jueves, 20 de septiembre de 2012

YO, LA MALA DE LA PELÍCULA

Me gané a pulso el falso título de "Mujer Fatal"
-casi sin querer-
y todos me creyeron.
Esquiva, inaccesible, eróticamente desafiante
para todos los hombres pagados de sí mismos.

Ésos: mendigos patéticos que se achicaban
con mi última palabra, la máxima distancia de seguridad
y mis negros ojos clavados en el punto fijo
de aquella arrogancia que se disolvía
ante la presencia de la mujer con alas de cuervo.

Sí, "Mujer Fatal" y de insultante juventud.
Una juventud que no debía ser descubierta
en su desamparo y en su fragilidad.
Antes abrigo feroz y forro de espinas
que aullante doncella de heridas abiertas.

Ni el tacón alto de charol, ni el cruce de piernas,
ni tan siquiera la ceja erguida y el cuello enhiesto
podían acallar el dolor que destilaba lágrimas
negras y borrosas al final de una función sin público.
Ésa que acaba en cualquier retrete sucio y, tú, sin pañuelo.

Tiempo al tiempo, amiga mía.
Cualquier día puede desintegrarse esa dura corteza
en la que te envuelves con medias negras
y ese estudiado maquillaje de luz y sombra.
Que sea lo que tenga que ser.

Sí, hasta las "Mujeres Fatales" crecen
y, curiosamente, al renacer tan sólo son
la sombra de una niña asustada.

Lucía de Fraga.





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