miércoles, 21 de septiembre de 2011

DIOS, LA JUSTICIA Y LOS PIJAMAS DE FRANELA

Ha empezado a hacer frío,
por eso he empezado a ponerme pijamas de franela.
Ya no sé en qué creo y en qué no,
pero estoy convencido de que el Cielo de los Niños
 también está hecho de franela.

Te miro a los ojos, me acerco un poco más,
penetro en ellos y, a continuación, se funden.
Parece un chiste malo:
generaciones atrás temían la mirada de Dios.
Ahora se te puede dejar bizco con un sólo parpadeo.

La justicia hace mucho que está demodé
y, a veces, se te olvida que ser reponsable de zona
en este puto Hipermercado requiere tu atención.
La temporada, según cuentas las malas lenguas,
dicen que te va muy mal.

Cualquier día la cagas con tanto blanqueo de almas.

Porque ahora te dedicas a los muertos, ¿no?
Ya nadie quiere irse a tu mierda de reinado
y hasta has cambiado el cartelito "Con derecho de admisión"
por un "Se fía".
Lo siento, mi amor, pero nunca volverás a llenar el local.

No sé cómo va eso del tráfico de almas y, francamente, no me importa.
Tus mercenarios lo tienen bien montado.
De hecho, puedo ser el mayor cabronazo sin miedo a morir,
porque, qué quieres que te diga, todos sabemos
que la Indulgencia Plenaria es un chollo para lo divino y lo humano.

Hace más de un mes que tengo dolores de cabeza.
Prefiero ahorrarme detalles escabrosos.
El corazón me late en las sienes y tengo una extraña sensación
que me mantiene permanentemente hiperalertado
y, como no podía ser de otra manera,

todos los caminos conducen a Roma
y te veo sentado en tu "beato sillón",
veo cómo te atreves a apostarnos
en una timba con el Diablo
y por mucho que grito, compruebo que sigues sordo.

Sólo me quedaría mandarte a la mierda,
pero yo nunca pierdo las formas.
Me marcho. Me voy al Cielo de los Niños
y por el camino voy desaprendiendo
con mi pijama de franela.

Lucía de Fraga.

martes, 13 de septiembre de 2011

DE MÚTUO ACUERDO

Anochecía tu cuerpo que ya no era tu cuerpo,
en un delicioso sueño en el que habíamos dejado de ser
dos desconocidos con ganas de olvidar.
Sólo la noche era capaz de escuchar nuestros latidos
y, por un momento, nos deshicimos del infierno.

Al principio, nos comportamos como dos adultos cuerdos,
pero habitaba en nosotros un intenso dolor que gritaba nuestros nombres.
Yo ya no tenía nada que perder y tú, quién sabe,
si un hogar, la soledad o, simplemente, el miedo.
Así que empezamos a anochecer.

Nos secamos las lágrimas con nuestros propios cuerpos,
abrazados tan fuertemente que nada ni nadie podía despegarnos.
Mi sonrisa avergonzada incendió la noche
y tú me devolviste al primer día de mi vida.
Allí no había nadie, tan sólo un cuerpo con dos almas.

Por un instante, el mundo entero desapareció
y se fueron tras él los demonios y fantasmas.
Anochecía entre tus brazos y tus besos callados.
Ya no teníamos adónde ir y, por fin, el tiempo se agotaba.
Ya podíamos decir "Adiós" a una vida que nunca conocimos.

Contuve la respiración.
El dolor físico dura tan sólo un momento.
Lo que nunca se cura es el dolor del alma.
Nos agarramos fuertemente de la mano.
Anochecía.

Anochecía un valls infinito entre la luna y los espejos.
Languidecíamos.
Favor por favor.
Silencio súbito, tras el sonido esquelofriante de un quebrar de huesos.
Favor por favor.

Me precipité sobre ti según lo pactado.
Yo veía estrellas. Tú aún no me habías dado alcance.
Me cerraste los ojos y me cubriste con la sábana.
Te parecí todavía más hermosa.
Vinieron más estrellas. Tú también las veías.
















lunes, 5 de septiembre de 2011

NUEVO BLOG: www.lamadremuerta.blogspot.com

Os presento un nuevo blog: www.lamadremuerta.blogspot.com , "Diario póstumo de Lucía Fraga". Un viaje a través de mis últimos años de vida narrado desde el punto de vista de mi hija, Lucía Fraga. Una muerte sin resolver, un matrimonio frustrado, la vida secreta de la escritora y una serie inexplicable de sucesos misteriosos.

sábado, 3 de septiembre de 2011

LA CAJA DE MÚSICA


Todo el dolor se concentra en un punto.
Algún cabrón le habrá dado al interruptor,
ése que se sitúa justo debajo de la cuerda.

Yo tenía una caja de música,
preciosa,
de aquella época de las pesetas rubias.

Una maquinaria extraordinaria;
figuras en movimiento,
luz en el fuego y paz en la noche.
Sólo mis ojos de niña infeliz
podían adivinar la tragedia que escondía.

Largas noches he pasado escuchando
la voz estremecida de un violín de manivela.
Con el cuajo de una manzana en la garganta,
miraba hacia las constelaciones de mi universo,
y la música y el color incendiaban el cuarto.

Un día
-como hoy, como ayer, como cualquiera-
la lancé violentamente al suelo.
Ese día, tal día como hoy,
destrocé por completo el mecanismo
y sólo quedaron figuras mutiladas.

Ese día
supe que había destrozado
algo más que una máquina llorona.
La ternura enegndró el capricho
y el capricho se convirtió en locura.

Lucía de Fraga