domingo, 22 de junio de 2008

LA PITILLERA DE LOS DESCABEZADOS

“El hombre es hijo de sus obras”-Don Quijote.

Una noche más, que la habitación azul ha quedado del lado de los muertos en vida, camino a tientas con tal de no despertar al Cancerbero. Se abre de nuevo la cama del insomne, el libro de las palabras repetidas y la puta ventana del tendedero helador. He vuelto a fumar y ahora ya no veo nada reflejado en el suelo. En este jardín de cemento, que siempre parece tener la cara sucia a base de cubos de agua estancada, lo único queda son los grietas de este pantano en el que cualquier día no nos despertaremos: el Guadalquivir de cualquier poeta andaluz, el Duero de Fernando Pessoa y en esa otra grieta mi gracioso cuerpo de suicida adicta al filo de lo plausible y siempre evitado por “personas ajenas a esta obra”. Tiro el pitillo por la ventana y la cabeza ardiente divina y alada se convierte en una guía de tumbos y tropiezos entre adoquines y otros decapitados que han dejado de sangrar: “¡Nobleza e Hidalguía!, ¡Nobleza e Hidalguía! ¡Hay que sacarle brillo al escudo de armas oxidado!”. De un golpe cierro la ventana del doctor Guillotin y, de pronto, siento un brote de calor a la altura del pecho. ¡Mierda! La sangre viene en forma de F. Hubiera sido feliz si me cortasen un pecho como hacían las Amazonas o los dos, para sacarme de encima esta monstruosa marca de femineidad-reclamo de Un ballo in maschera; nunca tengo pañuelos cuando hacen falta, pero resulta que ahora salen más “efes”: La Pitillera de Plata. Está casi incandescente: ¿Cuántas Generaciones? No, no seré como ellos. No puedo ser como ellos. Yo soy vulgar. Cuando me case en la Gran Colegiata de Santa María de la Ciudad Vieja, el Padre Rafael hará un Panegírico de la Estirpe y dirá: Lucía, tataranieta de F., bisnieta de F., nieta de F., hija de tu padre F. Que hoy te trae al altar ¿quieres a Nanette por legítimo esposo? ¿Juras limpiarle el culo, sacarle las cacas del cajón y cambiarle la arena todos los días de tu vida? Sí, acepto a Don Gato, el Sha de Persia.

El día de la borrachera llevaba esta misma pitillera. Estuve media hora en el estudio de Alemania mirándola y acariciándola, tocando las iniciales hasta que me eché a llorar. “Márchese Perdida”- (Gone with the Wind). Yo también era otra mujer de pelo teñido, pero sin dinero y sola. El camastro estaba en el suelo. Tenía un colchón sin jergón, un póster de John Lennon, paquetes de Gauloises colgados y fotos de Man Ray. Las cajas hacían de cabecero y librería y el tablero de mesa de ordenador, comedor, secreter y mesa de operaciones. Puse en el Portátil “Lucy in the Sky with Diamonds”, recordé toda mi infancia, mientras bailaba desesperada y me bebía una botella de un tinto alemán asqueroso. Me reía de mi patetismo y de mi fracaso, mientras me insultaba en el espejo y era Jean Moureau la que me decía que yo era una desgraciada que los estaba matando a todos. La reconocí. Llevaba el camisón de Los Amantes de Louis Malle. Había que terminar la fiesta con Porgy & Bess : empecé a desmontar una maquinilla de afeitar, porque las alemanas no saben que es depilarse y cuchilla a cuchilla y toalla a toalla dio comienzo el rito de “la detención de minutos y latidos: la era de la muerte analgésica”. Entre querer y no querer o tener y no tener cojones, opté por el consejo de la visión en B/N (V.O.S.) y dejar de sufrirme con una almohada llena de gritos: “Your father is rich and your mother good-looking...” Iesus-Christi et vita eternae. La pitillera de plata. Siglos contemplan nuestras miserias. Si algunas vez fue preciso Fahrenheit 451 es para quemar un libro que nos cuenta lo innobles que somos y que la herida ya la trae la garza en el pecho partido. Prefiero partirme el pecho por REAL-(IDEAS)-IDADES y que las EFES no se recuerden por sus títulos, sino por sus obras. Ahora ya basta, quiero dormir y disolverme en la inconsciencia del sueño; mañana será otro día: “Sí, realmente, mañana será OTRO DÍA”- Escarlata O’hara.

Lucía Fraga.

domingo, 8 de junio de 2008

BODAS DE ORO EN RICK´S

Dijimos "sin preguntas",
aunque ahora hasta daría un euro-dólar
por tus pensamientos en negro.

Tal vez, te tenga que sacar
la moneda de debajo de la lengua
para saber qué piensa un muerto
y, así, dejarte en esta orilla,
condenándote conmigo
sin blanca para pagarle al barquero.

Aquel día los alemanes iban de gris,
y tú llevabas esta misma gabardina
con la que limpio las gotas de whisky
en la misma mesa
donde nos dijimos "bis morgen, Liebe".

Víctor e Ilsa pasaron a la Historia.
A la Historia de los libros, los diarios,
los homenajes y los sellos.
Tú y yo quedamos sellados
como cada uno de los latigazos
que dejó la guerra de Dachau
en mi espalda.

"Yo corrí sobre el camino del campo,
hecho con las lápidas de los Horowitz,
como por el teclado de un viejo pianista,
de octava en octava mal percutida.

El ángel de la muerte me había desnudado.
Marcó con una estilográfica Sheaffer Wasp
los puntos de intervención:
la falsa judía era demasiado resistente,
demasiado lívida y demasiado rubia:

Había que incocularle la semilla de un ario

La misa del Gallo. Mi infancia en Leibnizstrasse.
La espalda en arco. Los ojos hacia el fillamento de una bomilla.
El gramófono de la casa de mis padres: Preludio a la siesta de un fauno.
Uno. Cuchillada abdominal de carne humana.
Primeros pasos de la mano de mi hermano en Schloss Sanssouci bei Postdam.
Dos. Giro de cabeza: lleva una pistola.
El desván de la casa de mi abuela y mi amiga Hildegard.
Tres: Muere.
Me saco al SS de encima.

Cojo una gabardina y una boina.
Paso el control.
Disparan,
Tú gritas: LASSEN SIE"