domingo, 11 de enero de 2009

OTRO CAFÉ MÁS

No te vayas, tomemos el último café juntos. Lo preparé en mi cafetera italiana y lo serviré en aquellos pocillos que heredé de casa de mis padres. Me dices que tienes problemas con tu cuadro, que no sabes cómo pintar el piso dieciseis. Que tan sólo es un edificio gris que sobresale de entre el resto. Anoche me quedé dormida, mientras veía "Casablanca", por eso no te llamé.
Ha hecho frío esta noche. Esta noche de la que no quería despertar. Soñé con mi puesta de largo y que bebía Moët & Chandon, ya ves, qué tonterías. Lo cierto es que no quería despertar. La vida me sabe a poco y tú estás demasiado lejos. No sé si seré una buena madre para cuando llegue el hijo, si es que llega. No, no quería despertar. Los relojes azules de los sueños siempre marcan las seis de la mañana. Yo era una joven con un traje largo negro que me cubría el rostro. Dormir. Dormir eternamente. Sin fin. La curvatura de tu espalda es tan perfecta como el asa del pocillo. Me gusta que estemos así: en el sofá, despreocupados. No. No quería que se rompiese mi sueño. De niña recogía piedras blancas y me llenaba los bolsillos. Tal vez lo vuelva a hacer y me sumerja en un río. Virginia Wolf. Sólo necesito un café y una habitación para escribir. Yo te ayudaré a pintar las ventanas por las que la pobre Pola llevaba un poco de mate. No quería vigilías. Las tres parcas con su único ojo me regalaron unas tijeras. Yo pondré bajo mi lengua una moneda para pagar al barquero. ¿Qué fue de tí mientras yo soñaba? Yo he conocido a una joven pelirroja que hacía versos con sus heridas. Tú pintabas por las paredes monstruosas serpientes verdes como las que te acechan en tus sueños. No, no quería amaneceres. He visto morir a dos personas. La soledad y los estertores de la muerte. El vacío y una boca que no se cierra. Adioses de tiempos perdidos y caras desfiguradas. Déjame que sueñe, déjame que no te abandone mientras duermo.