El pasado 15 de noviembre, este mismo periódico en el que
escribo, publicaba en su dominical un reportaje con el inquietante título “En
los ojos de la Muerte”, que relataba el caso de cuatro gallegos que habían
superado el coma o la muerte clínica.
Sin duda, resultaban más llamativas las confesiones de
dos de los “renacidos”, que con sus experiencias cercanas a la muerte -(ECM)- habían
sentido la expansión de su consciencia y un viaje hacia un mundo espiritual liberador
que, con posterioridad, explicaba con detalle José Miguel Gaona, conocido Doctor
en Medicina y especialista en Psiquiatría Forense, habitual de la pequeña
pantalla, en una exhaustiva entrevista.
Sin embargo lo que más me impactó fue la historia de
Miguel Parrondo, que estuvo quince años en coma, de 1987 a 2002, y su despertar
resultó ser como un sueño de unas horas sin más recuerdo. Se durmió con una
Alemania dividida por el muro de Berlín y cuando abrió los ojos las dos partes
eran ya una sola nación.
Me imaginé enseguida cómo sería el nuevo nacimiento de
una persona, por cuya vida han pasado quince años, pero con la percepción de
unas horas.
Lo primero que me planteé fue el choque emocional que
supondría tan largo sueño. Por un momento me puse yo misma delante de un
espejo, tratando de recordar cada uno de mis rasgos. Una vez memorizada mi fisonomía,
cerré los ojos contando lentamente hasta quince como si por cada número me fuese
avejentando. Despegué temerosamente mi mirada y pude contemplar una imagen más
o menos envejecida, proyectada por mi cerebro frente a mí. Nada fácil, desde
luego. Que la vida –o la muerte- te robe quince años de juventud tiene que ser
descorazonador. ¿Cómo habituarse a nuestro nuevo físico? ¿A un nuevo entorno
social y tecnológico? ¿A la desaparición de un mundo conocido?
En segundo lugar, otro aspecto del choque emocional al
que se enfrenta “el dos veces nacido” es el de su entorno más íntimo. No sólo
él y el mundo que conocía ha cambiado, sino también las personas de su círculo.
Y puede que, incluso, algunos ya hayan muerto.
En tercer lugar dos choques que van de la mano; el
tecnológico con su correspondiente reacción en el ánimo del “recién nacido”. Sólo
con abrir una ventana se ve hasta qué punto el mundo se ha transformado. Nuestro
protagonista dice literalmente: “Me dormí con las pesetas y desperté con los
euros”. Y se preguntaba qué hacían las personas hablando solas por la calle.
Nuevo desconcierto: el teléfono móvil. Serían innumerables los avances tecnológicos,
desde la aparición de televisiones planas hasta la irrupción de internet en la vida
cotidiana de la ciudadanía, como ejemplo de uno de los avances más rápidos en
convertirse en la herramienta más completa y consolidada en la sociedad. El
tiempo mengua en las comunicaciones y todo, absolutamente todo está en la red.
Creo que, haciendo balance, para volver a tener una
segunda oportunidad, un segundo nacimiento es necesario estar bien rodeado y
contar con un experto, porque no sería extraño que el superviviente a la
muerte, no pudiera sobrevivir en la vida.
Lucía de Fraga.