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sábado, 3 de septiembre de 2011

LA CAJA DE MÚSICA


Todo el dolor se concentra en un punto.
Algún cabrón le habrá dado al interruptor,
ése que se sitúa justo debajo de la cuerda.

Yo tenía una caja de música,
preciosa,
de aquella época de las pesetas rubias.

Una maquinaria extraordinaria;
figuras en movimiento,
luz en el fuego y paz en la noche.
Sólo mis ojos de niña infeliz
podían adivinar la tragedia que escondía.

Largas noches he pasado escuchando
la voz estremecida de un violín de manivela.
Con el cuajo de una manzana en la garganta,
miraba hacia las constelaciones de mi universo,
y la música y el color incendiaban el cuarto.

Un día
-como hoy, como ayer, como cualquiera-
la lancé violentamente al suelo.
Ese día, tal día como hoy,
destrocé por completo el mecanismo
y sólo quedaron figuras mutiladas.

Ese día
supe que había destrozado
algo más que una máquina llorona.
La ternura enegndró el capricho
y el capricho se convirtió en locura.

Lucía de Fraga