sábado, 7 de noviembre de 2015

EL TRAGO DE LOS DESVENTURADOS

Un niño de rodillas sucias
atrapa insectos con una lata vacía.
Las manzanitas rojas ruedan eterna
y laberínticamente por los corredores.

Los golpes de latón te absorben por completo.
Te buscas y te buscas a ti mismo, a través
de sucesivas habitaciones con paredes
desangeladas sin espejos ni retratos.

“Tiene unos bonitos ojos negros” -¿La recuerdas?

Las paredes han dejado de estar desnudas:
Tu rostro estupefacto se repite por todas partes
junto a palomas crucificadas y máscaras de piel humana.
Has pasado de tu muestrario a ser la muestra de otro viajante.

Las manzanitas rojas ruedan como peonzas -¿Las sientes?

Antes de que grites de horror, y
proclames tu inocencia,
te amordazarán con papel manila
para que se ahogue tu bóveda de silbos.

Tu amantísima madre llora, corre, desgarrándose las manos entre jirones por las escaleras. -¿No oyes sus sollozos?
Por tus venas acordeonadas
un gusano se abre paso a tu cerebro.
Tus córneas se han vuelto abombados
cascarones de coleóptero. Nada volverás a ver.

“Tiene unos bonitos ojos negros” –Sí, ahora la recuerdas manoseada y obscena.

Permaneces en una estancia de mucosa
que respira por un lejano tragaluz y
parece devorarte. Todo tu cuerpo está
cosido ya con hilo de tanza.

El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento.

Ancianos canosos te observan con una gigantesca
lente de aumento. Unos y otros se miran interrogantes,
estiran y retuercen sus polvorientas barbas,
preguntándose qué clase de ser eres.

La reiteración repugnante de tu yo supura un líquido negro.

Los entomólogos disponen sus instrumentos.
Los de ceñido traje negro franquean las puertas.
Por el ojo de una cerradura se cuelan las miradas
de la Señora Grubach y la Señorita Bürstner.

Ruido de canicas por las baldosas. Botones dorados. -¿Qué tiene su resplandor para hacerte llorar de esta manera? ¿A quién temes?

En las ventanas se ocupan de tu espectáculo
mutilador los ancianos, el hombre de la camisa
desabrochada y una crecimiento muchedumbre.
La falta de piedad es el auténtico fin de la Condición Humana.

Grete saca el último chillido de dolor al violín y se desvanece sobre una alfombra mugrienta. –El Conservatorio es pura ceniza.

La mano temblorosa de un octogenario
intenta proceder a la incisión de tu pecho enfermo.
Pero tus pulmones, abotargados, infectados,
llenos de sibilancias y pitidos, han estallado
desbordando un Cáliz de cucarachas, sangre y heces.

Qué vomitivo es el trago de los desventurados.

Ni la inocencia de los niños será contemplada. Ésa es la Ley.

Lucía de Fraga, en el Centenario de la publicación de "La Metamorfosis" de Franz Kafka, 27 de Octubre de 2015.