martes, 7 de octubre de 2008

"RECUERDA, CUERPO"

Viernes, 25-VI-04.
Es de noche. Ya casi van a dar las 23.05, pero fumo voluptuosamente recostada sobre mis mantas, mientras escucho a Edith Piaf y el dormitorio se impregna de olor a catedral. Estoy de jornada romántica con mi “ego”:tenue luz de velas, mi cama convertida en diván de odalisca, yo recién duchadita y perfumada, Cavafis en el suelo y la foto de dos chicas besándose con esa apreciada asexualidad angélica del lesbianismo andrógino. Todo muy homosexual, desde mi querido Constantine hasta mi yo reclamándome desde la cama. Qué extraño es escribir sin coartadas, aunque tú nunca sabrás cuál de ellas te escribe. Supongo que no tiene importancia. Ojalá me pudiese desdoblar y abrazar mi cinturita, oler mi nuca, besarme con cuidado como con aire infantil y sentir la cercanía de un cuerpecito como el mío, liviano, casi sin peso, dormidamente despreocupado, en el que el sexo no sea un salvajismo de carne ,sino una identidad de piel compartida. Esto me recuerda a Alejandro cuando tenía dos años; si le ponías la boca en forma de beso, el correspondía con una dulcísima saliva en los labios. Lo desangelizaron convirtiendo el beso en una convención de mejillas resecas.

También me gustaría acunar a mi niño. Ese niño que la naturaleza no me dará nunca, porque no puedo engendrar un infeliz más para un mundo nauseabundo. Sería condenarlo desde el principio al suicidio. Nadie lo libraría de la carga genética de una madre demente, pero yo necesito a mi pequeño aunque sólo sea un dibujo de aire sobre los brazos que acunan la dulce nada de los niños que nunca nacerán. Los niños, realmente, me hacen llorar. En el autobús, en los centros comerciales, en las cafeterías con esas madres repugnantes que les fuman en la cara. En el fondo, o están muertos o tienen esa crueldad de los siete años que heredamos de nuestra infancia más cruel, cuando apretamos a un sapo en el puño o echamos alcohol en un hormiguero y luego lo vemos arder con cara de terrible satisfacción.

No me apetece volver al diván “marlene-dietrich”, quiero quedarme con las piernas colgando en al silla y pensando en el pobre Job. Seguro que si hubiera nacido en tiempos de Cristo, yo hubiera sido la primera en ponerle la esponja de vinagre en la boca. Me abruma pedir perdón por mis pecados e, incluso, por aquellos que pude no cometer. Tengo miedo de irme al infierno. “Yo quería ser apacible y buena”-dice ella. Y yo también.

Lo del lunes fue frustrante. El tío era un hortera de 26 años que me dijo “salud” en alemán cuando estornudé en una cafetería y a partir de ahí, patatín, patatán, te llamo. Yo creo que se dio cuenta de que no me había gustado estar con él. Apestaba a sudor y la boca le sabía a cerveza vomitada. Bueno, aún nos reímos un rato por teléfono las adoradas y yo. Dicen que no tengo término medio, que paso de puta a beata en un abrir y cerrar de ojos, que, en el fondo, soy una promiscua. Que se callen, yo todavía no me he tirado a nadie, porque la cena estaba muy bien preparada...Las adoro.

Bueno, voy a adorar mi cuerpo un rato y luego, leeré e lcapítulo de la clochard de rayuela.
L. Fraga.

3 comentarios:

  1. joder,dejando de lado que alguno de tus pensamientos son extramadamente duros y ademas no los comparto, me encanta como escribes !.

    cometa_cinco

    ResponderEliminar
  2. es mi musa Manuel...
    que grande es.

    ResponderEliminar
  3. Muy bueno!
    Me atraparon tus textos desde la primera palabra.
    Seguiré leyendote...te enlazo,para "no perderte de vista"

    Un abrazo desde el otro lado del mundo...!

    ResponderEliminar