miércoles, 30 de enero de 2008

UNA TAZA DE CAFÉ

Creo que hay pocos placeres en el mundo como una buena taza de café. Su aroma, su color, su textura... Meter la mano en un saco repleto de granos... Cuando tomo café siempre pienso en mi amigo Pessoa, liando su pitillo, mientras mira cómo escribo. Es frecuente que garabatee alguna servilleta, cuando me siento a tomar café. Me gusta largo y con leche; con la trompeta de Miles Davis en mi oído si puede ser y la mirada en el cogote de Fernando. Pessoa y yo nunca cruzamos nuestras miradas. Sería como la muerte de la escritura, la ruptura del pacto de ficcionalidad. Me fijo en su bigote y en el humo de nuestros cigarrillos y me pregunto qué dios malvado nos hizo débiles de cuerpo y febriles de mente. No hay nada más absurdo que revolver el azúcar de una taza de café, pero yo lo hago de manera pausada y lenta, esperando un milagro que no llega, como quien espera a un amigo que llega tarde. Pessoa es puntual y discreto. A veces, siento su cansancio de la vida como si fuera mío y nos sumimos en un tedio de terrible melancolía. Todas las personas que pasan nos parecen ordenancistas y vulgares y sus conversaciones un parloteo de papagayo. Por eso nosotros permanecemos en silencio midiendo nuestras manos. Él las tiene largas y ágiles y el dedo corazón con un pequeño cayo manchado de tinta azul. Yo bebo mi café despacio, como si fuera un tiempo que se me escapa, mientras Pessoa deja los anteojos sobre la mesa para frotarse los ojos. Cuando el café se termina, siento una "náusea física" que es náusea del alma, porque él ya no está y me pregunto cuántos Fernandos he conocido en mi vida.

lunes, 28 de enero de 2008

CORAZÓN DEHILACHADO

Me he levantado tarde y, apenas, he comido. Sólo el café me conforta, como a Balzac. Me resisto a hacer mis deberes terapéuticos; he de leer unas páginas sobre "ideas irracionales". Nada me consuela, nada me emociona, nada me importa ya. Esta anhedonia me perturba y ya no puedo soportar mis kilos de más. ¿Cómo volver a ser Lucía Fraga? Reconstruirse bebe de reinventarse y yo carezco, ya, de imaginación.
Me corté el pelo, buscando a una chica perdida y lo que encontré fue a ser deforme y monstruoso. Apenas tengo fuerza para teclear y ya no me quedan pensamientos; de mis pensamientos alegres y Peter Pan el tiempo sabe adónde han ido. No escribo y no me queda ni un sólo verso en la manga. Lo único que quiero es dormir. Adentrarme en mi inconsciente a través del sueño, porque cuando sueño soy la que quiero ser, la que realmente fui. Me busco y no me encuentro. Dejemos al tiempo que haga parte del trabajo.

jueves, 24 de enero de 2008

EL TERAPEUTA

Esta mañana he ido a ver a mi terapeuta después de un año. La verdad es que no sabía cómo iba a reaccionar, porque la última vez, cogí la puerta y me fui. Me hicieron gracia sus propósitos de Rey Mago, mientras lo veía entre el humo huidizo de mi cigarrillo. "Somos lo que pensamos"-sentenció. Entonces, casi ni me atrevo a pensar lo que soy, jajajajaja. Me pregunté por la chica que antes se sentaba allí, con una pierna en el reposabrazos del sillón y no aparecí por ninguna parte. Cuando perdemos nuestros propios referentes, experimentamos hasta una sensación de "vaciado espiritual", como si alguien, incluso, hubiera borrado nuestros recuerdos, pero donde perviven las pesadillas, como pequeños entes carnívoros que van devorando nuestro ánimo. Hace tiempo que no disfruto con nada. Apenas me apetece leer y hasta la música me aburre. Pessoa hablaba de un cansancio de la vida que se le instalaba de pronto en el cuerpo. Ni el suicidio, ni la muerte eran el remedio, sino el hecho de no haber existido nunca. Tengo 28 años, por circunstancias de la vida estoy casi sola y nada de lo que ésta me ofrece me atrae. Escribo, pero ya no me gustan mis poemas. Me he quedado sin voz de tanto gritar... Echo para atrás la cabeza como si un ángel protector viniera a liberarme de mi condena, pero ¿cómo me voy a liberar de mí misma? Estoy enferma de mismidad, no de egotismo. Estoy cansada de la chica del espejo, de la que se ducha, se viste y se cansa de la vida, como si le echaran encima un abrigo mojado. Quiero cambiar(me) por otra, pero he perdido el tiquet.
Mis pasos son lentos, mis ideas amargas y mi corazón una esponja seca. Se acabó la función, Señores, no hay más Lucía Fraga por el momento. Y yo me muero de pena, porque me muero.

viernes, 18 de enero de 2008

CUANDO VEO TARTAS

Llega un momento, cuando trabajo demasiado, que los libros que me rodean se me vuleven tartas. El ojo miópico me confunde los sentidos y acabo por tener azúcares alucinatorios. Hace poco he terminado uno de esos trabajos que me traían de cabeza, pero todavía mi cuerpo no se ha amoldado a la nueva tranquilidad, pensando en el siguiente que me espera y sufro acelerones y me da la impresión de que me voy a marear. Sudo frío y la cabeza parece que funciona sola, como si yo fuera un arlequín de muelle. Quisiera escribir más, pero me he quedado hoy sin cabeza. Tendré que buscarla.

jueves, 3 de enero de 2008

ABÚLICA

Cómo no sentir nada. Cómo no sentir. Soy un caracol pegado a su eterna hoja. Me mata la tesina. Y cada día voy mendigando un poco de muerte. Yo ya no soy yo, ni la que fui. Me detesto en mi inactividad y me desprecio en mi soledad. Qué más puedo pedir a la vida para que me sea negado. Yo soy un ser triste, melancólico y sin gracia. Huid de mi paso lento por las verdes veredas que a mi caminar amarillean. Yo soy un ser triste. Nací debajo de una acacia muerta. Y mis ojos se condenaron al frío abismal. En el abismo habito, pequeña y litúrgica, como un cirio que se apaga lentamente. Mis oraciones piden un poco de descanso para este cuerpo devorado por el hueco de las nostalgias mal lavadas. Dadme un poco de paz. Que no soy ya ni lo que fui. Que el tiempo se va agotando en la antesala de las treinta campanadas. Que el cuerpo que no respira es pasto de polillas y gusanos. Que la sed que tengo no se cura, sino con el vino viejo de las noches largas. Que mi alma está muerta de tanto caminar descalza sobre bombillas rotas. Yo querría asesinarme, pero me faltó el cuchillo de las despedidas.