martes, 20 de abril de 2010

TIERRA

Paseo con las piernas de chicle por un parque marchito que se le ha olvidado al Ayuntamiento. Las verjas oxidadas están cubiertas de hiedra trepadora y arbustos. Un perro ciego me huele y se me acerca. Mal lazarillo sería yo que tengo ciegos los ojos de las entrañas. Acaricio al animal y nos sentamos, tal vez un buen momento para "Adagio" de Albinioni.
Un fuerte olor a lejía me irrita la pituititaria y me hace llorar. Tengo el corazón marchito y otoños y otoños pueblan mi alma como en una pesadilla inexplicable. Sólo me quedan un lápiz, tres pitillos y una moneda monegasca que encontré en el suelo.
El perro es un saco de huesos yo uno de desilusiones y pérdidas. Se marcha con la cabeza erguida, oliendo la tierra del morro. Yo quisiera hurgar en la tierra, cavar una fosay dejarme dormir en ella. ¿Qué soy más que una muerta en vida?

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