sábado, 29 de diciembre de 2007

SENTIMIENTOS ENCONTRADOS

Creo que la razón de mi abulia es la flata de comunicación con los "otros". Paso las horas delante de la pantalla esperando que nazca el poema perfecto que no llega y se me rompe el alma en pedazos. Estoy pasando por una crisis poética y la tesina está atrancada; además, las fechas no ayudan a ver claro. Por eso siento que me rompo, que me comen por dentro. La búsqueda del poema genial es desesperante. Algunos versos buenos y un descalabro de versos malos. Estoy intranquila. ¿Será la falta de talento? Me aterrorizo. Evidentemente, no será como el primer libro, pero el segundo debe estar a la altura.Quizá Dios me inspiró una ambición desmedida por las letras o un talento caprichoso e infantil. Lo único que sé es que ese libro tiene que nacer.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

VAGABUNDEAR

El abandono se ha instalado en mi piel, como un parásito, como un pequeño insecto carnívoro que se apodera de mis latidos. La soledad se ha vuelto canto nocturno para este cuerpo devorado por el sabor acre de las ausencias. Camino lentamente entre la hojarasca, vagabundeando como un perro perdido. Ya no siento nada fuera de mí, como si mi pequeña alma se hubiera suicidado con un tiro en la sien. Las tardes se han vuelto anodinos viajes por las estancias conocidas de mi cerebro y los despertares son mutilaciones de un sueño que no repara al soñador. Busco entre caretas desconocidas la cara de mi espejo y me encuentro con una caricatura grotesca que grita ante la muerte. He perdido la brújula de mis sentimientos y la guía de mi espíritu; todo se reduce a un orden mecánico de remover cafés y cucharillas. Mi alma se ha vuelto ciega y va palpando los muros pintarrajeados de mi cerebro buscando un poco de paz. Ambas somos viejas clochardes al amparo del calor de la Idea y dormimos entre gatos y cartones soñando con un nuevo despertar donde la aurora nos repare con sus rosados brazos.

lunes, 10 de diciembre de 2007

EL DESPERTAR

Hoy me he despertado con asco de mí. Con esa sensación de vacío que nos inunda cuando sabemos que el día nada bueno nos puede traer más que una taza de café y esa sensación de tedio de tedio ordenancista de las máquinas de coser. Siento el hilo pessoano tirar de mí como de una marioneta que no deja de caer al suelo. Ni siquiera la ducha me ha despetado. Sigo inmersa en mis sueños de palacios versallescos y sillones tapados por sábanos y mi mano recorriendo estancias llenas de polvo. No quiero nada, porque lo quiero todo, en un simple sentir desmoronado de nadas malencontradas que llaman a mi yo desde una ventana suicida.