jueves, 19 de agosto de 2010

UNA CONKLIN DESCARGADA


Apenas me reconozco.
¿Quién es esa mujer que se mira en un espejo?
Si no fui niña inocente, ni adolescente-Navokob,
¿Qué clase de mujer se mira con esa inútil dejadez?
No pedí la guerra, ni quise la paz,
Pisé con mis tacones poemas “Make Love, not War”.
Y no estuve en Casablanca en el momento ideal.

Mi rostro me conmueve con su llanto callado.
Lágrimas salpican el espejo donde no acabo de encontrarme.
Fui víctima y verdugo de la inseguridad social.
Y aún recuerdo las duchas de agua caliente después de disparar.
Cabellos mojados, toalla a la cintura y una “conklin”, edición limitada,
Por limpiar, con las manos teñidas de sangre en honor a Mark Twain.
Para poder matar hay que haber muerto muchas veces.

¿Qué reflejas, en este instante infinito, alma pecadora?
Yo no quería lucir aquellos zapatos de charol
Ni llevar un pedrusco en el anular más grande que un ojo.
Ni me vendí a la policía por un pasaporte a la frontera.
Por eso terminé colgada a una botella en el boulevard de las putas,
Que aunque nunca me confundieron con una,
Al menos comían caliente y dormían bajo techo.

Adoro esta cara que beso contra el frío de cristal “Identity Card”.
Atrás queda el morado de los cardenales y toda la puta curia
Que me estamparon en la cara por no ser una chivata.
Aprendí a coserme la boca, a labios partidos, a manos sudorosas
Buscando entre mis piernas y a olor ácido de sexo masculino.
Que nadie se atreva a apuntarme con el dedo por cargar una “conklin”
Y descargarla contra la tapa de los sesos de aquellos cabrones.

1 comentario:

  1. "No he aprendido a sufrir, toda severidad es inhumana"
    Juan Carlos Mestre

    Luz de un quinquet
    9 pintas, 29 latidos, Gillespie,
    madrugada, ganas de hablar.
    La generación del 77 íbamos a cambiar el mundo en el fututo
    pero los electrodomésticos siguen funcionando en el 2007,
    como siempre…
    Me pregunto:
    Por qué un intermitente puede llevarme a la lágrima, de vasta emoción, por qué siento que me responde, cuando se ilumina su automática luz naranja, y que no estoy solo, que somos dos, objetos comunicándose, que la máquina pretende mi atención, sabiendo antes de que se ilumine sin embargo apenas un segundo antes que así será…
    No lo entiendo:
    Por qué ladra el borracho a los coches que pasan a su lado.
    Es de noche.
    Hace frío.
    Mientras, la gente ahí afuera insiste, empujando sus pesadas rocas, hacia la pirámide.
    En las paredes de mi casa se pudre la luz de ayer por la mañana.
    Y yo sigo de pie junto a la ventana, sin tomar ninguna decisión.
    Podría quedarme a vivir dentro de esta canción.
    A night in Tunisia.
    Pienso que:
    La oportunidad debe ir acompañada de destreza…
    Todos los muebles de casa me observan con rostro de preocupación.
    No quiero pensar,
    para no atraer su atención, con el ruido de mi cabeza.
    Un automóvil ha atropellado al borracho, se apagó el ruido y la furia.
    Está muerto, pero no siento lástima.
    Tampoco sé qué significa eso realmente, si es salvaje, inhumano o inmoral,
    pero es cierto.
    Y mientras, la gente ahí afuera no deja de insistir, empujando sus rocas.
    Me pregunto:
    Debe haber algún motivo por el que todo haya adquirido esta forma,
    esta forma de costumbre, en que amanece como una herida sin importancia.
    Ya no recuerdo qué clase de paciencia me trajo a este lugar...

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