jueves, 5 de marzo de 2009

EL CUADERNO DE CUERO

He bajado a tomar un café. Ya sabes: doble largo de café. He encendido un cigarrillo sin ganas y he clavado la vista en la carta de vinos. Mirar sin ver. El café estaba demasiado caliente, así que disfruté de mi pitillo, matándome un poco más.
Hoy mis manos me resultan desconocidas. "Las señoritas se conocen por las manos"-y una mierda!!! Lo cierto es que son delicadas y siempre están muy cuidadas, pero hoy tengo el esmalte carcomido como una chica de barrio de ésas que se pintan los labios de rojo.
El café me reconcilia con el mundo. Eso y el cuaderno de cuero, donde escribo sin autocensuras. Lo llevo siempre conmigo, en el bolso, porque nunca sabes cuándo se puede presentar una ocasión para escribir. Apenas tengo nada que decir, pero necesito palabrear como cuando le escribo a Cuchhi. Esta soledad parece una goma pegajosa que se va extiendo por el cuerpo. La soledad huele a leche cortada y tiene el tacto de las agujas. Me recuerdo siempre sola, aunque éste sea un recuerdo falseado de mi memoria. Yo me tengo por una niña abandónica, a pesar de que no pude ser más querida. Pero algo tiene de trágico la infancia. Es como un vaso a punto de quebrarse. La inocencia perdida. En mi cuaderno, hablo de ese gran sentimiento de culpa que me ha perseguido siempre: un pecado cometido sin darme apenas cuenta o de haber nacido en época de Cristo, ser su asesina.
El cuaderno de cuero sabe a café y a tabaco. También, a largos paseos solitarios. Un día me llenaré los bolsillos de piedras y me meteré en un río, como Virginia. Seré una hermosa ofelia sin flores ni largos cabellos, pero le devolveré a la tierra lo que sólo a la tierra pertenece.
Hace frío. Estoy helada. Fumo vehementemente en mi dormitorio, mientras juego con mi pitillera de plata. Era de mi padre. Yo quería ser el hijo. El auténtico heredero de su magisterio. Pero el cielo no lo quiso así.
Yo soy la muchacha delgaducha a la que nadie besa. La bohemia del café de artistas, sin artistas. La sombra de la sombra. La que pudo ser todo y no llegó a nada.
Miro cómo se hunden las colillas en el cenicero de agua y pienso en mi juventud malgastada en estudiar. Y siento cómo me hundo un poco más en el agua de las colillas...

3 comentarios:

  1. es como hace mucho tiempo que no era.

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  2. hola Lucía, ultimamente me tienes un poco desconcerteado por las cosas que escribes. Espero que no sean autobiográficas y si lo son deseo que pronto puedas deleitarnos con relatos más amables, más alegres. Y si se admiten peticiones algo en la lengua de Breogan estaria muy bien. Saludos.

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