domingo, 2 de septiembre de 2007

CRÍTICO Y POETA ¿POR QUÉNO?

La semana pasada recibo una comunicación corregida para un congreso y lo primero que se lee en letras enormes es: “TONO PETULANTE”. Evidentemente, aquella apreciación no era ningún descubrimiento, ya que los petulantes escribimos como petulantes, los hipócritas como hipócritas y los imbéciles en función de su buena o mala imbecilidad. Si a esto le sumamos que el “corregidor”-permítaseme la licencia poética- es buen amigo- o eso me parecía- y que me conoce de sobra, su falta de ingenio queda totalmente fuera de dudas.

Bien es cierto que a nadie le gusta que le digan las verdades a la cara, pero lo que me dejó más dolorida es que se ponía en duda mi rigor científico por un “pretendido” tono literario, que en absoluto “pretendí”. Creo que a, veces, se confunden las marcas de estilo con ficcionalizaciones horteras, sobre todo, en cierto sector que cree que tener un método, una regia disciplina y unas pautas de trabajo legitiman cualquier discurso con ansias de cientificismo. Yo no creo en métodos ni en ciencias, porque la panacea en investigación literaria no existe, por mucho que yo siga tal o cual escuela.

Lo único en lo que confío es en la percepción del texto y sus posibles lecturas en el tiempo pasado, presente y futuro. ¿Qué caigo en mi propia trampa adscribiéndome a un tipo de razonamiento? Las abstracciones totales son imposibles, pero a lo que voy es por qué ha de ser privativa la lectura del “crítico” frente a la del “poeta”. Sabidos es que Dámaso Alonso no es santo de mi devoción- aunque me guste su Estilística-, pero ¿es que acaso, Don Dámaso, bipolarizaba su personalidad, según tocase”ser”crítico o poeta? ¿Cambiaba de zapatillas? ¿Practicaba regresiones hacia tiempos anteriores a ser profesor o a ser creador? ¡Por Dios! No creo que exista esa dichosa escisión entre una y otra faceta del ser humano.

Una cosa es trivializar por falta de conocimientos e intentar dar otro final al Quijote, pero plateémonos por un momento: incluso si ese “otro final” es justificable y argumentable, con una base que sirva para contrastar-que no oponer, necesariamente- opiniones, ¿por qué no? Confundir al autor con el narrador no es una cuestión de mente soñadora y romántica, sino de ignorancia extrema, de falta de conocimiento y, por tanto, de incapacidad para emitir un juicio crítico y científico.

Este año vuelven a estar de moda los pantalones-pirata, seguro que mis hijos se partirán cuando el día de mañana vean en fotos a su madre disfrazada de corsario. Con la investigación, pasa lo mismo, porque es un trabajo de ciencias humanas y no naturales, comprobables, es un saber. Estructuralistas y formalistas...lo de siempre. Lo que tiene que prevalecer es la calidad.

La mayor satisfacción de mi vida me la dio una profesora de la facultad en segundo de carrera. Era la docente de Comentario Lírico: “Tú trabajo no me convence, personalmente ni me gusta , pero hay una base detrás”. Me puso Matrícula de Honor y eso que odiaba las lecturas psicoanalíticas.

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