DE CAMA A CAMA...
Ya nos conocen en todos los hoteles.
Tú eres un padre manipulador
o yo una esposa demasiado joven,
aunque cuando cerramos la puerta
ya no soy “señora de”
y me cambian el nombre
por una palabra poco honesta.
Una mano tuya es una pezuña de cerdo
sobre el velo de Viridiana.
La virgen humillada.
La angustia de la mancha imaginaria.
Nunca unos ojos gritaron con tal desesperación.
...Y TIRO PORQUE ME TOCA
A veces, entre tu calor y mi frío,
me llamabas “niña”
y decías un
“te quiero” mal jadeado.
Entonces te echabas a llorar como un pobre borracho y
gemías repitiendo
“soy un desgraciado”.
No hay puentes suficientemente largos
para contarte lo lejos que estaba de ti.
Dabas manotazos al aire,
mientras yo aplaudía
la gran caída del hombre:
Me colocaba flores de aire en el pelo
y te hablaba en susurros
pronunciando lentamente
falsas promesas postcoitales.
Tú me cerrabas la boca
con un dedo en los labios.
¡Qué dulces son las lágrimas de la tragedia,
la inmensa voluptuosidad del autorreproche,
la condescendencia de la absolución,
la inocencia de la arpía!