miércoles, 22 de febrero de 2012

DISCULPAS INACEPTABLES

Supongo que me equivoqué.
Y no sirve de nada mirar atrás y lamentarse,
aunque lo nuestro estaba abocado al fracaso desde el minuto cero:
La historia más vieja del mundo que se pueda imaginar
con guión adaptado de un cutre melodrama yanqui.

Fuimos felices, porque, de alguna manera,
vivimos nuestro momento y nos olvidamos de las corazas.
Nosotros, esa gente dura y sin piedad, dejamos las armas
sin darnos explicaciones y de mutuo acuerdo.
Qué absurdo, manido y gastado resulta todo en la distancia.


Hay muchas ciudades europeas, miles de hoteles
con millones de plantas y dimos justo en la diana.
De día éramos decentes, cordiales compañeros,
pero al caer la noche, sólo compartíamos nuestra soledad.
Todavía siento tus discretos nudillos contra mi puerta.

Te esperaba cada noche casi desnuda dentro de la cama,
porque me daba vergüenza que descubrieras mi cuerpo.
Deslicé una pierna fuera de las sábanas
y respondiste tal y cómo eras:
"Me incitas a pensar en "Le genou de Claire".

Aquella noche los besos no se agotaban
por mucho que el tiempo quisiera ir en contra.
Sólo sé que me abrazaste como para que no huyera,
mientras repetías en voz baja
que nunca habías visto tanta hermosura en una sola mujer.

Te confesaste, pero ni te creí ni te quise creer:
"Me hubiera gustado quererte pero ya no puedo".
Supongo que no quería enamorarme tan lejos de ti.
Y mientras me estrechabas y tu boca paseaba sobre mí,
sentí un profundo poder que nunca había experminetado.

Tú llegaste a desnudarte por completo,
yo sólo me deshice de la ropa.
Cuánto más te dejabas ver,
yo me sentía más perversa y dueña de ti
con la impertinencia propia de la juventud.

Me recriminaste mi falta de sensibilidad.
Actué como suponía que hacen los tipos como tú:
Simplemente no le di trascendencia y me callé.
Reaccionaste como una dama despechada.
Al parecer, yo no era humana y carecía de entrañas.

Se acabó aquí. En este preciso instante.
Comprendí que nunca habías mentido y trastaste de olvidar.
Me guardo un abrazo en el que nuestros pechos se fundieron:
"Las matemáticas nunca han sido tan exactas;
tú 26 y yo 52"-sentenciaste.

Lucía de Fraga.



No hay comentarios:

Publicar un comentario