viernes, 4 de diciembre de 2009

DE PUNTILLAS

Hoy quiero pasar por la vida sin hacer ruido. Sin que nadie apenas se dé cuenta de que vivo. Podría quedarme en la cama, pero no puedo dormir. Hace meses que tengo insomnio. Quiero pisar la tierra de puntillas. Que hoy no haya personas en mi mundo. Necesito recogerme y dejar de pensar. Hoy he sido la bella Ofelia ahogada y rodeada de flores con un velo invisible en los ojos. Me he ahogado. Pero estoy resucitando paulatinamente, a medida que tomo conciencia de mi cuerpo a través del tabaco que exhalo con voluptuosidad por la boca y el café maravilloso de la cafetera italiana. Aún no me he vestido. Llevo una bata blanca de raso que era de mi hermana. Debe de tener unos diez años, pero todavía conserva el brillo del principio. Nadie me ha visto. Nadie ha entrado en mi mundo y yo no quiero entrar en el mundo de nadie. Hoy es un día extraño. Me encuentro como fuera de la realidad. Quizá hayan sido las pocas horas de sueño. Mis sueños se han roto como copas llenas de champagne y tengo que ir recogiendo cuidadosamente los pedazos para no cortarme. Cortarse con un trozo de sueño bañado de Moët & Chandon.
Ahora mismo, tirada en el sofá escucho "Preludio a la siesta de un fauno". Me hace recordar "El planeta imaginario" de cuando era niña salvaje e inteligente. No me gusta ir taconeando por la vida, porque me parece una grosería, casi algo obsceno.
Pero no por eso dejo de llevar zapatos de tacón. He llegado al punto de serenidad de mi vida y he comprendido que nada vale la pena. Por qué tanto llorar en silencio. Llorar hay que llorar a gritos hasta que el alma se desate y caiga a nuestros pies como una piedra que llevábamos al costado. Pero hasta para eso, hay que saber hacerlo en silencio y de puntillas. ¿Quién soy? No me preguntes eso, porque ya sabes que no contesto a absurdos.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Hoy me he levantado rota por la espalda y el corazón. Medio desnuda, me he fumado mi ducados rubio en el tendedero y luego, como siempre, he bajado a tomar mi café con leche largo de café. Me he puesto a pensar en la condición del ser humano y no he llegado a ninguna conclusión satisfactoria.
Al lado de mi mesa, se han puesto los vecinos del cuarto, esos seres abominables e infinitos, que pasean su obesidad como si fuera un perro precioso. Ella es una lagarta que se dedica a despellejar a todo el mundo, pero yo siempre la saludo y le sonrío (debo de ser bastante lagarta también).
Llovía a cántaros cuando he salido. Lo cierto es que buscaba protección y no de la lluvia. La Iglesia estaba cerrada. Soy anticatólica, pero sí una ferviente cristiana y necesitaba llorar y rezar.
Me duele la cabeza de tanto evitar el llanto, pero no pienso llorar, aunque me haga falta.
He comprendido, gracias a una persona a la que apreciaba mucho (ahora ya no siento nada)que mi destino es estar sola. Pero no me parece algo trágico. Me parece normal. De hecho, no he sentido demasiado el abandono de ciertas personas de mi mundo, porque mi mundo lo he creado yo y yo soy la responsable de él. Mi mundo es azul, inmisericorde, hostil, pero también reparador. La soledad puede elegirse y yo la he elegido, por mucho que mi juventud se vaya por el váter. Tengo que encender un cigarrillo.
La educación en un hogar donde campan los libros a sus anchas y la música clásica lo envuelve todo te convierte en una persona con una delicadeza especial. "Cuando un genio nace, los necios se conjuran". Ser diferente sigue siendo un handicap para los desertores del arado. Hay cosas que sólo se aprenden desde la cuna. Cuando yo estaba en la cuna ya oía a mi padre tocar el violín y el piano. Cuando tenía unos siete años, iba con mi padre a la Catedral de Santiago, porque me fascinaba. Recuerdo perfectamente la vez que me llevó a ver el museo catedralicio y la catedral antigua. Soy feliz con mis recuerdos y todavía sigo yendo a la Catedral que huele a incienso y a niña.
Los recuerdos se me amontonan como los papeles encima de la mesa y mi Padre está siempre presente. Sé perfectamente que no encuentro pareja, porque busco a un hombre que reúna las cualidades que él tiene. No lo encontraré. Siempre tienen un fallo. No sé qué voy a hacer el día que me falte. No aparecerá nunca el hombre definitivo.
Una vez me leyeron la mano y me dijeron que toda mi vida correría tras un ideal y que no encontraría al hombre de mi vida. Se cumplirá la predicción.

lunes, 23 de noviembre de 2009

SIMPLEMENTE, NADA

Como siempre, hace frío en esta habitación. La habitación azul, por la que sueño que vendrá Peter Pan a trasladarme a "Nunca Jamás" para olvidarlo todo. La memoria es selectiva, pero tengo las heridas en carne viva y aún no puedo hacer desaparecer el dolor de mi mente.
Siento como si de pronto se me hubieran echado los treinta años encima y he roto a llorar como una niña, porque eso es lo que soy: una "niña perdida". Me he tirado en la cama y he dejado que el rimmel se corriera y viniese ese sagrado sabor salado a mi boca. No sé por qué me he puesto a llorar, tal vez sea que he nacido para la tristeza. Ya no me importa "el qué dirán" ni la opinión de la gente. Yo soy la dueña y señora de este cuarto azul donde las pequeñas cosas adquieren dimensiones extraordinarias. Entre humo y jazz, recuerdo su cara, copa tras copa. Casi un enólogo. Lo echo de menos, aunque es una tontería tratar de amarle. Ya he perdido dos trenes y éste tiene pinta de no parar en mi estación.
Hoy es uno de esos días que recuerdas a todos tus novios, amantes y demás cabrones, por eso necesito una copa, aunque en casa de mis padres no hay alcohol. Estaría bien un Bayleis para ir calentando motores. Medio mundo muere y yo sigo aquí a la espera del milagro. Vaso cuadrado con mucho hielo. He reparado que hay una cierta tensión sexual entre mi médico y yo. "Tensión sexual", nunca creí que escribiría estupidez semejante.

jueves, 24 de septiembre de 2009

"ROMANZA SIN PALABRAS"

Me he despertado temprano. Cuando los gallos aún dormían. He perdido mi fe o me la han robado; el caso es que ya no sé en qué creer.
De pequeña, mi padre tocaba siempre "Romanza sin palabras" al piano. Ahora apenas nadie toca las teclas del viejo piano. Ni siquiera yo. Pasan los días, pasan los años y me vuelvo como el viejo piano que ya no soporta la afinación. Me gusta el tacto de sus teclas de marfil que se vuelven espejos de mi rostro. Tantas manos lo han tocado desde el siglo XIX. Grandes mujeres y hombres. Pero yo soy como un grano de arena que molesta en el zapato. "Mi vida sin acontecimientos" rige en el "Libro del desasosiego". Me imagino ser una Bernarda Soares haciendo cuentas en el "haber" y el "debe", tiñendo mi vida de rojo con vino y lágrimas que no salen.
He perdido la facultad de llorar. Y duele tanto llorar por dentro...Tengo los ojos secos como el pecho de una madre estéril. ¿Qué será de los hijos que no he tenido? Cada noche acuno entre mis brazos al niño invisible y casi siento su aliento cerca de mi boca. Pero la mañana me devuelve estéril y marchita. A veces me pregunto por qué no he encontrado un padre para mis hijos. Pero lo cierto es que sola y encerrada en casa, difícilmente lo voy a encontrar.
Me he enterrado en vida sin darme apenas cuentas y son muchos kilos de tierra los que llevo encima.
Le tengo miedo al mundo. Por eso me cobijo en mi ratonera y sueño. Sueño, sueño y en mis sueños soy feliz.
Una vida en la que prácticamente nunca pasa nada y mi juventud se pierde como la leche de un cántaro a chorros.
Estoy fatigada. Me deshago como un hilo de sangre en el agua. Sé que soy señora de mi destino, pero hay demasiados fantasmas que no quiero despertar.
Quiero volver al regazo de mi padre delante del piano y que toque "Romanza sin palabras".

sábado, 29 de agosto de 2009

Esta noche no he podido dormir. Las gaviotas volaban bajo con su asqueroso olor a aceite del puerto. Me he levantado a eso de las cuatro de la mañana y he ido a fumar por la ventana. Hormigón. Hormigón y árboles que se caían en la carretera. Donde fumo, en el tendedero, siento que el tiempo no ha pasado y que todavía soy una nínfula de Nabokov. Miro hacia el patio y me pregunto cuántas veces he llorado en este rincón de las escobas. Los pensamientos negros se me acumulan y yo necesito una navaja para decapitar fantasmas. Pero en casa no hay navajas. Yo necesito una para acuchillar a la vida; para darle treinta puñaladas al sol.
Vuelvo a la cama y, de repente, soy una niña. La dichosa niña de cinco años de vocabulario monstruoso que nunca tenía mocos. Ciertamente, era, como he dicho muchas veces, una niña-monstruo.
Ahora estoy sola. Pero ya me he acostumbrado a la soledad como a un jarabe amargo. Me quedan Horacio y todos los del club bebiendo copas hasta el amanecer o la compañía callada de Bernardo Soares. "Yo soy un ser triste".
A veces, pienso que Dios juega conmigo a algo macabro y tira un poco más de la cuerda, bien para que me ahogue o para hacerme más daño.
Tengo sueño. Quisiera dormir eternamente, pero ineludiblemente, me despierto a las 6.30 de la mañana cada día. Podría hablar de la playa del orzán y de cosas bonitas, de esas que les gusta leer a aquellos para los que la poesía se reduce a Bécquer.
Pero no, hay un "realismo sucio" que me llama a la puerta todos los días. Y hablo de cosas inoportunas que sólo una minoría puede entender. Soy una gangrena para la gente buena, para la gente que se va de vacaciones a Mallorca y para los que compran el "rasca" de la ONCE.
Hoy no puedo escribir más.

viernes, 28 de agosto de 2009

LAS COSAS ROTAS

Me he despertado a las seis y media de la mañana. No he podido aguantar en la cama. La habitación del piso 16 se ha perdido para siempre. Sólo me queda recoger la ropa y marcharme sin dejar la puerta abierta.
Ya me he tomado el primer café de la mañana, pero esta vez no me ha sentado bien. No quiero ver a Alfonso.
Una sensación de serpiente me recorre todo el cuerpo y no paro de culebrear. Pensé que estando aquí me sentiría mejor, pero lo cierto es que no me puedo despegar de esta pitón que me ahoga. Hoy no estoy especialmente brillante; vamos, me siento muy mediocre. Me gustaría que, al menos, Horacio estuviera aquí y no en Argentina o en un libro de Cortázar.
Tengo tantas ganas de llorar que no me salen las lágrimas. Sigo siendo la chica rara de la cafetería de abajo. Hay uno que es un tipo curioso que cuando me ve, se echa a reir. Es el típico filósofo borrachuzas del pueblo llano. "Vítor". Sí, sí, no Víctor. Cuando me ve, se echa a reir. La verdad es que no me importa. Se toma sus copazos a las 8.30 de la mañana y sigue en el bareto todo el día o cambia su ruta de énologo. Es de los que echa la partida y se pone un palillo en la boca. Siempre me he preguntado qué función tiene ese palillo. Pero Vítor me cansa.
Estoy harta de esta fingida felicidad y de mis sonrisas proteicas. De esta vida que no es vida, sino un sueño más de Bernardo Soares. Todo está roto. Y hoy, apenas puedo escribir.
Llamaré a Horacio. Que venga como pueda. Escucharemos a Miles y beberemos vino. Tendrá ganas de acostarse conmigo, pero yo no tengo ningunas ganas de sexo. Para eso que después vaya a ver a La Maga.
Siento que se ha roto algo. Todos los tazones están cascados y el paraguas no me abre. Nunca seré la chica de la película. Por mucho que me ponga tacones nunca me besarán.

miércoles, 8 de julio de 2009

SIN REMEDIO

Todos hemos de morir tarde o temprano. En mi caso, que me corten el hilo las parcas cuanto antes. No sé saber vivir. Me siento como un juguete roto con el que han jugado demasiados niños. Aquí una oreja, allá un ojo, una pierna tal vez...Me he roto de dar tanto tiempo contra las paredes. No soy más que una muñeca con el traje roto y el pelo corto.
Tengo un sufrimiento agudo y eterno que me perfora el alma como una larva. Me pinto sonrisas rojas y ojos de oro, pero eso no es más que la fachada que se esconde tras la piel.
Ayer vi a un bebé precioso, ése hijo que el cielo me negará, y me entraron unas ganas locas de llorar. También es cierto que apenas salgo de casa y que así no hay forma de hacer nada. No me gustan los grupos de manualidades ni las clases de baile. Reconozco que, en cierto modo, soy una misántropa selectiva, pero he nacido así.
Nadie me ha enseñado a escribir y sé que ése es el único arma de que dispongo. Me pueden quitar todo, menos la palabra.
A veces, me siento ajena a mi propio cuerpo. Siento que no me pertenece y, realmente, no es más que polvo sobre polvo. Me deshago en ínfimas gotitas cuando llueve, cuando se pueden pisar los charcos y regresar al mundo del que me robaron. Sólo percibo cómo me destiño y un reguero de colores corre entre mis pies. Estoy perdida como un niño en un centro comercial. Tengo miedo, porque no encuentro ése no sé qué que me han quitado.
Todavía estoy en duermevela; el azul de la habitación se impregna del rojo de Marilyn. Qué bella es. Sus labios incitan a ser besados, no como los míos que son de cartón. Ellos acabaron con ella. Como otros intentan acabar conmigo. Tengo la plena confianza en que no me dejaré atrapar. Los negros pensamientos acuden a mi mente, pero queda mucho por andar, aunque cualquier día aparezca hundida en la bañera. Ya lo he dicho: "Todos hemos de morir". Yo no soy una chica lista que se sepa poner a tiro para seducir a un hombre. Yo soy la que en invierno recogía los abrigos, mientras las otras bailaban. Pero, ¿qué tenían de especial aquellas salidas nocturnas? En medio de todo, debo considerarme afortunada. No puedo permitirme el lujo de pensar lo contrario.Mañana será otro día, otro día igual a éste. Otro día en mi celda. Pero, también soy frágil y me puedo romper como el cristal, por eso necesito que mes des un beso, aunque sea de cartón.

jueves, 19 de marzo de 2009

SIN TRASCENDENCIA

No pretendo escribir nada trascendente. Generalmente, nunca me lo planteo, pero hoy sería, además, inviable. Las cosas no van bien y parece que se empeñan en no sacarme los últimos artículos en el periódico. Horacio se peina amaneceres en el Sena y no se encuentra ya ni a sí mismo. Yo llevo malamente la contabilidad de Monsieur Doupin y me emperiqueto con su vino caliente y las caricias de la gata Lisseta. Cualquier día nos echan del local por los atrasos. Hemos empezado a quemar revistas del corazón, que robo en las peluquerías, porque se nos empieza a acabar la leña. Aún encima, el mes que viene tendré que volver a la cola del paro y sólo falta ya que La Maga sea académica de la Lengua y que a Humpty Dumpty le dé por celebrar una "gloria" o cualquier despalpalabrada.
Los vecinos no me dejan concentrarme en mis propios pensamientos. Me he jugado todas mis vidas a una sola carta y la he perdido, por eso ahora tengo una hipoteca en el cementerio. Me olvidé de decirte que me las jugué un día que pensé que era mejor dejarse mecer en un vaso de ginebra con una nana al oído. Pero la nana era el zumbido de un moscardón encerrado en la caja de un violonchelo. Ya me dirás qué puedo hacer en estas condiciones. Palabrear. Malpalabrear. Perderme en el desagüe como el agua de fregar las escaleras. Así de pequeña soy yo-Cecilia. Dicen que no quería a su madre. Yo no puedo reprocharle nada a nadie. Salvo que tenga las uñas sucias o comidas. Recuerdo los sauces de mi infancia. La crucecita del niño jesús. El café con galletas. Ahora los sauces ya no tienen ni lágrimas y el café lo tomo sola en la misma cafetería todos los mismos días en la miama mesa. Me despersonalizo. Nada tiene sentido. Me pierdo por caminos que conocí y se me han vuelto extraños. Siento en el cuello el filo brillante de la navaja que invita al dormitorio. Mis recuerdos son cada día más lejanos, como de una infancia que tuviera lugar en otra época de la historia. Y no hago otra cosa que pensar en tí. Tü que crujes en mi cerebro con tu paso largo y calmado. Enciendes un cigarrillo y me entran unas ganas locas de fumar, pero ahora estoy colgada de lo más alto de mi sueño y aquí no hay tabaco rubio. Cuando despierte cogeré un Ducados Rubio.

domingo, 15 de marzo de 2009

CINCO AÑOS

Los pantalones me arrastran y llevo sucio el dobladillo. Ya me he abandonado de tal modo que ya da todo igual. La comida me apesta y mi apetito es cada vez menor. Parece que un enjambre de polillas me devoran el estómago. Suenan los grandes éxitos de Serrat “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar”...Se me ha parado el reloj en las seis de la tarde. Una hora infantil que suena a “Barrio Sésamo” y bocadillo de “Nocilla”. Siempre fui una niña abandónica, aunque éste sea un recuerdo falseado de mi memoria. Miro atrás y veo a la eterna niña de cinco años jugando sola. Era quitarme la falda y quedarme con los piterpanes. Era Robin Hood o Peter Pan. Siempre me gustaron las espadas. Hoy derramo lágrimas por la muerte de aquella infancia rota por el desencanto. El temporal me trae a las manos las mismas hojas que yo recogía en la Alameda, con ellas haré un manto que cubra a la niña difunta y encenderemos velas azafranadas para que su alma no se la lleven las palomas. El cuerpo es pequeño. Delgado. Se va yendo entre suspiros asmáticos, tirando del aire que no llega. Ya no están cerca las manos de su madre. Su padre quedó atrás. La niña no llora. La niña sabe que va a la muerte. Y la espera con su cara cianótica y las manos unidas. Las manos. Tan pequeñas y tan bien hechas. Se diría que son de una princesa. Pero ella no fue nunca la princesa de nadie. No hubo reinos en su desparaíso. Ahora yace muerta con su medallita de la virgen María. El viento se ha vuelto violento y ha hecho volar una bolsa de plástico como un globo. Los niños no deberían morir nunca. Y todas las niñas deberían ser, al menos, por una vez, princesas.

jueves, 12 de marzo de 2009

SOÑAR

Esta noche he soñado con él. Parecía más joven que en aquella fotografía de París en la rua Montparnasse. Sonaba la música de un acordeonista y la voz desgarrada de la Piaf. Ya me había despintado las uñas y parecían mis manos, manos de santa. Algo tienen de místico mis manos. Será por su delicadeza. Yo corría por el puente del Sena con las medias rotas y una gabardina gris. Llegaba tarde a la cita. Él estaría en el café de siempre con una copa de, quién sabe, ¿jerez?. Me hice paso entre la multitud que se reflejaba en los charcos como en una galería de arte. Codazos, paraguazos, la lluvia arreciaba aquella tarde. Yo era una chica perdida con olor a colonia. Entré en el café con un salto de gacela. Entre los visillos, la gente atisbaba a los pobres transeúntes que se mojaban. Yo hacía recuento de mis males en las carreras de mis medias. Estaba de espaldas. Llevaba una larga melena. Al principio se me pareció a Cuchi, pero la larga cicatriz de su brazo me lo desmintió. Pedí por el aire una crema de Whisky. Me puse de frente y nos besamos. Algo había de familiar en aquellos besos. Me recordaban a los personajes pintados de Hopper. Aliento de soledad. Soledades encontradas. Enseguida, reparó en que yo tenía frío. Pero le dije que estaba bien. Aquel local de los años 30, aún guardaba el aroma de los viejos cabarets, antes de que pasara la guerra. El humo no me dejaba verle apenas la cara. Pero yo sabía quién era aquel poeta de ojos tristes. No cruzamos una palabra, tal vez, porque ya sabíamos demasiado el uno del otro. Pagamos la cuenta y nos echamos a andar. La calle parecía llena de espejos de agua que rompían en mil pedazos los chiquillos con sus botas. Olía a otoño y castañas asadas. "Mi vida sin acontecimientos" (Pessoa-leí en una pared pegada a la catedral. Pensé en "Caballo verde" y Neruda. Se me había subido la crema de whisky y fumaba sin parar. Él callaba.

lunes, 9 de marzo de 2009

MUJER DE TIRAS DE PAPEL

Mi memoria se ha vuelto papel mojado sobre el que se diluyen letras negras. Apenas puedo sostener la pluma con la mano. El tiempo parece estar habitado por fantasmas del ayer y hoy que me deshacen la cama para que no pueda dormir con el revoltijo de sábanas. Algo grita, allá a lo lejos. Algo que no acierto a descubrir. El mar está calmado. Mi alma agitada. Miles de polillas devoran mi estómago y me cubren la cara hojas de hierba, propias de Yeats. El mundo es una estación donde uno está solo en plena madrugada. Mi estación es de cuchillos y de cristales y me voy desangrando por los portales. Pido un poco de agua. Pido un poco de descanso al desvarío. Y sólo encuentro el eco de mi voz reverberando en el hueco oscuro de un árbol ceniciento. Han quemado mi tierra. La han quemado! No huyáis ahora que asola el terror a nuestra comarca. Haré un manto de hojas secas para cubrir vuestros cuerpos desnudos y beberemos la leche negra que bebió el gran Celan. Somos animales deshabitados en un desparaíso. Mansas alimañas que no tienen qué comer.
Yo, reparaba en estos pensamientos, mientras tomaba mi café de siempre y sentí una punzada abdominal que se clavaba en mí como un puñal de carne humana. Vi los ojos del poeta en el negro de mi taza. Eran sollozantes y tristes, porque me habían robado la inocencia. Ya no vería más a las niñas de blanco jugar junto a la playa. Y me despediría de ellas desde una barca errante donde decirles adiós con la mano. Llevaría un mirto en las manos y un cuchillo bajo el brazo. Decidme, oh dioses, por qué me han robado la inocencia.

viernes, 6 de marzo de 2009

NOTAS DISCORDANTES

Algo suena sobre mi habitación; parece el sonido de una guitarra mal templada. La lluvia cae estúpidamente contra los cristales deshaciéndose como una granada partida al sol. Se me ha parado el reloj. Me viene a la mente un poema de Aquilino Iglesia Alvariño "Polos Vellos Poetas que foron". Non lembro ben o comezo, seica dicía algo coma "Houbo un tempo feliz". "Houbo un tempo feliz" resoa na miña memoria coma unha cantiga de berce. Seica tivo que haber un tempo feliz. Mais agora non atopo outra cousa que escuras escumas preto da miña praia. Removo entre as cavichas o derradeiro pito e fico mirando para a miña testa na cunca do café. ¿Quen son? En realidade, outra "Dona delicada". Aínda que o meu cabelo curto e as miñas pegadas de ganso semellen ser de rapaz. ¿Que hai tras esta faciana? Nicotina e cafeína. Falei con Afonso, el cre nas miñas potencialidades, pero eu xa non creo en nada. Só desexo que pase a hora de xantar para ir tomar café e escribir no meu caderno. Cada día cústame máis comer. Non teño fame. A soidade éncheme o estómago.
Pregúntome quen será Carlos. Non sei quen es. Pero estes anacos de min van por ti. Eu non son máis ca unha muller de folerpa a punto de esgotarse nun charco. O tempo convertiuse nunha estraña forma de sentir as ausencias. Collo cada anaco de home e muller e os deixo valorecer nun vaso ata que me lembro deles. Non me fagas caso. Tan só, falo a soas.

jueves, 5 de marzo de 2009

EL CUADERNO DE CUERO

He bajado a tomar un café. Ya sabes: doble largo de café. He encendido un cigarrillo sin ganas y he clavado la vista en la carta de vinos. Mirar sin ver. El café estaba demasiado caliente, así que disfruté de mi pitillo, matándome un poco más.
Hoy mis manos me resultan desconocidas. "Las señoritas se conocen por las manos"-y una mierda!!! Lo cierto es que son delicadas y siempre están muy cuidadas, pero hoy tengo el esmalte carcomido como una chica de barrio de ésas que se pintan los labios de rojo.
El café me reconcilia con el mundo. Eso y el cuaderno de cuero, donde escribo sin autocensuras. Lo llevo siempre conmigo, en el bolso, porque nunca sabes cuándo se puede presentar una ocasión para escribir. Apenas tengo nada que decir, pero necesito palabrear como cuando le escribo a Cuchhi. Esta soledad parece una goma pegajosa que se va extiendo por el cuerpo. La soledad huele a leche cortada y tiene el tacto de las agujas. Me recuerdo siempre sola, aunque éste sea un recuerdo falseado de mi memoria. Yo me tengo por una niña abandónica, a pesar de que no pude ser más querida. Pero algo tiene de trágico la infancia. Es como un vaso a punto de quebrarse. La inocencia perdida. En mi cuaderno, hablo de ese gran sentimiento de culpa que me ha perseguido siempre: un pecado cometido sin darme apenas cuenta o de haber nacido en época de Cristo, ser su asesina.
El cuaderno de cuero sabe a café y a tabaco. También, a largos paseos solitarios. Un día me llenaré los bolsillos de piedras y me meteré en un río, como Virginia. Seré una hermosa ofelia sin flores ni largos cabellos, pero le devolveré a la tierra lo que sólo a la tierra pertenece.
Hace frío. Estoy helada. Fumo vehementemente en mi dormitorio, mientras juego con mi pitillera de plata. Era de mi padre. Yo quería ser el hijo. El auténtico heredero de su magisterio. Pero el cielo no lo quiso así.
Yo soy la muchacha delgaducha a la que nadie besa. La bohemia del café de artistas, sin artistas. La sombra de la sombra. La que pudo ser todo y no llegó a nada.
Miro cómo se hunden las colillas en el cenicero de agua y pienso en mi juventud malgastada en estudiar. Y siento cómo me hundo un poco más en el agua de las colillas...

lunes, 23 de febrero de 2009

TRES NOCHES EN LA ZARZUELA

Acabo de hablar por teléfono con Félix, Félix San Mateo, el director de la Compañía Lírica de Zarzuela de Madrid. Hace tres semanas que han estrenado en A Coruña. La primera noche nos deleitaron con "Katiuska", la segunda con "La verbena de la Paloma" y la última con "La del soto del Parral". Las localidades estaban agotadas. ¿Quién lo llama a éste nuestro "género chico" que abarrota los grandes teatros? Es nuestro gran género. Y de la mano de un director que sabe conjugar la templanza de una música bien orquestada con las voces inigualables del reparto. Lo cierto es, y esto es lo que menos me gusta, que para entrar me tuve que hacer un hueco entre la alta sociedad coruñesa cargada de pieles y oliendo a laca, esa que hace llorar los ojos. Todos son "bárbaros" y aprovechan cualquier ocasión para sacar del armario su animal muerto. Pero dejando de lado esto, he de reconocer que me emocionó sobremanera "La leyenda del beso" y "Las bodas de Luis Alonso", entre otras piezas célebres entre las que destacan el barítono y la soprano, María José, de la compañía. El ambiente era efervescente. Cuánto tiempo hacía que no había zarzuela en A Coruña.
Tras la primera función, un Félix exhausto me dijo: "¿Has visto lo que he tenido que luchar contra esos dos elementos?". Con qué pasión dirige, qué manera de vivirlo. Poco puedo decir de lo que allí sentí desde mi butaca en platea, gracias a Félix. La zarzuela tiene el gracejo de los arrabales madrileños, el arte del teatro y de la música. Una combinación inmejorable para todo amante de la escena y el canto. Pero, sobre todo, esta compañía, cuenta con un elenco excepcional que va desde los coros a las figuras principales, pasando por supuesto por la orquesta, fantástica, y su director.
Bien es cierto que lo poco que hablamos Félix y yo no somos exactamente afines, pero somos amigos, al fin y al cabo. El arte está por encima de las creencias. Ahora bien, Félix San Mateo es un hueso duro de roer. Amante de los toros, el buen vino y la buena mesa pone pasión en todo lo que hace. Aunque ya sabéis lo que yo opino de los toros. Me dijo, sin acritud, que carecía de ideales, que me habían comido el coco cuatro chalados...En fin, puede ser que no tenga las ideas muy claras, pero a Félix hay que quererlo como es. Un gran tipo.

miércoles, 4 de febrero de 2009

EN LA COLA DEL PARO

Hacía un frío matador a eso de las 8.30. Yo todavía estaba entre sueños. No abrían hasta las nueve. La cola daba la vuelta a la plaza. Llegué temprano, después de tomar un café largo y calentito en la cafetería de abajo. Me dio tiempo a pensar en muchas cosas. Tal vez, demasiadas. Apenas puedo escibir con el desorden de mi mesa. Tendría que hacer arreglo de libros. Y la cara. Me hace falta un peeling y una mascarilla de arcilla. Lo cierto es que no quise pensar en nada trascendente durante la espera, aunque venían a mi mente todo tipo de tribulaciones. Hace mucho que no escribo para el periódico, porque apenas tengo ideas. Eso me atormenta y me vuelve más estéril. No hay más que mirar el número de entradas de mi blog para ver que no estoy de arte. Además, me espera una pila de libros por leer, pero casi no tengo tiempo con tanto estudiar. He descuidado el piso número dieciseis. Estará lleno de polvo.
Busco la inspiración por todos los escondrijos, pero se me resiste. He buscado hasta en la lavadora. Parece que se me ha secado el cerebro. Pero no veo gigantes en lugar de molinos. No veo nada. Sólo soy la triste chica de los apuntes y café doble. Me gasto la "paga" en cafés y tabaco, mientras me pregunto si el arte imita a la vida o al revés. "Principio de mímesis". Principio de mierda. No sé por qué me levanto por las mañanas. Ni siquiera entiendo cómo es posible que todavía siga en pie. No quiero pensar qué será de mí en unos años. No me lo quiero imaginar. ¿Un montón de libros y tres gatos a los que alimentar? Prefiero pensar que seré una solitaria profesora de letras que escribe y bebe mistela después de comer. Estar en la cola del paro es haber perdido la inocencia. La inocencia que tuve hasta hace poco. En cuanto empiezas a hablar de lo que me quitarán del irpf, del registro de la propiedad y de las facturas devueltas por el banco has ingresado en el mundo de los adultos. Ya no hay salida. Sólo quedan los cafés en solitario y algún buen libro. Me pregunto si alguna vez tomaré café con alguien.

domingo, 11 de enero de 2009

OTRO CAFÉ MÁS

No te vayas, tomemos el último café juntos. Lo preparé en mi cafetera italiana y lo serviré en aquellos pocillos que heredé de casa de mis padres. Me dices que tienes problemas con tu cuadro, que no sabes cómo pintar el piso dieciseis. Que tan sólo es un edificio gris que sobresale de entre el resto. Anoche me quedé dormida, mientras veía "Casablanca", por eso no te llamé.
Ha hecho frío esta noche. Esta noche de la que no quería despertar. Soñé con mi puesta de largo y que bebía Moët & Chandon, ya ves, qué tonterías. Lo cierto es que no quería despertar. La vida me sabe a poco y tú estás demasiado lejos. No sé si seré una buena madre para cuando llegue el hijo, si es que llega. No, no quería despertar. Los relojes azules de los sueños siempre marcan las seis de la mañana. Yo era una joven con un traje largo negro que me cubría el rostro. Dormir. Dormir eternamente. Sin fin. La curvatura de tu espalda es tan perfecta como el asa del pocillo. Me gusta que estemos así: en el sofá, despreocupados. No. No quería que se rompiese mi sueño. De niña recogía piedras blancas y me llenaba los bolsillos. Tal vez lo vuelva a hacer y me sumerja en un río. Virginia Wolf. Sólo necesito un café y una habitación para escribir. Yo te ayudaré a pintar las ventanas por las que la pobre Pola llevaba un poco de mate. No quería vigilías. Las tres parcas con su único ojo me regalaron unas tijeras. Yo pondré bajo mi lengua una moneda para pagar al barquero. ¿Qué fue de tí mientras yo soñaba? Yo he conocido a una joven pelirroja que hacía versos con sus heridas. Tú pintabas por las paredes monstruosas serpientes verdes como las que te acechan en tus sueños. No, no quería amaneceres. He visto morir a dos personas. La soledad y los estertores de la muerte. El vacío y una boca que no se cierra. Adioses de tiempos perdidos y caras desfiguradas. Déjame que sueñe, déjame que no te abandone mientras duermo.