sábado, 11 de diciembre de 2010

DESDE ESTE AGUJERO


Las noches se hacen eternas en este agujero
Donde te sirven sed y hambre de recuerdos.
Mis manos se han vuelto tan frágiles
Como violines que la carcoma ha marchitado
Y ya no puedo sostener la memoria
Sin que se me caiga un recorte de mí.

Las noches son frías en este agujero
Donde las mantas son palabras gastadas y húmedas.
Mis ojos se han acostumbrado a la ceguera de la noche
Y ya no necesito luz que alumbre el tiempo perdido.
He envejecido tantos años en este cuchitril
Que ya soy abuela de mis emociones.

El tiempo se escapó por una ventana abierta,
Mientras yo me apretaba al vacío de los instantes mortales
Y descubría la cara de la muerte en cada espejo y
Todo eran pájaros negros a rondar un cuerpo que ya no era.
Me destruí contra los ventanales en un golpe estrepitoso
Y los mansos vinieron a recoger mis despojos.

Las noches huelen a carne humana en este agujero
Donde los atroces afilan sus cuchillos
Y todo tiene un cariz de ritual sangriento
Que me obliga a taparme los ojos y los oídos
Para no escuchar los gritos en medio del vacío.
La luna se tiñe de rojo en ocasiones como ésta.

Liberada del agujero de la noche,
Siento crecer mi cuerpo como un árbol extático
Que asiste al renacer de las manos aladas
Y el corazón palpitante de vida.
Los recuerdos se han ahogado en su propia sangre
Y una nueva vida se renueva en cada poro de mi piel.

L. Fraga.

martes, 7 de diciembre de 2010


Esta noche de alcohol y luces de neón,
El cielo se tiñe de púrpura.
Púrpura de mis labios en un beso infinito
Que acoge tu ser borracho de vida.
Alguien grita por los callejones
Y se oye un ruidos de cristales rotos.
La noche es una navaja afilada
Que se desliza por nuestros cuellos.

Déjame que esta noche sea real y
No una quimera que desaparece con el amanecer.
Dame un trago más, de lo que sea,
Que necesito sentirme etérea y alada.
Pasemos por encima de los borrachos,
Y permanezcamos en silencio en esta esquina
Donde tus ojos son más verdad que nunca.

Luces de coches de policía inundan las calles de espuma y vino,
De delincuentes juveniles que se pinchan heroína en los talones
Y de putas despavoridas sin papeles.
Aún queda mucha noche que quemar,
Aunque no sea entre una fogata de okupas.
La noche es una navaja afilada
Que se desliza por nuestros cuellos.

En medio de una ciudad insomne y sórdida,
Nosotros ya no somos un par de desconocidos
Que comparten una copa y un pasado nauseabundo.
Sólo nos queda este momento
Y cerrar la navaja.

L. Fraga.

lunes, 6 de diciembre de 2010

CORAZÓN DESVENCIJADO


Tengo el corazón desvencijado entre pulmón y pulmón,
Sístole y diástole se han convertido en tic-tac de descuento.
Cada latido es un paso hacia el sueño deseado de los suicidas.
Y yo siento que en esta muerte prematura y liberadora
Se van apagando las luces de los sufrimientos como bombillas a punto de fundirse

Aún así, guardan la luz primigenia de la primera patada en el estómago,
Y se visten con sus mejores galas macabras entre champagne y una mujer que llora sola,
Despeinada y apenas vestida que se da golpes contra un Cristo en la cabeza.
Perfecta imagen fotográfica del dolor y de ese olor nauseabundo que ataca la pituitaria.
El dolor huele a alcohol pegado a la nariz o a aguarrás cerca de los ojos.
El sufrimiento es un mar donde progresivamente no vamos ahogando.

Siento cómo se me va rompiendo este músculo ahogado por una vida maldita.
Cómo a oscuras me atacaba el miedo en medio del pasillo y no podía tragar saliva.
Cuántas noches vinieron los perseguidores a llevarse mi alma por mis cenizas.
Y cómo colocaban los instrumentos para la automutilación en el cuarto de baño.
Recuerdo las noches jugando a los naipes por mi corazón incendiado
Y la subasta de mi infancia y juventud al mejor postor que siempre era la muerte.
De un tiro en el estómago se cargaron mis primeros cinco años de vida
Y me colgaron boca abajo desnuda de un árbol quemado.
Mancharon mi juventud con un veneno que me hacía vomitar sangre
Hasta que ya caí un feliz domingo a los pies de mi madre en un charco granate.

Los recuerdos visten sus mejores galas y el sufrimiento saca brillo al dolor.
¿Dónde están los cuerpos de los momentos felices?
Quiero exhumar mi vida hasta encontrarlos.
Quiero escarbar la tierra con mis dedos y sentir el jugo placentero de la risa de la niña
Y sentir el chirrido del columpio y los montones de margaritas tirados en el suelo.
Quiero saber de la belleza de la joven que fue amada, que bailó hasta la madrugada,
Que tuvo un beso como primer regalo y el amor fue como una tonada cálida y sentida.
Nada ha sido cierto ¿verdad?

Pues mirad cómo me arranco el corazón del pecho.
Cómo atravieso carne y venas.
Ya no existe el dolor, porque el Dolor más grande lo ha matado.
Aquí tenéis mi corazón y
Mi pecho reventado.

L. Fraga.

domingo, 5 de diciembre de 2010

FINALES DESEADOS




Llega un momento en el que toca despedirse.
No sé si habré sabido quereros, pero lo he intentando.
Hago repaso de mi vida y no encuentro ancla alguna
Que me tenga varada a esta tierra por más tiempo.

Viví mi infancia como una gran tragedia,
Como una asesina de Cristo.
Y entre las cortinas, veía de noche
A los verdugos que venían a por mí.

De mi juventud pude comprobar el horror de la vida,
La cara sangrienta del sufrimiento que no cesa ni perdona.
He bebido los licores más amargos y mis ojos
Han sido testigos del delirio más atroz.

He luchado hasta derramar la última gota de sangre.
Hasta caerme al suelo y no poderme levantar.
Hasta pedir a Dios por una muerte de piedad
Y ver acabados los días de tormento.

Ahora que no queda nada.
Que sólo el silencio es testigo mudo de mi deshumanización,
Me bebo este Oporto con descanso, segura y en paz,
Porque ya nada puede pasar.

Yo misma me he encargado de ir persignando
Los minutos de esta última comedia.
En breve, tendré convulsiones y espuma por la boca,
Pero déjame que disfrute de esta serena soledad.

Soledad serena y de sonora música callada,
Aquí me entrego tal y como soy,
Con nada vine y con nada me voy,
Dame tú el descanso eterno.

Lucía de Fraga.

sábado, 27 de noviembre de 2010

LA ANUNCIACIÓN


La niña apareció con el cráneo aplastado y
un hilillo de sangre cayendo de su boca.
Con el pijama destrozado y bajo un arbusto,
Víctima de una pesadilla que algún mortal hizo cierta.

Ya no puedo mirarme al espejo, porque sé
Que, de alguna extraña manera, yo mato niñas
De cinco años cada vez que se levanta la veda,
A pesar de que mi mano caiga inerte.

Aunque sea mi propia muerte, mi propia niñez,
No dejo de ser una asesina de las sábanas blancas
Que tiño de rojo alguna que otra noche que bebo lo justo
Como para ver el mundo con una lente de aumento.

La costumbre a la soledad es peor que un juego de naipes con la muerte.
Esa nociva compañera que me invita a probar
Sus licores alucinógenos e inductores al arma.
¡Que hermosos los colores que crecen y la ávida mano!

Hoy ha vuelto a morir otra niña en mi cerebro.
Que es mi muerte hecha quimera minúscula.
Me he lavado los dientes después de comer
Y he escupido sangre.

Esa niña soy yo.
Lucía (de) Fraga.

martes, 16 de noviembre de 2010

SÁBANAS FRÍAS


¿Qué esconde la sábana fría de las noches sin dormir
entre la angustia de la muerte, la vida y la duda?
¿Qué “Acaso” me aguarda en la fila de los locos?
Me desespera el tiempo que se va por el váter
En una pendiente genocida de latidos y minutos.
Ya no me da miedo mirar de frente a la muerte,
Porque he visto las caras más sádicas y deformes de la vida.
¿Qué traen las auroras negras con su canto funerario?
Que no me traigan más niños muertos ahogados como dulces Ofelias.
Mi fe se ha perdido. Ha huido de mí como de un apestado.
El deseo de la muerte mata la vida y la duda es un narcótico del sentimiento.
Por eso qué me puede preocupar una sábana sucia,
En una noche insomne,
Donde se mezclen liberación, sufrimiento y un hilo invisible.
L. Fraga.

sábado, 13 de noviembre de 2010

DESTINO




Una gasa me cubre los ojos,
Apenas puedo distinguir su carita de niño muerto,
Máscara oficial de su profesión subencionada
Por las benzodiacepinas y las fluoxetinas

Esta noche me he meado en la cama,
Porque le he visto en sueños tal y como es.
Debajo de la máscara profilática subencionanda
Esconde la ilustre calavera del que sale de entre los muertos.

Aunque no te mantengas ni en pie,
Te arrojará la pala maldita para que caves hasta desaparecer.
La sangre de mi útero se mezcla con la tierra de mi fosa
Y nace otro niño muerto con seis vueltas de cordón.

Te pintarás una sonrisa de payaso la última vez que los veas,
Mientras él te apura hacia el cuarto de baño,
Gomas, cuchillas, agua caliente, toallas, puerta cerrada.
Él es el indicador de que no hay salida esta vez.

L. Fraga