¿Adónde fueron promesas, buenas intenciones y amistad?
Quizás se mezclaron con el agua sucia de algún vertedero.
Yo tuve grandes amigos que se comportaron conmigo como héroes,
Pero que me abandonaron en la carretera Dios sabe por qué.
Me declaro inocente de toda culpa.
Mis versos descarnados no eran de su gusto.
Temían que les contagiara la tristeza de mi vida.
Me estigmatizaron por mi educación, por mi fe, cuando aún no la había perdido,
Por pertenecer a una clase social que yo abominaba, que me hacían aborrecer.
Me hicieron culpable de delitos de antes de mi nacimiento.
¿Pero qué fue lo que pasó?
Nada. Absolutamente nada.
Las mayores estupideces ocurren por nada.
Me dejaron sola y lo acepté.
Al fin y al cabo, yo no podía perder nada que no había tenido nunca.
Rebotadas sociales incapaces de pronunciar nombres de pastel en francés.
Perdí el tiempo.
Era previsible que algún día me dejarían sola.
La envidia corrompe, aunque se disfrace de desprecio.
Me honra su desprecio, porque no es más que la constatación
De la alta estima en que me tenían.
Lucía de Fraga.
Ella me abandonó.
ResponderEliminarLa culpa fue de una copa, de tres copas. Y de unas palabras estúpidas e inoportunas.
Toda la vida lo lamentaré.
Me dejó por imbécil. Sí, lo sé.
Ahora no me sirven las lágrimas ni las lamentaciones.
Ella fue lo mejor, lo más puro y bello (Aunque se empeñaba en parecer todo lo contrario) Las palabras suyas eran explosiones intesísimas en las noches desoladas de angustia, de hastío y desesperación. Pero explosiones bellas y desgarradoras.
Las aprecié y las disfruté como se paladea la belleza dura y terrible de la vida en carne viva.
No supe estar a su altura.
Paro me queda su poesía.
Las pérdidas queridas se sienten mucho, las perdidas que nos dejan heridas, son alivios y la pérdida del valor interno, es abandonarse uno mismo.
ResponderEliminarLucía: ¿Hay tal vez en el segunod verso una repetición innecesaria? Creo que sí.
ResponderEliminarEs sólo un aporte
Saludos