afeitar, embobado, con el calor de las sábanas y la cercanía de otro cuerpo. Lo llamo por su nombre. Cierro el grifo. Silencio. Y yo le digo: no te quiero.
Salgo entre furtivas risas del cuarto de baño. ¡Qué alegre es la independencia de las separaciones! Ya falta un poco menos para fumar el primer pitillo del día. Si a las 5 vienen los del piso, tendré tiempo de ir a tomar un café. Aquí el tiempo es elástico y la soledad esponjosa. Trata de encoger en un puño la esponja de la ducha. No puedes. Pues la soledad interrumpida por terceros es así. Suena a seguro de accidentes, pero es verdad.
Subo al autobús con cara de “mecagoendios”. Una ceja más levantada que la otra por si a alguien se le ocurre acercarse. Los libros debajo del brazo, como los hombres. Ellas parece que llevan un bebé descamisado, por eso rodean los bártulos con signo de abrazo y ademán de repisa. Los hombres llevamos los libros clavados debajo del sobaco. Somos funcionales, no nos andamos con mariconadas ni posturas. Yo sólo impostura. Una mano en el bolsillo del pantalón, abrigo sobre los hombros y llega Lord Byron al seminario: “¡hooola, buenos días!”. Se acabó, ahora a representar el papel de alegre imbécil...

martes, 7 de octubre de 2008

"RECUERDA, CUERPO"

Viernes, 25-VI-04.
Es de noche. Ya casi van a dar las 23.05, pero fumo voluptuosamente recostada sobre mis mantas, mientras escucho a Edith Piaf y el dormitorio se impregna de olor a catedral. Estoy de jornada romántica con mi “ego”:tenue luz de velas, mi cama convertida en diván de odalisca, yo recién duchadita y perfumada, Cavafis en el suelo y la foto de dos chicas besándose con esa apreciada asexualidad angélica del lesbianismo andrógino. Todo muy homosexual, desde mi querido Constantine hasta mi yo reclamándome desde la cama. Qué extraño es escribir sin coartadas, aunque tú nunca sabrás cuál de ellas te escribe. Supongo que no tiene importancia. Ojalá me pudiese desdoblar y abrazar mi cinturita, oler mi nuca, besarme con cuidado como con aire infantil y sentir la cercanía de un cuerpecito como el mío, liviano, casi sin peso, dormidamente despreocupado, en el que el sexo no sea un salvajismo de carne ,sino una identidad de piel compartida. Esto me recuerda a Alejandro cuando tenía dos años; si le ponías la boca en forma de beso, el correspondía con una dulcísima saliva en los labios. Lo desangelizaron convirtiendo el beso en una convención de mejillas resecas.

También me gustaría acunar a mi niño. Ese niño que la naturaleza no me dará nunca, porque no puedo engendrar un infeliz más para un mundo nauseabundo. Sería condenarlo desde el principio al suicidio. Nadie lo libraría de la carga genética de una madre demente, pero yo necesito a mi pequeño aunque sólo sea un dibujo de aire sobre los brazos que acunan la dulce nada de los niños que nunca nacerán. Los niños, realmente, me hacen llorar. En el autobús, en los centros comerciales, en las cafeterías con esas madres repugnantes que les fuman en la cara. En el fondo, o están muertos o tienen esa crueldad de los siete años que heredamos de nuestra infancia más cruel, cuando apretamos a un sapo en el puño o echamos alcohol en un hormiguero y luego lo vemos arder con cara de terrible satisfacción.

No me apetece volver al diván “marlene-dietrich”, quiero quedarme con las piernas colgando en al silla y pensando en el pobre Job. Seguro que si hubiera nacido en tiempos de Cristo, yo hubiera sido la primera en ponerle la esponja de vinagre en la boca. Me abruma pedir perdón por mis pecados e, incluso, por aquellos que pude no cometer. Tengo miedo de irme al infierno. “Yo quería ser apacible y buena”-dice ella. Y yo también.

Lo del lunes fue frustrante. El tío era un hortera de 26 años que me dijo “salud” en alemán cuando estornudé en una cafetería y a partir de ahí, patatín, patatán, te llamo. Yo creo que se dio cuenta de que no me había gustado estar con él. Apestaba a sudor y la boca le sabía a cerveza vomitada. Bueno, aún nos reímos un rato por teléfono las adoradas y yo. Dicen que no tengo término medio, que paso de puta a beata en un abrir y cerrar de ojos, que, en el fondo, soy una promiscua. Que se callen, yo todavía no me he tirado a nadie, porque la cena estaba muy bien preparada...Las adoro.

Bueno, voy a adorar mi cuerpo un rato y luego, leeré e lcapítulo de la clochard de rayuela.
L. Fraga.

jueves, 2 de octubre de 2008

PURA MIERDA


Fumaba sentada en la cocina, pensando quién era la chica paliducha y delgada del espejo y qué debía hacer con ella. Una mujer de pelo teñido, si es pelirrojo, siempre tiene mala reputación. Sabía que aquella noche escribiría pura mierda, pero llevaba un colocón emocional que me impelía a vomitar por escrito. Cogí unas cuchillas del armarito de mi padre y me hice un relicario. Nadie da importancia al Credo que rige en las cuchillas made in Germany. Pero yo sé hasta qué punto he visto caer mis vidas en paralelo y cómo no he acertado a comprender que ninguna me pertenece. Bernardo Soares escribe en su cuarto mientras yo lo miro de espaldas a la vida. Soy una muñeca que se rige por pulsiones pseudovitales, apenas el sueño es de mi mundo. Soares sueña hasta cuando no sueña.Sueñe el mendigo como príncipe y el príncipe como mendigo. He naufragado en baños de sal y he mirado al sol con los ojos bien abiertos. Pero soy la sombra perpetua de un Peter Pan que se quedó encerrado en la cripta de las leyendas perecederas.Me queda flojo el sombrero de Soares y su aliento asmático demasiado estrecho. He visto correr la sangre por mis muñecas y mis versos manchados por el rojo de mis venas, pero eso no me hace más fuerte que un árbol caído.La sangre embrutece y perturba, porque lleva a una ataraxia donde desaparece el dolor y da lugar a la era analgésica. Embrutece hasta el angelicamiento, porque nos convierte en seres sin más pasión que la falta de ella. Yo puedo superar la delgada línea del miedo y el dolor y convertirme en un donna angelicata sin largos cabellos y un enamorado Petrarca. He rezado a las vírgenes y he pedido que la muerte me llevara, pero eso no me hace más santa de ninguna devoción. Aquí, en este paraíso de los idiotas, donde una camisa rota es una bandera, nos alimentamos con rollos de celuloide y lentes microscópicas.Porque el amor ya sabe a poco y ha perdido su sentido, es una palabra manida, casi obscena para declarar la posesión. Yo aprendí el lenguaje de las alondras, cuando alguna vez fui niña, allá cuando la muerte no era la sopa de cada día. Pero de tanto sorber la sopa, desconocí a los pájaros y me cortaron el vuelo, dejando dos muñones donde antes hubo alas. Yo soy una mujer hecha de barro y de algas, harta de los nenúfares y de los cisnes, que mete sus pies embarrados en la ponzoña de la noche enferma que supura dolorida por todos los hijos muertos. Puede que no sea hoy ni tal vez mañana, pero algo me dice que esa niña que huele a sangre y a pis se llama Lucía y que algún día aparecerá colgada de lo alto de una lámpara. Yo no sé hablar de lo bello que hay en el ser humano, para eso están los poetas, yo sólo escribo lo que le dictan a mi conciencia los negros pensamientos perseguidores. Fui una vez sirena y con mi cuerno convocaba a todos los seres de la naturaleza para ofrecer a nuestro Dios Menor el fruto salino que se escondía en los cabellos de la Hidra. No hay nada más triste que un columpio; un columpio es la posibilidad de una caída fatal.El columpio y la mariposa es la memoria de un fracaso, la una de un salto que no pudo ser, la otra de la belleza crucificada. Se llevaron a mi padre para ajusticiarlo, yo sólo pude cavar su tumba. Los soldados reían borrachos entre tiros y meadas por las paredes. Yo me adormecí sobre la cama de Soares y me despertaron los estertores de la muerte. Pessoa se desdoblaba como en la imagen de un vizco y llevaba en cada mano un trozo de pan y cuchillo. Si alguna vez he sido feliz, no me he dado apenas cuenta. Me apetece tomar una copa, pero no hay nada en casa. Tomaré las pastillas para dormir y me daré un baño.Y yo sigo aquí, fumando en la cocina, esperando la moda de las venas cortas o largas.

sábado, 13 de septiembre de 2008

sábado, 16 de agosto de 2008

A CUCHI. MI INTERLOCUTOR

Hola Cuchi:

No me importa decirlo, pero te necesito como interlocutor para seguir escribiendo, eres mi motor en este momento. Escucho a los beatles y aspiro el humo de mi cigarrillo como si una serpiente venenosa se me enroscase al cuello, mientras miro por la ventana en este paraíso de idiotas, ciudad-dormitorio, donde las camas están deshechas después de hacer el amor y la guerra y huele a flujo frío y a caricias de plástico, a humedad de cuerpos doloridos por besos de mentira y a profilaxis con espermicida. Me pregunto quién soy yo en la cama. Soy una mujer inválida que besa con labios de acero. Soy una amante en voz pasiva. Una niña a quien una mujer prestó su cuerpo por un par de horas. En esta ciudad-dormitorio, donde nadie duerme, los amantes se miran con ojos de monóculo herido. La mirada desgajada por la navaja no es más que una forma del verbo "amar" "hecho polvo". Por eso yo te miro con los ojos en las manos. Y me pregunto por ese tú, que no es más que un pronombre sentado en una butaca del cine, cuando la película ya está a medias y no puedo descifrar los signos de tu frente. Es tarde ya. Cuando los ojos han caído de las cuencas, los cuerpos se vuelven figuras de arena, que se deshacen al intentar cogerlas. Alguien susurra un "Te deseo" en una esquina oscura de mi mente y de, pronto, me encuentro en el abismo de la infancia vestida de Femme Fatale. Deslizo mi navaja por el brazo y me complazco al contemplar la carne reflejada en el filo. Sólo desnuda soy más impúdica que la peor de las verdades-pienso. Y desfila mi navaja por los ríos azules que van de mi muñeca al pecho. Una mujer a la que nunca han besado más que viejos y borrachos es más hermosa con la piel mojada por la lluvia. Lucía nunca estará en el cielo con Diamantes, se beberá los diamantes y terminará vomitando brillantes en cualquier retrete. Yo soy una amante cruel. Un cuerpo hecho para perderse en licores sombríos y una mente perniciosa que envejece a cada hombre que me toca. "Ich liebe dich"- la sangre ya llega hasta los pies. Alguna vez amé a algún hombre, pero era tan pequeño que me cabía dentro del puño. Nadie sabe que me masturbo en las iglesias, dentro de los confesionarios para ser absuelta. He vuelto a fumar otro cigarrillo mortal. Cuando era pequeña, pensaba que la Virgen no tenía sexo. Ahora sé que hasta Dios se hace pajas. Qué dirían de mí en "La" Coruña, si supieran que escribos versos y blasfemias. Qué dirían de la pequeñina de los Fraga, si supieran cómo es en el fondo. Una pelleja!!! Hubo un tiempo en que planté flores, ahora planto pecados y arrogancia, porque soy "una mujer de pelo teñido" con un revólver en cada página. Cojo el autobús con destino a Puerta Real y apoyo la cabeza contra el cristal, mientras leo, en mi asiento, el Libro del desasosiego. Me pregunto por ese yo que me persigue sin descanso. Es tan hermosa como una muerte súbita. Yo tengo alondras en los cabellos que se alejan, cuando el semáforo está en ambar. Pessoa se ha sentado a mi lado.Huele a absenta. Sé que si la probase, me mataría como un mal sueño mata un amanecer. Mi yo es anguloso como la cara de un hombre enfermo. Pessoa lleva el sobaco ilustrado con la prensa del día. Ayer fui una buena hija, hoy, tal vez, beba más de la cuenta.El día que me lleven al altar que sea de beige y muerta, del brazo de mi padre y fumando "reales". Me consuela saber que, aunque nunca pueda ser madre, he tantos hijos como versos. Mis entrañas verán la luz del día y azules y brillantes se mezclarán con la tierra de los pastizales, cuando yo me mate. Cuando yo me mate, no habrá llantos ni flores, sino silencio y manos atadas. Cuando yo me mate, cantarán de nuevo los Beatles. Cuando yo me mate, nacerán todos mis hijos carne dura de la piedra. Cuando yo me mate, tan sólo llorará un niño al ver la luz. Cuando yo me mate, me meterán en el hueco que está al lado del cuartucho del enterrador. Cuando yo me mate, os liberaré de la carga de ser yo. Cuando yo realmente viva, beberé por todas las noches de soledad enquistada. Cuando yo realmente viva, cometeré pecados no imaginados a los ojos de los hombres. Cuando yo realmente viva, borraré mis huellas dactilares a fuego lento. Cuando yo realmente viva, habrá un temporal de canciones y ginebra. Cuando yo realmente viva, estaré más que muerta. Escucho la voz de mi madre enferma que me llama entre la multitud. Ha muerto de melancolía y ha venido a dar a esta estación de trenes que no llevan más que al infierno. Me acerco a ella y tomo su cara, pero se me rompe como una pompa de jabón que desaparece y sigue llamándome. Su cuerpo exangüe está entre los fardos y las cagadas de perro. No puedo tocarla, porque está intoxicada por el hastío y el agua radiactiva. Las monjas de mi colegio me enseñaron que tengo ovarios y vagina, pero yo a estas alturas aún me pregunto ¿de qué sirven? Siempre quise viajar a Casablanca, Rick y yo debíamos cerrar aquel asunto. Era un pacto entre caballeros. Nada de mujeres. Sólo él y yo. La chica no formaba parte del trato. Un revólver y cinco balas. Mary y yo tenemos un hijo que se llama Richard. Nadie me dijo qué estaba mal o qué estaba bien. Yo sólo era un chico de diecisiesete años con ganas de disparar. Todo el mundo dice que rías y tienes que pintarte una sonrisa estúpida de una felicidad que no conoces. Luego están los vitalistas, "qué hermosa es la vida", y piensas en cómo no los ahogaron sus madres en la cuna. También hay vendedores de redención que te aseguran un futuro en el paraíso, pero siempre pierden tu póliza. Ser feliz es un imperativo social. No se deprima, no sea descortes! Nadie quiere a un depresivo. La felicidad se busca como una sortija perdida. Rezando el Responso de San Antonio. Eres joven y bonita, qué más quieres. Hay que salir y divertirse. Pero tú quieres entrar y cerrarles la puerta en las narices. Dime algo, algo que no tenga que ver con nosotros.Dime que nacimos de madres distintas y que nuestra sangre es diferente. No me vengas con el rollo de que somos poetas. Yo sólamente escribo. Palabrear, palabrear, palabrear. Dame jabón y seré feliz por una noche. Dime algo bonito, tú que sí sabes hablar de lo hermoso del mundo. Yo sólo veo larvas por las paredes y niños sin cabeza o viajes de Rexer Flash. Te espero en la sala de visitas.

Un beso,

L.Fraga.

jueves, 14 de agosto de 2008

A CUCHI. DESARREGLOS HORMONALES

Hola Cuchi:
Necesito hablar; hablar de lo que sea, pero hablar. Palabrear, palabrear, palabrear.¡Padam, padam, padam! Escucho a la Piaf con su voz desgarradora, mientras mi pitillo se consume en el tendedero y mi alma se vende al mejor postor. ¡Padam, padam, padam! El mejor postor siempre es el viejo Diablo con su "infierno musical" y sus paredes de mucosa roja. "La Vie, L'amour" Cuando era pequeña pensaba que en otra vida había sido una asesina de Cristo. "La Vie en Rose" París nunca brillará tanto como el día que empecé a leer Rayuela y me convertí en una Clochard de las letras."Milord" Antoine Doinell aguantó los Cuatrocientos Golpes, yo he golpeado cuatrocientas veces mi cabeza contra esta piedra y ha nacido un niño. Los niños de piedra son hijos de la memoria y las lágrimas. Pondré una foto de Pessoa junto a mi Buda y encenderé candiles que eleven el humo azul de nuestros ojos."Comme moi" Ven, ven al paraíso de los niños perdidos, donde desnudos recorrimos la selva hasta atrapar nuestras sombras, esclavas de las miradas de los hombres de pensamientos negros, donde el corazón están en un pozo de piedra allá donde no llega ningún cubo. "Le Vieux piano" Mi padre tocaba Romanza sin palabras en el viejo Gaveau, cuando yo ya dibujaba niños ahorcados. He visto muñecas sin cabeza y mi sangre por las paredes. "Polichinelle" No hay nada más siniestro que la sonrisa blanca de un payaso de circo. El circo es una carpa de miseria y olor a mierda."Toujours Aimers" Una vez soñé con Praga inundada. Hace unas noches caminaba por Venecia inundada, con la ropa mojada pegada al cuerpo y sosteniendo un sombrero sobre la cabeza. Entre la gente, me saludaba Balzac que, como yo iba a la iglesia a no sé qué boda."L'Effet Que Tu Me Fais" Es algo extraño, como de sueño profundo; una mezcla de dulce borrachera y olor a cannabis. Imágenes de faunos y unicornios. Un Olimpo donde Baco campa a sus anchas."Mon Manage a Moi" Nunca he soportado el olor de los mercados. Anoche me vi entre vacas descuartizadas, tirada en el suelo, inconsciente, pálida con mi larga melena dorada y un reloj que marcaba las posiciones de la luna en la mano izquierda. "Mon Dieu" Llorar, llorar sin consuelo y guardar las lágrimas como souvenir para las Parcas. Llorar, llorar a pleno pulmón hasta caer de rodillas y recordar como se lloró por vez primera. Llorar, llorar sin huidas hasta hacerse una niña de nuevo."Hymne a L'Amour" Las parejas son como las persianas o las cisternas, nunca vuelven a funcionar igual por mucho que lo arregles. Algún Dios Mayor debió de decidir que yo no fuera amada; algún día encontraré el amor en el limbo de los idiotas."T'es Beau, Tu Sais" La liturgia del amor, desconozco el evangelio según san Mateo, en mi Biblia tan sólo se habla de un fuego abrasador en el que arderé eternamente. ¿Dónde están los príncipes azules? Cuando los repartieron a mí me dieron una rana, porque ya no quedaban."Bravo pour le Clown!" Sé recitar, sé escribir, se leer, se "estar", se hablar, saqué buenas notas, tengo un buen curriculum y la nariz roja. "C'est L'Amour" Es mi padre al piano, es mi padre hablando de literatura, es mi padre y su violín, su mano y la mía diminuta ante la enorme catedral de Compostela, es su pluma sobre el bade, es su té, es su prensa extranjera, es su voz llamándome por mi nombre."Non Je Regrette Rien" No, no me vencerán. Sé pelear. He luchado contra los hombres de pensamientos negros. No,no me vencerán. Sé pelear. He luchado contra botellas envenenadas de yoes adulterados."Avant Nous" Mi pie es estrecho y largo, por eso no puedo usar sandalias, si no tienen para meter el dedo. Pero camino rápido."Le Gaulante de Pauvre Jean" He hecho un collar con los nombres de mis perseguidores y he cavado más tumbas de las que podía rellenar."L'Accordeoniste" Recuerdo Hamburgo entre nubes; ella era hermosa y estaba al borde del canal, yo era una chica cualquiera en un país extranjero que pensaba en cómo nadan los cisnes y que rebuscaba en su cartera para un café que la hiciera entrar en café. Era mi madre y no la conocía. "Sous le ciel de Paris" Nunca serás más rica que ahora-me dijo la gitana al dejar mi mano. Compostela llora cuando haces equilibrios al borde de la navaja. "Le Bleu De Te Yeux" Aprendí de Greta Garbo que para mantener fija la mirada hay que mirar a un solo ojo. "Notre Dame de Paris" Creo que nunca perderé la ingenuidad, la inocencia me la robaron. Soy culpable de todos los cargos que se me imputan, pero yo sólo maté a un hombre con un verso."Le croix" Hay quien lleva su cruz con alegría, otros hacen que otros "otros" carguen la suya y luego estamos los crucificados. No dejéis nada descolocado, no vaya a ser que venga mamá y nos pegue. Recuerda siempre que aunque no eres buena, tienes que parecerlo, señorita. ¡Padam, Padam, Padam!

jueves, 7 de agosto de 2008

ADIÓS AL CÓLERA. AMOR EN TIEMPOS DE SARNA

“ALICIA EN EL PAÍS DE LA MENOPAUSIA”.

“ELECTRA NIÑA HABLA A SU ÚLTIMO PADRE”.

30-VII-2002, A Coruña: “La vida vista desde fuera”.

A veces, cuando leo a Pessoa en una cafetería, siento una común melancolía que nos une con hilos invisibles. Remuevo el café y siento que la cucharilla está unida a la taza, por eso remuevo y desremuevo con calma para que el hilo no se quede enredado. Miro para el café y veo la Rúa Doradores con sus gentes. Con esas gentes que viven una vida indolora y común, con un ritmo ordenancista que les impide ver su propia desgracia.

Pessoa se sienta y escribe. Nunca cruzamos las miradas, porque sé que entonces se rompería el encanto. Yo fumo lentamente, sabiendo que ese ojo ubicuo me mira sin decir nada. Las vidas de los demás se deshacen como polvorones, pero nosotros somos duros como piedras y por eso no podemos dejar de ser, ni siquiera cuando dormimos. El sueño es el único espacio del no-ser, pero que cuando se cambia de cajón, se convierte en otra parcela de la vida. Nos miramos desde fuera como monigotes y sonreímos al ver caminar nuestros cuerpos sin cabeza por la rue Montparnasse o como se escriba, ya me conoces.

Me da miedo haber perdido el ritmo ordenancista de la intrascendencia. Saber, en una palabra, que todos estamos solos, que yo estoy sola. Sé que mis arranques melancólicos no son una mentira, cuando cuelgo los ojos en cualquier parte y me descubro pensando en el pliegue de una cortina o en el papo de una señora gorda. O, como siempre, cuando pienso en mi madre y siento cómo se me eriza el pelo de la espalda y oigo gritos de niños en la calle. Todo me da miedo. Por eso cojo una piedra en la Dársena, la acaricio y cuando me he cansado de saber que cada una de las caras puede ser la mía, la tiro al mar y veo como se hunde. Espero unos segundos a ver si sale a flote, pero nunca vuelve a subir. Luego, cojo otra y me la meto en el bolsillo, por un estúpido “por si acaso” que no sé adónde me lleva con los bolsillos llenos de piedras blancas.

Luego, como castigo de no sé qué, fijo la vista en las grúas del puerto, que me dan tanto miedo, y me dejo asustar hasta el paroxismo. Me siento en el suelo y sé que he vivido algo. Algo tan estúpido como creer que me hundo con las piedras que tiro al mar.

25-VII-2002, A Coruña: “Adiós al cólera. Amor en tiempos de sarna”.

Me he quedado sola en casa. No tengo ganas de aguantar más a mis niños; que paseen solitos, mientras su mamá escucha “All Blues” y descarga su conciencia.

A ratos me viene a la memoria algo de Azorín sobre lo que yo misma he escrito y siento una dejadez de columpio que me chirría en los oídos. Te veo a ti en la Laponia de tu inconsciencia, recostado y olvidándote del mundo, leyendo un libro que te tiene felizmente desatado de la realidad. Cuando te pienso así, me pareces terriblemente inhumano.

Estos días me molesta todo. Tengo momentos de un vaginismo melancólico absolutamente nauseabundo, y , otros, de un capricho infantil que me acerca, cada día un poco más, a ese estereotipo de lo femenino que sabes que aborrezco. Quiero todo para mi. Quiero a la gente en exclusiva, cuando en el manual de la vida te dicen que eso es lo primero que no se puede hacer. Diga San Pablo lo que diga, el amor es el más sublime acto de egoísmo.

Es curioso, pero tengo una extraña sensación de “amor a bofetadas”, y es que no hay que confundir el amor, “esa palabra”, con el apego o la imperiosa necesidad de cariño. En invierno no lo noto tanto, pero llega el verano y sólo me encuentro con la dichosa niña de 5 años jugando sola. Mi infancia me despierta morbosos instintos asesinos.

Ayer caminaba por la estación, pensando en los Gaulois de Cortázar y, de pronto, vi, apoyada en el suelo, una maleta marrón con dos correas. Aquella maleta marrón era como una que había tenido mi padre – en los tiempos también infelices, de antes de que yo naciera-. Inmediatamente, recordé las fotos en blanco y negro de mis tres hermanos cogidos de la mano de mi madre en un viaje que hicieron a principios de los 70. Me quedé idiotizada mirando para aquella dichosa maleta que me traía recuerdos de olor a tabaco de pipa y el sentir orgánico de las piedras de Compostela. De pronto, vi en mi memoria: una mujer y un hombre se besan a oscuras; apenas puedo distinguir las dos figuras humanas; lentamente, los dos cuerpos se van trenzando sobre una cama, en medio de una oscuridad de pesadilla que no me deja verlos. No conozco a esa mujer. Una niña mira a esa pareja desde la esquina de los recuerdos que le faltan.

Las parejas se rompen como se rompen las persianas o las cisternas, que nunca vuelven a funcionar igual por mucho cuidado que tengamos. El amor es como un bebé que se nos cae de los brazos. Y me pregunto si no es demasiado triste que ya desde ahora tenga asumida esa desarmonía del amor; esa crueldad de las promesas que se rompen por falta de tiempo o, quizá, por exceso. Hace años, claro que creía en los príncipes azules y en los amores de perdices y pichones; ahora sólo creo en la constancia. El amor es algo demasiado serio que se rompe a fuerza de manosearlo y de darle mal uso. Es asqueroso. El amor es algo que los padres deberían aprender a llevar en secreto por mucho que se les caigan los trozos a cada paso.

27-IIV-2002. A Coruña: “Terrores nocturnos”.

Hoy he llegado al borde de una sensación justa y maligna. Me he dado cuenta de que no soy nadie; de que me he creado un mundo en el que empiezan a caer todos los andamios. Soy el centro de la nada, porque no soy nadie.

Me gustaría sentarme frente al ordenador con la chulería de la artista convencida, pero desde hace meses he empezado a comprender que nada de eso me pertenece.

Es complejo ser el ombligo de tu propio mundo, cuando sientes la pesadez de los mundos que te rodean.

Me miro constantemente al espejo como para recordarme la cara que tengo y no me reconozco. Me siento, no perdida, sino ausente de mi cuerpo. Nada me entretiene ni me desquita de esa constante llamada del yo al propio yo. El tiempo es elásticamente insoportable y la soledad egoísta y abandónica es un estado de constante alerta del sujeto que desea recordarse a sí mismo como un invitado impertinente que se nos cuela en casa.

Desearía no pensar o, al menos, pensar con claridad. Me canso de ser yo todo el tiempo. Es una pesada carga y una responsabilidad injusta.

Miro las paredes de mi habitación y en cada esquina encuentro un pedacito de mi llamándome a gritos para recordarme que es preciso volver al martirio de todos los días, pero no puedo, me cansa.

No me acostumbro a estar de vacaciones y me da miedo la inactividad. Me impongo tareas inútiles y soy incapaz de prestarles atención. No me acostumbro a vivir conmigo fuera de mi. No me conozco en la pereza y en la inacción, y resulta que es más duro convivir con la mujer parasitaria que con la mujer hiper-saturante(-saturada). Me cansa mi compañía y no consigo prestarles atención a los demás. La nada me lleva por caminos que excluyen a los otros y que, en determinados momentos, parece dispuesta a enajenarme. Me conduce a un estado de estupidez total en el que apenas pienso. Me he descuidado física y mentalmente, con una dejadez asquerosa como si, de pronto, me hubieran cambiado de cabeza. Escribo deliberadamente mal y es curioso, pero creo que no tengo remordimientos. Tal vez, cierta vergüenza de espíritu, porque a ése no se le puede engañar con tanta facilidad.

Los recuerdos se me amontonan como una mesa llena de papeles, y por mucho que lo intento, sólo consigo encontrar trozos de niñas rotas y adolescentes recortadas que veo a través de la distancia de quien contempla un accidente de coche como puro espectáculo. Me canso. Mi discurso se despersonaliza y me encuentro conmigo, borrachita de ego, vacía y sin ganas de hacer la cama. Porque dime: para qué hacer la cama, si de noche se vuelve a deshacer.

Lucía Fraga

martes, 29 de julio de 2008

SENSACIONISMO-ANALGESIA-AMOR MELÓDICO PARA SORDOS

SENSACIONISMO, ANALGESIA Y AMOR MELÓDICO PARA SORDOS

Esta soy yo con toda mi putridez

Cuando me pregunto por ese otro yo que ya ha muerto por mí miles de veces y que es una constante reencarnaión de las soledades compartidas, la pregunta que me aterra es la validez de mis sensaciones. Vivimos en función de nuestras sensaciones, porque a través de ellas percibimos el mundo. Mas, qué son las sensaciones, sino juegos malabares de orejas, narices, ojos, lengua y manos. Todos ellos nos pueden engañar. Porque si ni siquiera tengo la garantía, la legitimidad del sentido hacia la sensación, ¿cuál es el aval que me da la vida de sí misma?. Ninguno. Nos movemos como autómatas por propulsiones vitales de orden rítmico -para qué llamarle vida- y en ese orden nos integramos como soldaditos de plomo en una caja donde un niño nos guarda después de jugar. Algunos tratan de clavarnos las bayonetas, nos empujan con las culatas, nos acarician el cogote con la fortuna del asesino de ruleta.

Efectivamente, somos como peces que saltamos de uno a otro acuario. El cristal nos contiene y nos mantiene a salvo de la Realidad. ¿Seríamos capaces de enfrentarnos a un verdadero vivir, con plena consciencia, donde no existiesen mecanismos de defensa y el dolor fuera tan brutal como nunca lo llegamos a conocer?. Nos contienen felices en nuestro muestrario de vidrio. Algunos son de agua fría y otros de agua caliente. Pero todos tienen unos repugnantes ojos saltones indicadores de la basura que ya no se contiene dentro de nuestro cuerpos y se siente despedida desde nuestras órbitas. Sé que sueño, porque siento la analgesia de una vida ansiolítica y automedicada como en un gran hospital en el que todos estamos enfermos y nos saludamos, pero sin darnos cuenta de nuestras patologías. A veces, no preguntamos por educación, para que el otro no se sienta aún más imbécil y más loco que nosotros.

Me rijo por los impulsos de lo cotidiano, pero sufro silenciosamente cuando percibo el sueño soñado y me rodea el genio maligno. Caigo hasta la cama desmadejada, hecha mujer de trapos con la quien alguien ha estado haciendo piruetas con tijeras; me siento. Y me siento porque emergen los impulsos que van más allá del calendario lunático: lloro desesperadamente, me emociono hasta casi darle la mano a la muerte. Siento el frío de los suicidas marchar sobre mi cabeza y todas las caricias heladas de mis muertes en paralelo. El amor es un asesinato con una muerte lenta y alevosa, porque necesitamos sentir que devoramos al “otro”, que de alguna manera es nuestro, en carne, en alma, en sueños. Los que aman son los parásitos de las buenas intenciones, por eso yo nunca he amado, puedo apreciar o tener cariño, amar es una palabra que ha caído en desuso a fuerza de la moda del tiempo. Nadie puede amar, querer en absoluto, porque eso sería abrazar el infinito. Engañados y estúpidos enamorados, que no amantes de noches esporádicas, ¿adónde creéis que vais paseando vuestro amor con la vanidad de la innovación que cae en tótem? Cuando caigáis rendidos y el otro duerma, descubriréis que necesitáis a vuestro amado sólo para saber que existís. Asumid la soledad. Cuando se suben las mantas y se apaga la luz, ni el beso de una madre nos salva del obsesivo silencio de la soledad.

Lucía Fraga

domingo, 20 de julio de 2008

DEL ALMA Y SUS BAJOS FONDOS

LA MADRE DE LOS MUERTOS

La guerra empezó con mi corazón arrancado

Que alguien lanzó contra un cristal.

Yo recogí mi esponja de latidos,

Aún caliente,

Y me arrodillé para teñir de sangre

Las ventanas y las puertas.

Los niños sin cabeza todavía lloraban

Al ver a sus madres muertas

Con los ojos vacíos y los pechos cortados.

Sus aullidos descabezados pedían madre y leche,

Pero sus bocas eran zanjas de alambre y muerte.

La calle era un campo de floreciente mantillo rojo,

Donde los pequeños jugaban a cambiar de alma.

Entre latido y latido,

mi esponja crecía y se llenaba de leche

como una ubre de perra para amamantar a sus cachorros.

Fui dando un beso lácteo a cada boca desconsolada,

Manchándome las piernas de sangre corrompida,

Mientras mi corazón pesaba y bombeaba lentamente.

Madre de los muertos soy,

¿cuántos pecados cometió mi alma

sin yo saberlo?


EL PECHO HUECO

Me arrancaron el corazón los perseguidores,

Los mismos que me enseñaron

Que las infancias perdidas

Son un veneno eterno para la memoria.

Vinieron sigilosamente,

Mientras dormía

Y en un dos por cuatro

Robaron sístole y diástole.

Hicieron con sangre y tierra

Una replicante con el corazón

hecho de lombrices.

Yo quise rellenarme

con incienso sagrado

de La Gran Catedral,

Pero el hueco de mi pecho

Aún llora lágrimas de sal

que vuelven blancas

las palmas de mis manos.

¿Cómo se puede rellenar un pecho

si la memoria está emponzoñada?

Buscaré en las carnicerías,

en los bolsillos,

en los cines,

porque yo ya no tengo sueños.

Y si no,

Haré un nido para ruiseñores

Y dentro guardaré los cantos rodados de Compostela.


LA PIEDAD EVANESCENTE

Camino descalza y desnuda por el campo de batalla,

Pisando metralla, bombillas y bayonetas incendiadas

Cubierta por el manto rojo de la verdad.

El tiempo ha convertido en cenizas la habitación,

Pero todavía arden hogueras en las almas.

Los perseguidores vinieron con sus lanzas de memoria

Y degollaron hasta el último pájaro.

Palomas crucificadas penden de las paredes

Como ofrenda macabra a un Dios Letal.

La memoria es un campo demasiado grande

Como para segar el trigo en un solo día.

Vendrán más noches y más persecuciones

Y más palomas crucificadas.

Ahora que contemplo mi cuerpo destrozado

Entiendo la negrura de este camposanto

De mis pensamientos mártires.

Si pudiera dejar de pensar

No me vería desnuda y golpeada en el suelo

En un charco de sangre

Con un cuchillo infantil en la mano.

Me recojo sobre el regazo,

Piedad de espejo,

Sin derramar una lágrima,

Y me limpio las heridas con el latir de esponja,

Mi corazón enfermo,

Pero mi cuerpo desaparece,

Porque le esperan más batallas

Contra los negros pensamientos perseguidores.


La tierra tembló en su centro

Al paso de los asesinos de palomas.

Llegaba un nuevo día de bocas cortadas

Y cadáveres retornables.

El sol se tiñó de sangre y

Todos los campos parecían un mar rojo

Alerta de cuchillos y gritos inútiles.

Cogí una cabeza de niño muerto

Y le miré a los ojos:

“Has de pasar sola tu propia condena”.

Arrebujada en mi manto

Me repetí sus palabras

Como un himno de valor

Y esperé la llegada de la destrucción

Con la serenidad que da la pérdida segura.

Aunque cercenen mis pechos

Y quemen mis ojos,

Yo seré el alimento de mi hijo

Con mi corazón de latidos y leche

Y lameré sus heridas como una perra

Para que no desaparezca con la esponja

De piedad evanescente.

No quiero criar a un condenado,

Quiero darle la paz que por ahí se escapa,

Porque llegan los perseguidores y las parcas.

Mis ingles están ensangrentadas

Y mi corazón agitado.

¿Por qué traen un estribo los asesinos?

Me ataron las muñecas y me montaron en él.

Las Parcas cortaron todas las cuerdas de mi arpa

E hicieron cruces de alquitrán por las paredes.

A mí me obligaron a beber vinagre de una vejiga

Y empezaron a apretar mi vientre entre carcajadas.

La sangre corría como una cascada entre mis piernas

Y pronto comencé a gritar expulsando restos humanos.

Eran niños informes sin vida

Que las Parcas iban metiendo en una bolsa de plástico

Mezclada con restos de pescado.

Apretaron, apretaron, apretaron hasta casi matarme

Y luego comenzaron a comer lo que yo había parido.

Lo que no saben es que mi hijo está vivo

Dormido, a salvo, bajo una piedra.


Donde la nieve llega hasta la rodilla

Y los cuervos vuelan bajo

Habitan los perseguidos,

Las víctimas de los depredadores de sueños.

En los bajos fondos

La princesa de dientes podridos

Se ofrece por veinte euros

Al rey de las agujas con goma en el brazo.

Aunque la luz es mortecina

Dos ánimas llevan quinqués

Para que nadie caiga en las aguas fatales.

Hay ríos estancados

Donde yacen bellas Ofelias varadas.

Aquí está la fuente de piedra donde mana

El agua venenosa de los pensamientos negros.

A veces, me paseo entre los árboles,

Que sangran y gritan si alguien muere,

Y me encuentro a los locos y a los desesperados.

La nieve se tiñe de rojo,

Si alguien ha bebido de la fuente

Pero la muerte es aquí mejor

Que cualquier sueño narcótico,

Por eso, todos bajan a olvidar

Bebiendo o jugando a la ruleta rusa.

No hay caminos ni destino alguno

En los bajos fondos.

Sólo es un gran espacio de la memoria

Que todos quieren olvidar y no pueden,

Aquí cada uno se pelea con su fantasma

O se mata con él.

Hoy la nieve está roja y he oído gritar tu nombre.


Hoy me he levantado

Con pereza en los labios.

Me han acribillado la frente

Con no sé qué balas extrañas

Que han traído a mi memoria

La infancia mutilada de las palizas

Y las piernas meadas.

Por eso, tengo pereza en los labios.

Porque el recuerdo mata

Cuando la boca sabe a sangre

Y a niña abandonada.

La pereza es la negación

Del no-ser.

Y cuando se instala en los labios

Es vieja censura que hay que liberar.

A los cinco años me perdí en una estación y

La muerte me cogió de la mano

Me subió al tren con destino al infierno y

Allí comprendí las miserias sádicas del alma

Y la maldad de los hombres,

Por eso temía más a la vida que a la muerte.

El infierno es una habitación vacía

Donde nacen flores marchitas en las paredes

Y el alma es un tambor en constante redoble.

Cuando salí del infierno comprendí

La verdad más terrible

A una niña de cinco años que

ya lo llevaría dentro el resto de su vida.


Me quitaron la ropa y me dejaron desnuda.

Tiñeron mi piel con sangre y barro

Y me colgaron del árbol más alto.

En mis pies colocaron brasas ardientes

Y empecé a arder como la cera fría.

Vi a mis hermanos sedientos gritar

en una tierra inhóspita,

mientras mi madre cosía lágrimas

de mortajas negras.

Cuánto más atroces eran mis visiones,

Más me atacaban los cuervos

de la ciudad asesina.

Los niños vomitaban sus infancias

Y se volvían ancianos,

Las madres se quedaban con los pechos secos

Como estériles macetas que nunca riega nadie.

La noche era un estupor de llantos y explosiones,

De reptiles que se metían en las cunas

y mamaban la leche de los pequeños

ante la mirada horrorizada de las parturientas

atadas con colas de serpiente.

Bajé del árbol y pisé las brasas,

Mujer de cera ardiente.

Fui hasta el abismo donde se rompen los hombres

Y vi a mi madre,

Con el vientre abierto

Devorada por las ratas.
Nadie sabe que yo he construido

un útero invisible

que me resguarda de las alimañas.

Con las lágrimas que derramó mi madre

Al ver a su hija en un charco de sangre

Fui creando con cada gota

El lugar primero de mi existencia.

Dentro,

Respiro dulcemente

Y siento la caricia de la criatura

Que no ha dado su primer llanto al mundo.

Pero el vaho de mi aliento

Crea un espejo hecho de azulejos rotos

Y me invita a mirar a la ventana manchada de sangre.

Veo mi muerte,

Con su paso largo y melancólico,

Apoyar su mano fría contra el cristal.

Es temprano- me dice.

Es tarde ya-le respondo.

Y quedan las huellas de sus dedos

Como calco de mis manos sudorosas.

La muerte llegará como un consuelo a destiempo,

Cuando las palomas vuelen fuera de habitaciones de alquitrán,

Cuando el martirio tenga evocaciones místicas,

Cuando se borre la sangre de las paredes y puertas

Y los niños no jueguen a la pelota con su cabeza.

Desde aquí escucho a las madres despojadas

de sus hijos aullar como lobas y

el rasgar de sus ropas

para crucificar los pechos que ya no darán más leche.

Besan las manitas de sus descabezados.

Ellos juegan tranquilamente con el alma dormida,

Mientras sus cabezas ruedan y

son aplastadas por los caballos y los coches.

Ellos entran en mi útero estéril

Y me secan las lágrimas

con caricias estériles.

Mi útero es un refugio para mi cuerpo

No hay volcán capaz de destruirlo.

Sólo las voces de los descabezados

Hacen que tiemblen los azulejos de llanto.

Me despertaron los graznidos de los cuervos

Y ya no pude volver a dormir

Sobre la tierra mojada.

Un corazón de lombrices yacía a mi lado,

Mientras el mío,

Bola de cristal incandescente,

Me recordaba la sed de todas las bocas

Que besé alguna vez

Antes de que el cielo se volviera negro.

Sentí un latido bajo la espalda y lloré.

Como lloran los niños.

Con lágrimas y ojos de enferma flagelada.

Cuando un llanto es castigo o condena

Deja el cuerpo desatar sus desvaríos.

Lloré. Lloré. Simplemente.

Con lágrimas en los ojos

Escarbé en la tierra y me alimenté

Del barro mojado;

Entre insectos y lombrices

Encontré el cadáver de mi madre

comido por los gusanos.

La llamé madre y recogí su cuerpo,

Me senté en su regazo

e hice abalorios de sangre y llanto

¿Quién te ha hecho esto madre?

Le pregunté por el dolor inútil de la tierra baja,

Por los golpes de las bayonetas en mi espalda,

Por los disparos contra las sábanas manchadas.

La abracé y abrí su útero para dormirme dentro,

Pero los graznidos de los cuervos seguían,


Me he asomado a la ventana

Y ya no puedo ver el rostro de mi madre llorando,

Sólo un campo de hormigón

Donde se dibujan los cortes de mis venas estriadas.

Es un mapa con antiguas heridas

Que el tiempo ha ido perfilando

Con su lengua de acero

Y que en mis muñecas brota

Como estigmas fatales.

Llegará la hora en que mi sangre

Borre para siempre el anuncio de hormigón,

El mapa que es señuelo de una muerte segura.

Recorreré con el dedo la era de cemento,

Preguntando por mi padre y por mi madre

Y pondré babosas sobre mi tumba.

Con la mano diestra y sincera,

Abriré mis venas al sol de los ciegos,

Mientras mi cuerpo descanse sobre la acera desnuda,

Pero mi última palabra será mi condena,

Por escupir un adiós a un Dios

que nunca estuvo a la altura de las circunstancias.

Dios de los beatos y meapilas,

Yo te desprecio.

martes, 8 de julio de 2008

EL GOCE DEL DOLOR

PARA COMPRENDER, ME DESTRUÍ (Fernando Pessoa).

He llegado al fondo del dolor; a esa habitación oscura donde tiritan los enfermos con uniforme blanco. Busco por las paredes, con el tacto estúpido del muñón, una grieta de la que salga un poco de luz.

Ya no sé vivir conmigo, sino fuera de mí, vertida como agua sucia sobre las flores de una tumba. La flor, esa felicidad cortada para adornar lo que por el contrario dura siempre.

1. UNA VIRGEN DE BUÑUEL.

He cogido el autobús temprano, dispuesta a ir a cualquier sitio lejos de mí. Subida al bus, me idiotizo y me convierto en una fotografía mal recortada de aquellas a las que se les hacía a los muertos en el siglo pasado. Me quedo hueca, contemplando sobre la ventana el reflejo de mis propias manos angulosas que me recuerdan a las de Nosferatu. Me deslizo por las falanges pálidas como una hormiga sobre una montaña de carne humana. Con las manos entrelazadas tengo aspecto de madre, de mística esquizofrénica, de virgen hecha de pan de oro y hasta debo reprimir el instinto de beatitud para no juntarlas haciendo un racimo de pecados.

Me dejo abatir por la circulación y las bocinas. Los conductores escupen por las ventanillas, los revisores siempre quieren echar a alguien a la calle. Nadie se da cuenta de que en el asiento de la derecha está la virgen de los podridos. Soy una iluminada de tubos de neón, fabricada en tiempos de ceguera. Pero, de pronto, alguien parece arrodillarse para pedir clemencia de mi mano incorrupta y, sin embargo, el milagro se desvanece, en el momento en que el desprotegido se ata los zapatos. Aunque casi sin querer, cuando pasa a mi lado, le susurro un lánguido “Ego te absolvo”, porque sólo el mayor pecador tiene derecho a perdonar, porque únicamente el asesino es el verdadero sacerdote del delito.

Qué dios es ése que puede limpiar de una culpa que desconoce. Sólo la depravación es sabedora de su alcance. Sólo ella puede borrar las manchas del espíritu, porque sólo ella es capaz de autorrectificarse, de inmolarse en nombre del Pecado.

Y mientras sigue entrando gente, ya que nunca salen -aunque así lo crean-, sigo degustando mi potencia cadavérica y apuntando condenas en la memoria. Me pegan codazos, empujan con las bolsas –reconozco que las viejas gordas son mi perdición, porque cargan con el féretro de mañana y no con las patatas de hoy-. Y un niño me sonríe desde una silla con una cesta y un oso blanco. Casi puedo escuchar el tintineo de unas campanillas que me devuelven a una época inmaculada y feliz, pero me horrorizo al comprobar que él también es muerte futurible y siento cómo su cuerpo pequeño se me deshace entre los brazos, putrefacto, tratando de unir a dentelladas la cabecita y los brazos, pero nunca hay misericordia. No hay contemplaciones ni siquiera para los que aún no se han embarrado.

2. LA REEDUCACIÓN DE LAS SENSACIONES.

No he tenido madre, aunque supongo que ella sí tuvo un padre para mí. Desconozco el amor como desconozco el odio, pero me consuelo con la indiferencia y el mecanismo repetitivo de los días. No tengo sentimientos, sólo sensaciones y reconozco que el asco preside todas mis reacciones humanas. Una sensación jamás se puede conjurar o guardar como una flor marchita entre las páginas de un libro, porque “yo” ya no soy la misma cuando regreso al estado de la percepción. Los recuerdos de las sensaciones son más falaces que los de los sentimientos, porque lo sensible es etéreo, carece de arquetipos. En cambio, hasta para el amor hay emblemas o recetas mágicas. Se engañan; un sentimiento es un consuelo; una mera intelectuación de lo efímero para no sentir que morimos cada día, con cada sentido. La caricia de hoy, tal vez, sea la bofetada del mañana o el beso o el mordisco sangriento al que alguien quiso poner el vago título de pasión. Los sentidos nos reconcilian con nuestra animalidad, los sentimientos nos educan y nos convierten “milagrosamente” en esas bestias llamadas racionales.

Dios se avergonzó de su criatura e hizo de su mundo un reformatorio para instintos.

3. LA NADA ME DELIMITA, ME COMTIENE.

No soy Fernando ni Soares, pero algo me dice que un cordón umbilical invisible nos une, porque a través de él me llega esa náusea universal e íntima que se inicia en una taza de café cualquier mañana. Figura sobre fondo, aunque nada tenga sabor, porque cómo se puede reconocer una imagen que no tiene límites, ni contornos, ni perfiles. La nada se contiene en mí como yo me contengo en ella. Sin olor, sin sabor, sin tacto...sin nada.

Presiento sus pasos de alma en pena a mis espaldas cuando salgo a pasear por las afueras del infierno. Me doy la vuelta, pero no hay nadie. Recorro los cementerios buscando una tumba familiar con su nombre y solamente salgo con la derrota de un niño que ha llegado tarde a su cumpleaños. Me invaden nuestras soledades compartidas, quimeras de un petulante que olvidó – o quiso olvidar-las reglas de la ficción. Mi asco y el tuyo se unen y me doblan como una patada en el estómago que me deja sin respiración. Nadie pregunta por el cuerpo que se queda tirado en la calle, porque no lo ven, porque, ciertamente, no hay nada.

4. NO HEREDERÁS LA TIERRA.

He sido muchos. Tantos, que a veces mezclo manos de verdugo en cuerpos de ajusticiados. Del príncipe guardo el aristocratismo de ser el mejor en nada por nada, como de la lombriz –existe el hombre-lombriz, no lo dudéis- el deseo de arrastrarme por la tierra para ser devorado por un pájaro de redondos y carnívoros ojos negros. Pero, ante todo, he sido –soy- un hombre muerto que no ha dejado de soñarse más allá de las puertas de los inertes. Mi “yo” y mi “otro”, hermano desaparecido, llevamos vidas temporalmente paralelas y nos reunimos en el ocaso del espacio sintético y común de vivos y muertos; pedazos de ruina mórbida, por la que tantos vivos transitan sin saberlo en comunión con cadáveres que esperan un taxi que cogieron hace veinte años en esta misma esquina.

El frío familiar de la muerte se me ha vuelto un nuevo sentido más allá del tacto y más próximo al olfato. Ese olor sabe a oxigeno dos veces inspirado, robado, compartido, aunque más bien, devuelto -incluso,me atrevería a decir- vomitado.

A veces caminamos por calles paralelas, sin saber cuál de los dos es la sombra del vivo. En este espacio el sol ya no sirve para crear contrastes sin luz, sino que todo se vuelve una analgésica atmósfera de reiteración. “Esto ya lo he vivido”. Cuántas veces y cuántas mentiras: “esto ya lo han vivido por mí, pero antes que yo”. Ovillo de existencias que carece de extremos.

5. LA CAMA DOLORIDA.

Me acuesto con Satán, porque por las Noches, Dios es demasiado frío. El cielo está hecho de licuadas flores de agua, de pis de ángeles buenos, de estalactitas virginales que ni siquiera parecen de hielo cuando se tocan. Todo está prohibido en el Cielo de los Cristianos, por eso necesito arder por las noches y saber que sigo viva.

6. EL GOCE DE LA AUTODESTRUCCIÓN.

No acabo de entender, porque no se asume que el dolor es la base de todo placer. De nuevo, contornos; figura sobre sombra.¿De qué sirve una felicidad permanente, si desconozco la infelicidad? ¿Cómo valorar el placer en una constante orgía del ego indoloro? Sin dolor, sin autodestrucción, no existe una identificación del yo. Nos desconocemos, porque somos como guiñoles en un teatrillo que actúan según el argumento o, quizá, bebés que se murieron sin bautizar y están en el limbo. Hay que saber del infierno, para comprender el cielo. Yo soy yo, porque siento el cuchillo clavado en mis muñecas y veo la sangre que es mía, como el sufrimiento que es también mío. La risa es una droga perniciosa que lleva a la locura o al anonimato de la felicidad inútilmente compartida, puesto que jamás mi sonrisa estará en tu cara, aunque no lo sepamos o no lo queramos saber, ebrios de esa quimera que desaparece cuando uno está ya a solas. ¿Qué soy yo, si necesito de ti para saber que existo? Dadme el autoconocimiento del dolor, antes que perder mi identidad en una risa de bacanales sin rostro.

7. MI JUEGO FAVORITO: EXISTENCIALISMO CRISTIANO.

Mi juego favorito empieza en un hueco que nadie conoce entre la tapia del cementerio y el zócalo por el que corre el agua de la lluvia. De niña, me habían dicho que el agua era negra, porque arrastraba las cenizas de los muertos. También me dijeron que moriría ahorcada, porque se me notan demasiado las venas del cuello.

Allí hay un nido de arañas, con su araña madre y su arañazo padre. A mi me gusta arrodillarme, aunque penetre hasta el alma el olor a podrido, y acercar a mis víctimas una salvación tramposa con forma de varita verde. Primero suben las hijitas confiadas que hasta se permiten pasear por mi mano. Cuando yacen ya en el fondo de mi palma hecha arrullo de asesinos, las atravieso con la ramita hasta que el extremo roza mi piel. Qué angustia más estúpida la de las arañas empaladas. Abren y cierran las ocho patas como señal de lucha, pero con una tripa fuera y un grito tan pequeño que ni la lluvia tendría oídos para escuchar . Y todas como idiotas se acercan a la mano. Algunas tardan en morir, cuanto más gordas, más resistentes. A esas me gusta arrancarles las patas y hasta convertirlas en pelonas cabezas de alfiler.

Algo tengo de araña o de Dios, porque el goce se inicia en la autodestrucción y culmina con la risa de los hijos imbéciles que vemos morir después de tenderles la mano.

8. EL MUNDO ESTÁ LLENO DE MISERABLES.

La diferencia entre el mediocre y el cretino está en la ignorancia, por eso puedo amar a las mediocres y desoir a los cretinos. Hemos concebido el daño causado por terceros como un merecido castigo a una falta desconocida y originaria, como si nunca se pudiese borrar de nuestra frente el Pecado Original. Nadie matará a los cainitas, porque de la misma manera que para el placer existe el dolor, el mal es preciso para el bien. Sin embargo, es necesario acabar con el sacrificio humano que nos practican los idólatras con el árbol satánico dibujado en la frente. Si yo no he muerto, es porque he hecho de sus voces barniz para Santas Estatuas de bronce.

Ímbéciles del mundo, sabed que sobre vuestro desprecio duermo cada noche, plácidamente, porque he hecho de vuestra palabra impura las cuatro patas de mi cama. Solamente, necesitáis saber una cosa: si la cama se rompe, yo daré en el suelo. Pero todos vosotros moriréis aplastados.