miércoles, 25 de noviembre de 2009

Hoy me he levantado rota por la espalda y el corazón. Medio desnuda, me he fumado mi ducados rubio en el tendedero y luego, como siempre, he bajado a tomar mi café con leche largo de café. Me he puesto a pensar en la condición del ser humano y no he llegado a ninguna conclusión satisfactoria.
Al lado de mi mesa, se han puesto los vecinos del cuarto, esos seres abominables e infinitos, que pasean su obesidad como si fuera un perro precioso. Ella es una lagarta que se dedica a despellejar a todo el mundo, pero yo siempre la saludo y le sonrío (debo de ser bastante lagarta también).
Llovía a cántaros cuando he salido. Lo cierto es que buscaba protección y no de la lluvia. La Iglesia estaba cerrada. Soy anticatólica, pero sí una ferviente cristiana y necesitaba llorar y rezar.
Me duele la cabeza de tanto evitar el llanto, pero no pienso llorar, aunque me haga falta.
He comprendido, gracias a una persona a la que apreciaba mucho (ahora ya no siento nada)que mi destino es estar sola. Pero no me parece algo trágico. Me parece normal. De hecho, no he sentido demasiado el abandono de ciertas personas de mi mundo, porque mi mundo lo he creado yo y yo soy la responsable de él. Mi mundo es azul, inmisericorde, hostil, pero también reparador. La soledad puede elegirse y yo la he elegido, por mucho que mi juventud se vaya por el váter. Tengo que encender un cigarrillo.
La educación en un hogar donde campan los libros a sus anchas y la música clásica lo envuelve todo te convierte en una persona con una delicadeza especial. "Cuando un genio nace, los necios se conjuran". Ser diferente sigue siendo un handicap para los desertores del arado. Hay cosas que sólo se aprenden desde la cuna. Cuando yo estaba en la cuna ya oía a mi padre tocar el violín y el piano. Cuando tenía unos siete años, iba con mi padre a la Catedral de Santiago, porque me fascinaba. Recuerdo perfectamente la vez que me llevó a ver el museo catedralicio y la catedral antigua. Soy feliz con mis recuerdos y todavía sigo yendo a la Catedral que huele a incienso y a niña.
Los recuerdos se me amontonan como los papeles encima de la mesa y mi Padre está siempre presente. Sé perfectamente que no encuentro pareja, porque busco a un hombre que reúna las cualidades que él tiene. No lo encontraré. Siempre tienen un fallo. No sé qué voy a hacer el día que me falte. No aparecerá nunca el hombre definitivo.
Una vez me leyeron la mano y me dijeron que toda mi vida correría tras un ideal y que no encontraría al hombre de mi vida. Se cumplirá la predicción.

lunes, 23 de noviembre de 2009

SIMPLEMENTE, NADA

Como siempre, hace frío en esta habitación. La habitación azul, por la que sueño que vendrá Peter Pan a trasladarme a "Nunca Jamás" para olvidarlo todo. La memoria es selectiva, pero tengo las heridas en carne viva y aún no puedo hacer desaparecer el dolor de mi mente.
Siento como si de pronto se me hubieran echado los treinta años encima y he roto a llorar como una niña, porque eso es lo que soy: una "niña perdida". Me he tirado en la cama y he dejado que el rimmel se corriera y viniese ese sagrado sabor salado a mi boca. No sé por qué me he puesto a llorar, tal vez sea que he nacido para la tristeza. Ya no me importa "el qué dirán" ni la opinión de la gente. Yo soy la dueña y señora de este cuarto azul donde las pequeñas cosas adquieren dimensiones extraordinarias. Entre humo y jazz, recuerdo su cara, copa tras copa. Casi un enólogo. Lo echo de menos, aunque es una tontería tratar de amarle. Ya he perdido dos trenes y éste tiene pinta de no parar en mi estación.
Hoy es uno de esos días que recuerdas a todos tus novios, amantes y demás cabrones, por eso necesito una copa, aunque en casa de mis padres no hay alcohol. Estaría bien un Bayleis para ir calentando motores. Medio mundo muere y yo sigo aquí a la espera del milagro. Vaso cuadrado con mucho hielo. He reparado que hay una cierta tensión sexual entre mi médico y yo. "Tensión sexual", nunca creí que escribiría estupidez semejante.

jueves, 24 de septiembre de 2009

"ROMANZA SIN PALABRAS"

Me he despertado temprano. Cuando los gallos aún dormían. He perdido mi fe o me la han robado; el caso es que ya no sé en qué creer.
De pequeña, mi padre tocaba siempre "Romanza sin palabras" al piano. Ahora apenas nadie toca las teclas del viejo piano. Ni siquiera yo. Pasan los días, pasan los años y me vuelvo como el viejo piano que ya no soporta la afinación. Me gusta el tacto de sus teclas de marfil que se vuelven espejos de mi rostro. Tantas manos lo han tocado desde el siglo XIX. Grandes mujeres y hombres. Pero yo soy como un grano de arena que molesta en el zapato. "Mi vida sin acontecimientos" rige en el "Libro del desasosiego". Me imagino ser una Bernarda Soares haciendo cuentas en el "haber" y el "debe", tiñendo mi vida de rojo con vino y lágrimas que no salen.
He perdido la facultad de llorar. Y duele tanto llorar por dentro...Tengo los ojos secos como el pecho de una madre estéril. ¿Qué será de los hijos que no he tenido? Cada noche acuno entre mis brazos al niño invisible y casi siento su aliento cerca de mi boca. Pero la mañana me devuelve estéril y marchita. A veces me pregunto por qué no he encontrado un padre para mis hijos. Pero lo cierto es que sola y encerrada en casa, difícilmente lo voy a encontrar.
Me he enterrado en vida sin darme apenas cuentas y son muchos kilos de tierra los que llevo encima.
Le tengo miedo al mundo. Por eso me cobijo en mi ratonera y sueño. Sueño, sueño y en mis sueños soy feliz.
Una vida en la que prácticamente nunca pasa nada y mi juventud se pierde como la leche de un cántaro a chorros.
Estoy fatigada. Me deshago como un hilo de sangre en el agua. Sé que soy señora de mi destino, pero hay demasiados fantasmas que no quiero despertar.
Quiero volver al regazo de mi padre delante del piano y que toque "Romanza sin palabras".

sábado, 29 de agosto de 2009

Esta noche no he podido dormir. Las gaviotas volaban bajo con su asqueroso olor a aceite del puerto. Me he levantado a eso de las cuatro de la mañana y he ido a fumar por la ventana. Hormigón. Hormigón y árboles que se caían en la carretera. Donde fumo, en el tendedero, siento que el tiempo no ha pasado y que todavía soy una nínfula de Nabokov. Miro hacia el patio y me pregunto cuántas veces he llorado en este rincón de las escobas. Los pensamientos negros se me acumulan y yo necesito una navaja para decapitar fantasmas. Pero en casa no hay navajas. Yo necesito una para acuchillar a la vida; para darle treinta puñaladas al sol.
Vuelvo a la cama y, de repente, soy una niña. La dichosa niña de cinco años de vocabulario monstruoso que nunca tenía mocos. Ciertamente, era, como he dicho muchas veces, una niña-monstruo.
Ahora estoy sola. Pero ya me he acostumbrado a la soledad como a un jarabe amargo. Me quedan Horacio y todos los del club bebiendo copas hasta el amanecer o la compañía callada de Bernardo Soares. "Yo soy un ser triste".
A veces, pienso que Dios juega conmigo a algo macabro y tira un poco más de la cuerda, bien para que me ahogue o para hacerme más daño.
Tengo sueño. Quisiera dormir eternamente, pero ineludiblemente, me despierto a las 6.30 de la mañana cada día. Podría hablar de la playa del orzán y de cosas bonitas, de esas que les gusta leer a aquellos para los que la poesía se reduce a Bécquer.
Pero no, hay un "realismo sucio" que me llama a la puerta todos los días. Y hablo de cosas inoportunas que sólo una minoría puede entender. Soy una gangrena para la gente buena, para la gente que se va de vacaciones a Mallorca y para los que compran el "rasca" de la ONCE.
Hoy no puedo escribir más.

viernes, 28 de agosto de 2009

LAS COSAS ROTAS

Me he despertado a las seis y media de la mañana. No he podido aguantar en la cama. La habitación del piso 16 se ha perdido para siempre. Sólo me queda recoger la ropa y marcharme sin dejar la puerta abierta.
Ya me he tomado el primer café de la mañana, pero esta vez no me ha sentado bien. No quiero ver a Alfonso.
Una sensación de serpiente me recorre todo el cuerpo y no paro de culebrear. Pensé que estando aquí me sentiría mejor, pero lo cierto es que no me puedo despegar de esta pitón que me ahoga. Hoy no estoy especialmente brillante; vamos, me siento muy mediocre. Me gustaría que, al menos, Horacio estuviera aquí y no en Argentina o en un libro de Cortázar.
Tengo tantas ganas de llorar que no me salen las lágrimas. Sigo siendo la chica rara de la cafetería de abajo. Hay uno que es un tipo curioso que cuando me ve, se echa a reir. Es el típico filósofo borrachuzas del pueblo llano. "Vítor". Sí, sí, no Víctor. Cuando me ve, se echa a reir. La verdad es que no me importa. Se toma sus copazos a las 8.30 de la mañana y sigue en el bareto todo el día o cambia su ruta de énologo. Es de los que echa la partida y se pone un palillo en la boca. Siempre me he preguntado qué función tiene ese palillo. Pero Vítor me cansa.
Estoy harta de esta fingida felicidad y de mis sonrisas proteicas. De esta vida que no es vida, sino un sueño más de Bernardo Soares. Todo está roto. Y hoy, apenas puedo escribir.
Llamaré a Horacio. Que venga como pueda. Escucharemos a Miles y beberemos vino. Tendrá ganas de acostarse conmigo, pero yo no tengo ningunas ganas de sexo. Para eso que después vaya a ver a La Maga.
Siento que se ha roto algo. Todos los tazones están cascados y el paraguas no me abre. Nunca seré la chica de la película. Por mucho que me ponga tacones nunca me besarán.

miércoles, 8 de julio de 2009

SIN REMEDIO

Todos hemos de morir tarde o temprano. En mi caso, que me corten el hilo las parcas cuanto antes. No sé saber vivir. Me siento como un juguete roto con el que han jugado demasiados niños. Aquí una oreja, allá un ojo, una pierna tal vez...Me he roto de dar tanto tiempo contra las paredes. No soy más que una muñeca con el traje roto y el pelo corto.
Tengo un sufrimiento agudo y eterno que me perfora el alma como una larva. Me pinto sonrisas rojas y ojos de oro, pero eso no es más que la fachada que se esconde tras la piel.
Ayer vi a un bebé precioso, ése hijo que el cielo me negará, y me entraron unas ganas locas de llorar. También es cierto que apenas salgo de casa y que así no hay forma de hacer nada. No me gustan los grupos de manualidades ni las clases de baile. Reconozco que, en cierto modo, soy una misántropa selectiva, pero he nacido así.
Nadie me ha enseñado a escribir y sé que ése es el único arma de que dispongo. Me pueden quitar todo, menos la palabra.
A veces, me siento ajena a mi propio cuerpo. Siento que no me pertenece y, realmente, no es más que polvo sobre polvo. Me deshago en ínfimas gotitas cuando llueve, cuando se pueden pisar los charcos y regresar al mundo del que me robaron. Sólo percibo cómo me destiño y un reguero de colores corre entre mis pies. Estoy perdida como un niño en un centro comercial. Tengo miedo, porque no encuentro ése no sé qué que me han quitado.
Todavía estoy en duermevela; el azul de la habitación se impregna del rojo de Marilyn. Qué bella es. Sus labios incitan a ser besados, no como los míos que son de cartón. Ellos acabaron con ella. Como otros intentan acabar conmigo. Tengo la plena confianza en que no me dejaré atrapar. Los negros pensamientos acuden a mi mente, pero queda mucho por andar, aunque cualquier día aparezca hundida en la bañera. Ya lo he dicho: "Todos hemos de morir". Yo no soy una chica lista que se sepa poner a tiro para seducir a un hombre. Yo soy la que en invierno recogía los abrigos, mientras las otras bailaban. Pero, ¿qué tenían de especial aquellas salidas nocturnas? En medio de todo, debo considerarme afortunada. No puedo permitirme el lujo de pensar lo contrario.Mañana será otro día, otro día igual a éste. Otro día en mi celda. Pero, también soy frágil y me puedo romper como el cristal, por eso necesito que mes des un beso, aunque sea de cartón.

jueves, 19 de marzo de 2009

SIN TRASCENDENCIA

No pretendo escribir nada trascendente. Generalmente, nunca me lo planteo, pero hoy sería, además, inviable. Las cosas no van bien y parece que se empeñan en no sacarme los últimos artículos en el periódico. Horacio se peina amaneceres en el Sena y no se encuentra ya ni a sí mismo. Yo llevo malamente la contabilidad de Monsieur Doupin y me emperiqueto con su vino caliente y las caricias de la gata Lisseta. Cualquier día nos echan del local por los atrasos. Hemos empezado a quemar revistas del corazón, que robo en las peluquerías, porque se nos empieza a acabar la leña. Aún encima, el mes que viene tendré que volver a la cola del paro y sólo falta ya que La Maga sea académica de la Lengua y que a Humpty Dumpty le dé por celebrar una "gloria" o cualquier despalpalabrada.
Los vecinos no me dejan concentrarme en mis propios pensamientos. Me he jugado todas mis vidas a una sola carta y la he perdido, por eso ahora tengo una hipoteca en el cementerio. Me olvidé de decirte que me las jugué un día que pensé que era mejor dejarse mecer en un vaso de ginebra con una nana al oído. Pero la nana era el zumbido de un moscardón encerrado en la caja de un violonchelo. Ya me dirás qué puedo hacer en estas condiciones. Palabrear. Malpalabrear. Perderme en el desagüe como el agua de fregar las escaleras. Así de pequeña soy yo-Cecilia. Dicen que no quería a su madre. Yo no puedo reprocharle nada a nadie. Salvo que tenga las uñas sucias o comidas. Recuerdo los sauces de mi infancia. La crucecita del niño jesús. El café con galletas. Ahora los sauces ya no tienen ni lágrimas y el café lo tomo sola en la misma cafetería todos los mismos días en la miama mesa. Me despersonalizo. Nada tiene sentido. Me pierdo por caminos que conocí y se me han vuelto extraños. Siento en el cuello el filo brillante de la navaja que invita al dormitorio. Mis recuerdos son cada día más lejanos, como de una infancia que tuviera lugar en otra época de la historia. Y no hago otra cosa que pensar en tí. Tü que crujes en mi cerebro con tu paso largo y calmado. Enciendes un cigarrillo y me entran unas ganas locas de fumar, pero ahora estoy colgada de lo más alto de mi sueño y aquí no hay tabaco rubio. Cuando despierte cogeré un Ducados Rubio.