miércoles, 21 de marzo de 2012

AL MÁS BELLO APOLO: Homenaje a Gonzalo Escarpa.

Natura te dotó de talento y hermosura.
Pálido queda el cincel de Miguel Ángel,
cuyo marmol trabajado avergüenzas
cual vulgar piedra golpeada por tosco aprendiz.

Tuyo es el poder y la gloria.
Por tí se alzaron los cisnes en el séptimo día.
Quién fuera Dafne libre del laurel para correr hacia ti
sin ramas en los brazos ni raíces insolentes.

Antes de morir lastimada con dulzura
por la flecha que en tu arco tensas,
sacrificaré una pareja de blancas palomas
en honor de la divina Afrodita que nos protege.

Déjame, al fin, desfallecer a tus pies
y sentir cómo tu vibrante Lira descuenta
con su canto arañado y sanador
este instante perpetuo por el que muero,
Apolo Escarpa.

Lucía de Fraga.



sábado, 17 de marzo de 2012

PEQUEÑA SELECCIÓN DE "NOSTALGIA DEL ACERO" (Ed. Francisco Álvarez)

Lucía Fraga: Nostalgia del acero (selección)
En www.portaldepoesia.com 
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jueves, 15 de marzo de 2012

DOS CON VEINTICINCO

Dos con veinticinco,
lo justo para la primera cerveza.
No puedo volver a casa
con el alma llena de asco.
Algún día perderé la cabeza por completo.

Dos con veinticinco,
no escarbes en el bolso lo que no hay.
No puedo volver a casa,
porque soy blanco fácil para mi almohada.
Esa que me meto en la boca cuando grito.

Dos con veinticinco
no son suficientes para la analgesia.
He recibido dos golpes:
tengo una brecha en la frente
y las piernas llenas de sangre.

Dos con veinticinco,
no me llevarán  muy lejos.
Seguiré viendo el mismo asfalto
y la triste sombra
de esa mujer que fuma.

No deseo el precio de la felicidad.
Yo he pedido presupuesto sobre la muerte,
pero parece que estoy sola en este bar.
No quiero volver a casa.
Ya no puedo volver ni mirar atrás.

Que me lleven a mi tumba de una puta vez.
No soy más que una muerta en vida
que intenta jugar con amigos invisibles.
Me he cansado del patio de mi casa.
Es hora de acabar.

Lucía de Fraga.


sábado, 10 de marzo de 2012

TEN PIEDAD DE MÍ

Ten Piedad de mí.
Sólo soy la misma de siempre,
que reclama tu compasión
con una oración gastada,
vacía y torpe, con palabras manidas.

Dame la Paz que nunca he tenido.
Ésa que siempre me ha esquivado,
aunque no soportes ni un minuto más
mis lamentos ni sientas ningún tipo de conmiseración.
Hace tiempo que mi voz se pierde entre los que gritan.

Ten Piedad de mí,
de este cuerpo lacerado de llagas abiertas,
Y por muy cansado que estés,
vuelve a mirarme a los ojos.
Dame algo nuevo en qué creer:
que se jodan todas las historias que nos contaron.


Dame el Descanso Eterno,
a pesar de las absoluciones que me hayas otorgado,
por mucho que mi rosario de espinas
te abra la carne y desees mi silencio más íntimo.
Quiero borrar de una vez todas las mentiras.

Nacimos en un mundo donde todo era pecado
y sólo las niñas apacibles y buenas iban al cielo.
Yo, que ni fui ni soy apacible y buena
he descubierto lo que oculta la piel de Dios:
el deseo, el placer, la emoción, los gemidos...

Dámelo, Tú.
Tú, mi Dios en este Mundo que se derrumba.
Dame ese último beso invisible
con el que cerrar los párpados de golpe
cuando todo acabe y estemos otra vez desnudos,
hombres y mujeres,
delante del Dios que no inventó el infierno.

Lucía de Fraga.




miércoles, 29 de febrero de 2012

EN MALA HORA

Comprendí demasiado pronto
que la felicidad exige duras condiciones:
como no hay belleza sin fealdad,
ni tranquilidad sin desasosiego.
Castigo temprano para una niña.

Quizá fui demasiado precoz
para semejante lección.
Los demonios acudieron enseguida
y aún hoy no he visto a ningún ángel
que me acune o que me guarde.

El horror es de fácil construcción;
sólo hay que añadir las casillas más sórdidas.
Yo levanté mi propio imperio
entre las bestias que me perseguían
escondidas en las rendijas de las persianas.

En ocasiones, las horas se vuelven
perversamente elásticas y huidizas.
Se escurren las ilusiones casi al nacer
y envejeces de repente por muy pequeña que seas.
El tiempo no siempre pone cada cosa en su sitio.

En mala hora llegó aquel beso,
a destiempo y sin un ápice de calor.
Mis labios permanecieron secos, inertes,
inmunes a cualquier reacción.
Tarde para todo. Temprano para nada.

L. de Fraga.


sábado, 25 de febrero de 2012

CUANDO NORMA JEAN SOÑABA

La pequeña Norma fue olvidada en un orfanato.
Los domingos en la iglesia deseaba desnudarse
antes los feligreses que dormitaban el sermón,
en aquel pueblo de paletos y manos lujuriosas
donde el silencio del castigo forjó la leyenda.

Norma Jean, no olvides tu secreto,
pero sigue siendo niña aunque embarren tu inocencia.
Quítate el viejo uniforme descolorido
y pasea tu belleza sin tapujos,
aunque sólo sea delante de un trozo de espejo.

Norma Jean, no olvides tu secreto,
aunque el mal ya está hecho para siempre.
Sueña con ser lo que quieras ser,
aunque esté prohibido y no te dejen huir.
Te lo quitarán todo. Todo, menos tus sueños.

Norma Jean, escápate de este mundo obsceno
y olvídate de aquellos muchachos que te rodeaban
el mismo día que te pusiste un raquítico jersey prestado.
Vive como quieras, pero mantén intacta tu inocencia.
Norman Jean, no dejes nunca de soñar

Pequeña, grita hasta que se te escuche
y revientes los tímpanos que te ignoran.
Ten felices sueños en esa casa bonita que será tu hogar.
Dios no tendrá en cuenta tus pecados,
sólo tu virtud.

Divina Marilyn, ya puedes quitarte la careta.
Ya puedes dejar de sonreír sin ganas,
de ir con el asco sobre la piel de cama en cama.
No tendrás pesadillas nunca más.
Duerme y reposa, niña perdida.

Al final todos los demonios son exterminados.


L. de Fraga.




miércoles, 22 de febrero de 2012

DISCULPAS INACEPTABLES

Supongo que me equivoqué.
Y no sirve de nada mirar atrás y lamentarse,
aunque lo nuestro estaba abocado al fracaso desde el minuto cero:
La historia más vieja del mundo que se pueda imaginar
con guión adaptado de un cutre melodrama yanqui.

Fuimos felices, porque, de alguna manera,
vivimos nuestro momento y nos olvidamos de las corazas.
Nosotros, esa gente dura y sin piedad, dejamos las armas
sin darnos explicaciones y de mutuo acuerdo.
Qué absurdo, manido y gastado resulta todo en la distancia.


Hay muchas ciudades europeas, miles de hoteles
con millones de plantas y dimos justo en la diana.
De día éramos decentes, cordiales compañeros,
pero al caer la noche, sólo compartíamos nuestra soledad.
Todavía siento tus discretos nudillos contra mi puerta.

Te esperaba cada noche casi desnuda dentro de la cama,
porque me daba vergüenza que descubrieras mi cuerpo.
Deslicé una pierna fuera de las sábanas
y respondiste tal y cómo eras:
"Me incitas a pensar en "Le genou de Claire".

Aquella noche los besos no se agotaban
por mucho que el tiempo quisiera ir en contra.
Sólo sé que me abrazaste como para que no huyera,
mientras repetías en voz baja
que nunca habías visto tanta hermosura en una sola mujer.

Te confesaste, pero ni te creí ni te quise creer:
"Me hubiera gustado quererte pero ya no puedo".
Supongo que no quería enamorarme tan lejos de ti.
Y mientras me estrechabas y tu boca paseaba sobre mí,
sentí un profundo poder que nunca había experminetado.

Tú llegaste a desnudarte por completo,
yo sólo me deshice de la ropa.
Cuánto más te dejabas ver,
yo me sentía más perversa y dueña de ti
con la impertinencia propia de la juventud.

Me recriminaste mi falta de sensibilidad.
Actué como suponía que hacen los tipos como tú:
Simplemente no le di trascendencia y me callé.
Reaccionaste como una dama despechada.
Al parecer, yo no era humana y carecía de entrañas.

Se acabó aquí. En este preciso instante.
Comprendí que nunca habías mentido y trastaste de olvidar.
Me guardo un abrazo en el que nuestros pechos se fundieron:
"Las matemáticas nunca han sido tan exactas;
tú 26 y yo 52"-sentenciaste.

Lucía de Fraga.