miércoles, 27 de junio de 2012

TIEMPO DE COSECHA (A JuanKar)

Escribo a tientas en esta madrugada dolorosa.
No sé si estas letras quedarán registradas
en algún papel o eternamente en mi memoria.
A estas horas no debería estar aquí,
medio desnuda y tirada contra la pared.

No me asusta que me encuentres en este estado;
ya sé que apesto a tabaco y a melodrama yanqui.
Sí, muy peliculera mi imagen de "Femme Fatale"
con los rizos sobre la cara y un Bombay en la mano
a punto de mezclarse en un cóctel con Nembutal.

¿Importa algo lo que diga a estas alturas?
No, no seas cínico como un predicador norteamericano.
La coctelera está vacía...Era mi último farol.
No queda nada que decir, ¿me equivoco?
Pues, a pesar de todo, yo te podría contar muchas cosas.

Llegaste como llega todo que se ha dado por perdido.
Me convertiste en Princesa, sin necesidad de besos,
porque nunca he sido un sapo y teníamos La Palabra.
Debimos dar la espalda al orgullo y al amor
como sublime acto de egoísmo.

De vez en cuando me pregunto
qué hubiera pasado si yo siguiese siendo niña.
Aquella misma que recogiste,
inocentemente sola,
cuando llegó el Tiempo de Cosecha.

Lucía de Fraga.

martes, 19 de junio de 2012

UN INFIERNO QUE HABITAR

Todo se transforma entre las sábanas
que las parcas han hilado con sombras de difuntos.
Hay una gran diferencia entre la noche y la ceguera,
pero no consigo distinguir entre una y otra.
Todo me parece un mal sueño, un laberinto, un grito.

Las sábanas se me enredan entre las piernas,
voraces machos hambrientos de mi sexo aniqulado.
Yo estoy montada con los pies en los estribos,
mientras un hombre de bata blanca
me vacía con una cucharilla de plata.

No puedo gritar, porque tu recuerdo me amordaza.
No puedo moverme ni un ápice
porque las correas ya me han marcado la piel.
Veo como chorrea la sangre, se tiñe la bata
y en mis vísceras desparramadas juegan
los que nunca serán ya nuestros hijos.

No, no estoy dentro de un sueño.
Camino con mis enclenques piernas ensangrentadas;
busco la Salida de Emergencia de puntillas.
Mi cuerpo está vacío;
La Vida no podrá habitar este Hueco,
pero juro que mis caniceros morirán.


L. de Fraga.

martes, 12 de junio de 2012

MÁS COMPLICACIONES DE SALUD: POSPOSICIÓN DE ACTIVIDAD

Siento comunicaros, que por las razones ya indicadas con anterioridad sobre mi salud, me veo obligada a posponer mi actividad en el blog hasta nueva mejoría.
Os ruego que me sepáis disculpar, pero mi estómago no me da ninguna tregua.
En cuanto me recupere -francamente, no sé cuándo-, lo primero que haré será reanudar mi actividad en el blog.
Gracias por vuestra fidelidad.
Un fuerte abrazo,
L. de Fraga.

lunes, 4 de junio de 2012

BREVE DESCANSO

He tenido que tomarme unos días por problemas estomacales.
Espero poder reanudar mi actividad a la mayor brevedad posible.
Gracias a todos.
Un fuerte abrazo,
L. de Fraga.

martes, 29 de mayo de 2012

EL DESEO AL DESCUBIERTO

Sólo tus labios conocen el misterio
que abre las impenetrables flores
más íntimamente cerradas
a cualquier reclamo de la poderosa Naturaleza.

Es tu boca la que desnuda
sus primeros pétalos pudorosos.
Y, uno tras otro, se abren con sigilo
para mostrarte a ti, únicamente a ti,
el líquido milagro de la Luz.

Tiene tu voz la virtud
de abrir y cerrar a su antojo
la carne sedienta de las primeras rosas
antes, incluso, de lo que dictan absurdos calndarios,

De la misma manera
que la sola sensación de tu presencia,
en medio de mi noche azulada,
me turba y me confunde
cuando entras y sales de mi piel.

Es tu silenciosa caricia entre sombras
la que hace de mi cuerpo frágil tallo
que sólo tú puedes sostener
hasta que la excitante savia que nos une
tronza mi cintura y broto, al fin, en ti.


Lucía de Fraga.

lunes, 21 de mayo de 2012

EX NIHILO, NIHIL ("De la nada sale nada")

Acaba de apagar la luz algún cabrón.
¿Sabes por qué estás aquí?
Pues yo no, pero así fue el principio:
"En el principio creó Dios el cielo y la tierra.
La tierra era caos y confusión".

Aunque alguien encendiera la luz
en este preciso instante,
mis ojos  permanecerían ocultos,
avergonzados, entre mis manos,
ante la llama cegadora como una lengua de fuego.

No recuerdo más que el Caos,
del que nacieron Erebo y la Negra Noche.
Mis pies, desgajados de mi cuerpo,
caminaron sobre angostos caminos
donde las piedras saladas sabían a calor.

Yo no sé adónde he llegado,
acaso, ¿conoces tú mi destino?
No deseo la muerte; tan sólo dejar de sufrir.
Es difícil comprender.
Estoy lista: Nada tuve y con nada me iré.

Lucía de Fraga.

martes, 15 de mayo de 2012

POR QUÉ, DE VEZ EN CUANDO, HAY QUE DETENERSE

Leo constantemente sin publicar una sola línea. Trato de depurar lo que escribo y ahondar en el conocimiento a través de la meditación. Creo que ha llegado la hora de deshacerme de la "subliteratura", porque, de alguna manera, no es más que un engaño hacia uno mismo y hacia los que leen.
La "verdadera poesía" debe nacer de un profundo "trance", de un ahondamiento en el interior de aquel que escribe. No se trata con esto de que "la poesía diga la verdad del Yo", que se convierta en una constante revelación vomitiva de la vida personal. Algo que puede llegar a ser autodestructivo y absolutamente patológico. Creo que la buena poesía es la que deja abierta la puerta al lector, la que consigue expandirse en múltiples interpretaciones -todas válidas- y deja un poso en el alma. Me dedico a escribir a base de "ensayo-error", pero algo me dice que todavía tengo demasiado que aprender. He aquí unas líneas de Trópico de Capricornio de Henry Miller que me parecen muy afortunadas. Reparad en ellas si estáis buscando:
"[...] me tomé tres semanas en lugar de dos y escribí el libro sobre los doce hombrecillos. Lo escribí de una sentada, cinco, siete, a veces ocho mil palabras al día. Pensaba que, para ser escritor, había que producir por lo menos cinco mil palabras al día. Pensaba que había que decir todo de una vez -en un libro- y después desplomarse. No sabía ni papa del oficio de escritor. Estaba cagado de miedo. Pero estaba decidido a borrar a Horatio Alger de la conciencia norteamericana. Supongo que era el peor libro que jamás haya escrito un hombre. Era un volumen colosal y defectuoso del principio al fin. Pero era mi primer libro y estaba enamorado de él. Si hubiera tenido dinero, como Gide, lo habría publicado a mis expensas. Si hubiese tenido tanto valor como Whitman, habría ido vendiéndolo de puerta en puerta. Todas las personas a las que se lo enseñé dijeron que era espantoso. Me recomendaron que renunciara a la idea de escribir. Tenía que aprender, como Balzac, que hay que escribir volúmenes antes de firmar con el propio nombre. Tenía que aprender, y no tardé en hacerlo, que hay que abandonar todo y no hacer otra cosa que escribir, que tienes que escribir y escribir y escribir, aun cuando todo el mundo te aconseje lo contrario, aun cuando nadie crea en ti. Quizá lo hagas precisamente porque nadie cree en ti, quizá el auténtico secreto radique en hacer creer a la gente. Que el libro fuera inadecuado, malo, espantoso, como decían, era más que natural. Estaba intentado al principio lo que un genio no habría emprendido hasta el final. Quería decir la última palabra al principio. Era absurdo y patético. Fue una derrota aplastante, pero me reforcé la espina dorsal con hierro y la sangre con azúcar. Por lo menos supe lo que era fracasar. Supe lo que era intentar algo grande. Hoy, cuando pienso en las circunstancias en las que escribí el libro, cuando pienso en la abrumadora cantidad de material a que intenté dar forma, cuando pienso en lo que intenté realizar, me doy palmaditas en la espalda, me pongo un diez. Estoy orgulloso de que resultara un fracaso lamentable; si lo hubiese logrado, habría sido un monstruo [...].
En aquella época no me atrevía a pensar en otra cosa que en los "hechos". Para penetrar bajo los hechos, tendría que haber sido un artista, y no se llega a ser artista de la noche a la mañana. Primero tienes que verte aplastado, ver destruidos tus puntos de vista contradictorios. Tienes que verte borrado del mapa como ser humano para renacer como individuo. Tienes que verte carbonizado y mineralizado para elevarte a partir del último común denominador del yo. Tienes que superar la compasión para sentir desde las raíces mismas de tu ser [...]"