martes, 11 de febrero de 2014

NAVAJA AFILADA

Vengo borracha de tomar unas copas y algo más.
Pobre mamá, si ella supiera...
Risas fingidas y manos indiscretas entre las medias
que tratan de sacarte un par de ases debajo de las bragas.
Nunca he llevado bien ser una chica guapa.
Susurros al oído y un “Te llevo a casa y
adónde tú quieras, reina”.
Copas pagadas, pasaportes a alguna cama,
Moët & Chandon, promesas de cinco estrellas.

Ahora estoy aquí, sentada en el suelo,
fumando un cigarrillo, con la espalda contra la pared
en esta triste cocina, descalza y medio desnuda.
Una copa de Oporto me hace el amor
y yo dejo que el Duero me penetre por completo.
A oscuras, en la noche, me siento serena
y mi cuerpo se expande en la negrura del cielo,
mientras mis pensamientos se han ido a la cuna
Y sólo la luna menguante sabe mecerlos.

Mi pecho, mi voz, una aparición, mis anclajes
me devuelven a los arrabales de hormigón
donde veía la cara de mi madre reflejada en el suelo,
llorando, llorando, porque una hija se le había perdido.
Ésta es la noche en que mi cuerpo se vuelve nostalgia,
bastardo recuerdo de agujas perdidas en el minutero,
único pasatiempo a estas horas de la madrugada,
cuando el colocón respira por la herida infantil
Y supura resina de mis venas de niñez..

Fumo una y otra vez lentamente.
Me dejo consumir por la oscuridad de las sombras y
manosear por los negros cuerpos etéreos.
La nocturnidad, con alevosía, me desnuda
frente a ventanas todavía despiertas,
perfilando mis curvas y la navaja que advierte.
Alguien se masturba agitadamente frente a lejanas cortinas.
Quiero morir esta noche en su cielo de luto,
que me lleve la muerte de este infierno con olor a sexo.

Ahora estoy aquí, sentada en el suelo con la espalda
contra la pared, fumando un cigarrillo
en mi cocina, descalza y totalmente desnuda.
Mi cuerpo se confunde con las sombras lascivas
que ávidas de placer encienden sus lenguas.
Sueño con el hombre que me besó en la boca
con sabor a deseo y ron añejo.
Ese hombre que se tragó la noche en un vuelo.
Ese hombre que rompió a la fuerza mi flor primera.

Lujuria, pesadumbre, inocencia perdida
¿Quién os conjuró en la noche de mi cuerpo?
Profilaxis, carcajadas, copas, pastillas y ropa tirada.
No quise jugar al streep-pócker, pero me desnudaron
igual cientos de hombres con ojos feroces y febriles.
¿Qué va a ser de mí, niña robada?
Soy la que no es mujer ni ha dejado la infancia,
soy una alimaña atrapada entre redes,
redes de silencio, golpes y piernas meadas.

Esta noche soy noche que afila la navaja
que se clavará para siempre en mis tristes muñecas.

Lucía de Fraga